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Friday, December 2, 2016

Hitler y Che Guevara, dos caras de la misma moneda

Por Manuel Llamas

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Resulta del todo aberrante observar cómo, a día de hoy, la izquierda aún sigue aseverando las bondades del comunismo, cuyo triunfo condenó a muerte a más de cien millones de personas -sólo de forma directa-. El último ejemplo de tal barbarie propagandística tuvo lugar recientemente en Ecuador, donde la Asamblea Nacional aprobó una resolución para condenar el asesinato del terrorista Ernesto Che Guevara. Más allá de esta anécdota, lo trágico de la cuestión radica en que multitud de jóvenes, políticos e intelectuales continúan alabando las virtudes de esta ideología totalitaria y genocida al tiempo que braman con total soltura su espíritu "antifascista" cuando, en realidad, comunismo, fascismo y nazismo configuran un frente común. Son, en esencia, manifestaciones diversas del pensamiento anticapitalista más extremo.

En este sentido, uno de los aspectos más llamativos y contradictorios de estos movimientos de izquierda radica en su total ignorancia respecto al ideario nacionalsocialista, que guarda numerosas similitudes con el comunismo. Ambos aspiran a construir la sociedad desde cero -para lo cual es preciso derribar los cimientos de las instituciones existentes-; un mundo nuevo que, a modo de paraíso utópico, dará origen a un hombre renovado (raza aria vs proletariado); cuya voluntad individual carecerá ya de sentido, pues quedará diluida bajo el "bien común" que representa el espíritu del pueblo (léase Estado). Así pues, el eje vertebrador de comunistas y nazis es, ni más ni menos, que la idolatría del socialismo.
Hitler y Lenin perseguían un objetivo común: erradicar la libertad individual y el capitalismo. El primero mediante una visión nacionalista basada en la lucha de razas, y el segundo a través una perspectiva internacionalista sustentada en la lucha de clases. Luciano Pellicani, en su obra Lenin y Hitler, los dos rostros del totalitarismo, desentraña a la perfección el denominador común de ambas ideologías. Así, basta con observar los alegatos anticapitalistas de los líderes nazis para comprobar el germen puramente socialista del totalitarismo germánico.
Adolf Hitler:
La lucha más fuerte no debía hacerse contra los pueblos enemigos, sino contra el capital internacional. La lucha contra el capital financiero internacional era el punto programático más importante en la lucha de la Nación alemana para su independencia económica y su libertad [...]
En la medida en que la economía se adueñó del Estado, el dinero se convirtió en el Dios que todos tenían que adorar de rodillas [...] La Bolsa empezó a triunfar y se dispuso lenta pero seguramente a someter a su control la vida de la nación [...] El capital debe permanecer al servicio del Estado y no tratar de convertirse en el amo de la nación.
Tampoco después de la guerra podremos renunciar a la dirección estatal de la economía, pues de otro modo todo grupo privado pensaría exclusivamente en la satisfacción de sus propias aspiraciones. Puesto que incluso en la gran masa del pueblo todo individuo obedece a objetivos egoístas, una actividad ordenada y sistemática de la economía nacional no es posible sin la dirección del Estado.
Yo no soy sólo el vencedor del marxismo sino también su realizador. O sea, de aquella parte de él que es esencial y está justificada, despojada del dogma hebraico-talmúdico. El nacionalsocialismo es lo que el marxismo habría podido ser si hubiera conseguido romper sus lazos absurdos y superficiales con un orden democrático.
Joseph Goebbels:
Nosotros somos socialistas [...] somos enemigos, enemigos mortales del actual sistema económico capitalista con su explotación de quien es económicamente débil, con su injusticia en la redistribución, con su desigualdad en los sueldos [...] Nosotros estamos decididos a destruir este sistema a toda costa [...] El Estado burgués ha llegado a su fin. Debemos formar una nueva Alemania [...] El futuro es la dictadura de la idea socialista del Estado [...] Ser socialista significa someter el Yo al Tú; socialismo significa sacrificar la personalidad individual al Todo.
S.H. Sesselman (líder el partido nazi en Munich):
Nosotros somos completamente de izquierda y nuestras exigencias son más radicales que las de los bolcheviques.
Gregor Strasser (presidente del Partido nazi entre 1923 y 1925, mientras Hitler estuvo encarcelado):
Nosotros, jóvenes alemanes de la guerra, nosotros revolucionarios nacionalsocialistas, desencadenamos la lucha contra el capitalismo.
El programa político nazi incluía la "eliminación de las ganancias" y de la "esclavitud del interés", la "estatalización" de empresas estratégicas y la "expropiación" forzosa, sin indemnización, de la propiedad privada. De este modo, si bien el régimen nazi no nacionalizó todos los medios de producción, puso la economía al servicio de los intereses del Estado, bajo amenaza de duras penas y castigos (expropiación, cárcel, trabajos forzosos y condena a muerte). No en vano, tal y como razonaba la cúpula nazi, "¿qué necesidad tenemos de socializar los bancos y las fábricas? Nosotros socializamos los seres humanos".
Así, no es extrañar que el último canciller de la República de Weimar, el general Kurt von Schleicher, advirtiera que el programa nacionalsocialista "apenas era distinto del puro comunismo". De hecho, muchos de los que engrosaron las filas de las temidas SS y SA procedían de las filas comunistas, siendo su fin último el bolchevismo.
Visto lo visto, y puesto que los nazis combatieron tanto o más que los comunistas el malvado capitalismo, me pregunto por qué Ecuador no condena igualmente el asedio de las potencias aliadas al régimen de Hitler... O bien por qué los jóvenes antisistema, ya de paso, no plasman el rostro del Führer sobre camisetas rojas con una esvástica de fondo, al más puro estilo Che Guevara. ¿A qué viene esta discriminación si, al fin y al cabo, Hitler y el Che perseguían el mismo fin empleando, además, medios tan similares?

Hitler y Che Guevara, dos caras de la misma moneda

Por Manuel Llamas

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Resulta del todo aberrante observar cómo, a día de hoy, la izquierda aún sigue aseverando las bondades del comunismo, cuyo triunfo condenó a muerte a más de cien millones de personas -sólo de forma directa-. El último ejemplo de tal barbarie propagandística tuvo lugar recientemente en Ecuador, donde la Asamblea Nacional aprobó una resolución para condenar el asesinato del terrorista Ernesto Che Guevara. Más allá de esta anécdota, lo trágico de la cuestión radica en que multitud de jóvenes, políticos e intelectuales continúan alabando las virtudes de esta ideología totalitaria y genocida al tiempo que braman con total soltura su espíritu "antifascista" cuando, en realidad, comunismo, fascismo y nazismo configuran un frente común. Son, en esencia, manifestaciones diversas del pensamiento anticapitalista más extremo.

Tuesday, July 5, 2016

Socialismo y corrupción: dos caras de la misma moneda


"El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente".
Lord Acton.
La corrupción es tristemente un fenómeno de plena actualidad en España, además de ser la mayor preocupación, después del paro, que tienen la mayoría de españoles según el Centro de Investigaciones Sociológicas. Cada día nos despertamos ante nuevos casos de corrupción, tanto nacionales (Gürtel, ERES, Púnica, Guateque, MercaSevila, Edu…) como internacionales (Venezuela, Argentina, Ucrania, Corea del Norte…) que nos repugnan como ciudadanos cumplidores con la Ley y con nuestras obligaciones tributarias. El último caso con el que hoy amanecíamos era la supuesta mordida de 50 millones de dólares que la empresa Duro Felguera habría pagado a chavistas a cambio de un suculento contrato. La corrupción es en la gran mayoría de casos corrupción de dinero público, por lo que sus consecuencias nos afectan a todos. Mientras que los casos de corrupción en el ámbito privado sólo afecta a los accionistas de las empresas involucradas, cuando nos encontramos ante corrupción con dinero público, los damnificados son la sociedad en su conjunto.



Reducir la corrupción en cualquier país es uno de los objetivos más loables que una sociedad puede perseguir, además de uno de los más demandados. Tanto es así que no podemos entender el auge de partidos como Podemos o más recientemente Ciudadanos si no es por el hecho de que los votantes están hartos de una cleptocracia que lleva décadas llenándose los bolsillos con el dinero que tanto nos cuesta ganar y que tan gratuitamente despilfarran los políticos. Ya se sabe, “el dinero público no es de nadie”.
El problema viene cuando, fruto de un mal diagnóstico del problema, se plantean soluciones que, o bien no resuelven el problema (en el mejor de los casos) o bien incluso lo agravarían (en el peor de los casos). El diagnóstico simplista que ha hecho Podemos (y que pese a ello le ha resultado tremendamente exitoso) es que la corrupción es culpa de los dos principales partidos políticos en nuestro país. Para los demagogos que ahora reniegan del liberticida y corrupto chavismo (I, II y III), eliminar la corrupción es tan sencillo como cambiar al PPSOE por los dirigentes de Podemos. Obviamente, si fuese tan sencillo de resolver, la corrupción no sería un problema con el que el ser humano lleva luchando cada vez que una sociedad avanzada ha emergido.
La corrupción, tal y como demuestran diversos estudios científicos, es imposible de erradicar aunque sí se puede combatir. Según revelan estudios en la materia, existe una correlación positiva entre el nivel de corrupción y  el grado de poder de un individuo. Es decir, que a mayor poder acumulado por un individuo, mayor es el grado de corrupción que padece su persona. Tal y como explica Ignacio Moncada en éste imprescindible artículo, la principal cauda de la corrupción según Víctor Lapuente Gine (profesor de Ciencia Política en la Universidad de Gotemmburgo) es la politización de las instituciones. Lamentablemente, nuestro país destaca en el ranking europeo de politización de las instituciones. Si sumamos estos dos factores (la correlación positiva entre poder y corrupción y que la corrupción se origina con la politización de las instituciones), podemos concluir que una sociedad que busque reducir la corrupción deberá perseguir una reducción del poder que los  políticos acumulen así como una disminución de la politización de las instituciones.
Hablemos ahora de socialismo. Los países más socialistas del mundo son también los más corruptos. Hablo de Corea del Norte, de Cuba, de Venezuela, de China (muy socialista a nivel político pero muy capitalista a nivel económico, una peligrosa combinación), de Ecuador. La esencia del socialismo es el poder absoluto del Estado en el control de la vida de sus siervos. Una sociedad que abrace con todas sus fuerzas el ideario socialista acabará siendo esclava del Estado mientras que los pocos que ocupen los cargos más poderosos dentro de la jerarquía cleptocrática estatal se llenarán los bolsillos y vivirán como si de reyes se tratara. Será una sociedad que se empobrecerá al mismo ritmo al que sus gobernantes se enriquecerán. Ahí (y no ahora), la desigualdad sí sería un problema. En las sociedades fuertemente intervenidas, la riqueza de unos sí que es fruto de la pobreza de otros. Kim Jon-un es inmensamente rico porque todos los norcoreanos le pertenecen. Puede disponer de ellos como un  niño dispone de sus piezas de Lego: a su antojo. Ahí tenemos el reciente ejemplo de Viktor Yanukovich ex presidente de Ucranía y las papeleras del baño de la residencia presidencial en bañadas en oro. O la vida de lujos de Kim Yong-un mientras su pueblo se muere de hambre ante las hambrunas provocadas por la planificación estatal de la producción agrícola.
Las soluciones para reducir la corrupción son lógicas y simples: menos gasto público, mayor persecución judicial de la corrupción, penas y multas mucho mayores, menor discrecionalidad de gasto público. En definitiva, menor poder de unos a costa de otros. Más libertad para la sociedad civil y menos poder para el Estado. Más libertad y menos coacción. Y es que la corrupción y el socialismo son dos caras de una misma moneda. Nada hay más empobrecedor para una sociedad que el hecho de creer que los políticos son la solución (y no la causa) de sus problemas. El estatismo es una idea errónea muy peligrosa que no hará sino aumentar la corrupción de un país. Es estúpido creer que un grupo reducido de políticos que  gestiona más de 500.000 millones de euros al año de dinero de los ciudadanos (sin mencionar el inmenso poder que otorga el BOE) no va a intenten llenarse los bolsillos, con independencia del partido político al que pertenezcan. Creer esto es tan  infantil y estúpido como que un adulto crea en los Reyes Magos, con la diferencia de que el segundo seguirá recibiendo regalos una vez se tope con la cruda realidad. Y creer que un partido político como Podemos no va a aumentar la corrupción en nuestro país, más.
Implementar estas soluciones es otra cosa bien distinta. La sociedad debe comprender que las soluciones fáciles no existen. Podemos no es la llave que nos acercará a una sociedad mucho menos corrupta. Ojalá, pero no. Si queremos un país con mucha menos corrupción, debemos luchar por conseguir que España sea un país mucho menos socialista, con menos Estado, con menos políticos, con menos opciones de que alguien se llene sus bolsillos con el sudor de nuestra fuente. Lo que necesitamos en definitiva es país mucho más libre. Ya lo dicen nuestros amigos los americanos: freedom works.

Socialismo y corrupción: dos caras de la misma moneda


"El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente".
Lord Acton.
La corrupción es tristemente un fenómeno de plena actualidad en España, además de ser la mayor preocupación, después del paro, que tienen la mayoría de españoles según el Centro de Investigaciones Sociológicas. Cada día nos despertamos ante nuevos casos de corrupción, tanto nacionales (Gürtel, ERES, Púnica, Guateque, MercaSevila, Edu…) como internacionales (Venezuela, Argentina, Ucrania, Corea del Norte…) que nos repugnan como ciudadanos cumplidores con la Ley y con nuestras obligaciones tributarias. El último caso con el que hoy amanecíamos era la supuesta mordida de 50 millones de dólares que la empresa Duro Felguera habría pagado a chavistas a cambio de un suculento contrato. La corrupción es en la gran mayoría de casos corrupción de dinero público, por lo que sus consecuencias nos afectan a todos. Mientras que los casos de corrupción en el ámbito privado sólo afecta a los accionistas de las empresas involucradas, cuando nos encontramos ante corrupción con dinero público, los damnificados son la sociedad en su conjunto.