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Friday, December 9, 2016

Los mitos del castrismo

Agustín Laje aclara que la educación y la salud destacaban como una de las mejores en Iberoamérica antes de la Revolución de Castro y que desde su llegada muchos indicadores de estas o han progresado poco o se han mantenido o incluso empeorado.


Agustín Laje
 
dirige el Centro de Estudios Libertad y Responsabilidad, y es co-autor del libro “Cuando el relato es una FARSA”.
Murió la Unión Soviética, pero Fidel Castro sobrevivió. Murió Fidel Castro, pero su mitología parece que sobrevivirá por mucho tiempo más, a menos que los historiadores y los intelectuales sean capaces de efectuar juicios críticos de verdad, que desnuden el fracaso del sistema que sometió a los cubanos en lo que fue la dictadura más longeva de nuestro continente.
Propongo aquí desmenuzar algunos mitos que rondan desde hace tiempo en el discurso político procurando exculpar a Castro por sus terribles crímenes contra la humanidad.


1) “Castro trajo a Cuba increíbles avances en educación”.
Es frecuente que las dictaduras se apoyen en logros reales o imaginarios para legitimar su permanencia. En Sudáfrica, por ejemplo, se justificó el proyecto autoritario alegando que los negros de ese país eran los mejores educados del continente. En Cuba ha pasado algo similar, aunque no fue cierto que los logros educativos hayan sido consecuencia de la Revolución Cubana.
Algunos datos al respecto: para 1959 (año de la revolución), Cuba ya encabezaba con el primer lugar el ranking de personas que sabían leer y escribir entre todos los países hispanoamericanos, y era también el primero en cuanto al porcentaje del ingreso nacional invertido en educación.1 Sumemos, además, que Cuba ya estaba entre los cinco primeros países de Iberoamérica en publicaciones de prensa con una circulación diaria de 101 ejemplares cada 1000 habitantes.2
En cuestiones tan caras para la cultura, como son los medios de comunicación, Cuba destacaba sobre el resto antes de Castro: había una radio cada 5 habitantes, un televisor cada 20 y un teléfono cada 28.3 La situación sólo era empatada por EE.UU., que tenía tantos televisores per capita como Cuba.
Al momento de la Revolución de Castro, Cuba tenía 6 millones de habitantes, pero contaba con 10 universidades, una cantidad muy elevada, en términos relativos, para la época. Además, se diseminaban por la isla más de un millar de escuelas públicas primarias y secundarias.4 Hoy, con 11 millones de habitantes, las proporciones no han variado.
Vale destacar que otros países, sin la necesidad de instaurar dictaduras interminables, han conseguido índices educativos tan buenos como el cubano. Véase el caso de Costa Rica y Puerto Rico, por ejemplo.
2) “La revolución trajo a Cuba enormes avances sanitarios”
Otra vez, esta es una realidad que puede ser constatada antes del advenimiento dictatorial de Castro. En efecto, antes de 1959, Cuba ya contaba por ejemplo con “el doble de médicos y cirujanos en relación con la población y una tasa de mortalidad infantil y general inferior a la de los Estados Unidos”.5 Efectivamente, la tasa de mortalidad anual de 15 por 1.000, era excepcionalmente baja. Asimismo, la isla tenía una proporción de médicos y dentistas más elevada que cualquier otro país caribeño.
Es sabido que los hospitales cubanos eran también frecuentados por extranjeros antes de 1959. Un dato resulta ilustrativo: el promedio de camas en hospitales cubanos era de una por cada 190 habitantes, cifra que excedía la meta de los países desarrollados de la época, que contaban con una cama por cada 200 habitantes.6
La esperanza de vida en Cuba, inmediatamente antes de Castro, era de 62 años7, superando a principios de la década del 50 a países como España, Portugal, Grecia y Japón, y a la mayoría de las naciones latinoamericanas. En Brasil, por ejemplo, la expectativa de vida era de 55 años en aquella época.
Por otro lado, la tasa de mortalidad infantil en la Cuba de 1958 era de 32,5 por cada 1000 nacidos vivos, promedio que puede contrastarse con los 70,6 por cada 1000 en Brasil (década del 80), los 53 por cada 1000 en México, 35,3 por cada 1000 en Argentina, o con los 46 por cada 1000 que la misma Cuba, en 1969, con Castro en el poder tras diez años de comunismo, registraba.8
Algunos retrocesos pueden ser incluso advertidos a partir de la revolución castrista, como vemos. Otro ejemplo: ni bien instalada la dictadura socialista, en la isla había un médico por cada 1.020 habitantes. En 1979, tras 17 años de comunismo, la cantidad había bajado a un médico por cada 1.121 habitantes.9 Lo mismo ocurrió con la mortalidad infantil: 32,5 por cada 1000 nacidos vivos en 1959; 46 por cada 1.000 en 1969, tras diez años de castrismo.10
No fue entonces la revolución de Fidel Castro, en verdad, el artífice de los logros sanitarios. Había una condición previa notable y superior a cuantiosos países desarrollados, que en muchos aspectos, por desgracia, fue deteriorada por Castro.
3) “Gracias a Fidel, en Cuba hay igualdad”
Es claro que en Cuba todos los ciudadanos de a pie son iguales, aunque igualmente pobres, lo cual lejos de ser motivo para festejar, debería serlo para lamentar. No obstante, ha de ser remarcado lo siguiente: la cacareada “igualdad” sólo se registra cuando se comparan ciudadanos comunes y corrientes; la disonancia aparece cuando se coteja el nivel de vida del poblador ordinario con el de la partidocracia acomodada (por Fidel y no por el pueblo, claro).
La isla ofrece, probablemente, el mayor margen de diferencia social y económica del continente: mientras la familia Castro y sus lugartenientes inmediatos gozan de los placeres más variados desde las alturas del poder político y económico de la isla, su pueblo languidece en el subsuelo de la miseria. No existen los grises. Jorge Masetti, ex-agente cubano y “niño mimado” de Manuel Piñeiro, lo ha confesado así: “¿Privilegios? ¡Claro que existen! Primeramente, privilegios de función. En un país pobre, sometido al racionamiento, los cuadros superiores del régimen tienen acceso a casas, a vehículos, a equipos domésticos, sin ninguna transacción monetaria. Bienes que nadie soñaría poder adquirir ni siquiera mediante el trabajo más encarnizado”.11
Recordemos que la revista especializada Forbes supo revelar que Fidel Castro poseía la sexta fortuna más importante del mundo, de unos 900 millones de dólares. ¿Y qué hay de los ingresos de los cubanos de a pie? Pues están un poco lejos de esa cifra: el salario per cápitade los ciudadanos de Cuba es de 20 dólares mensuales, según lo han reconocido los medios oficiales, lo que suma un ingreso promedio de 240 dólares anuales.12
Fidel Castro ha muerto. Es hora de que su mitología también lo haga.

Los mitos del castrismo

Agustín Laje aclara que la educación y la salud destacaban como una de las mejores en Iberoamérica antes de la Revolución de Castro y que desde su llegada muchos indicadores de estas o han progresado poco o se han mantenido o incluso empeorado.


Agustín Laje
 
dirige el Centro de Estudios Libertad y Responsabilidad, y es co-autor del libro “Cuando el relato es una FARSA”.
Murió la Unión Soviética, pero Fidel Castro sobrevivió. Murió Fidel Castro, pero su mitología parece que sobrevivirá por mucho tiempo más, a menos que los historiadores y los intelectuales sean capaces de efectuar juicios críticos de verdad, que desnuden el fracaso del sistema que sometió a los cubanos en lo que fue la dictadura más longeva de nuestro continente.
Propongo aquí desmenuzar algunos mitos que rondan desde hace tiempo en el discurso político procurando exculpar a Castro por sus terribles crímenes contra la humanidad.

Sunday, November 13, 2016

Los mitos y la libertad

Luis Alfonso Herrera Orellana dice que a pesar de que los mitos caudillistas han sido sometidos a profundas y contundentes críticas, estas usualmente han carecido de mitos alternativos acerca de la cultura de la libertad.

Los mitos y la libertad


Luis Alfonso Herrera
 
es Licenciado en Filosofía y Abogado especializado en Derecho Administrativo por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Herrera se desempeña actualmente como Investigador de CEDICE-Libertad y es director de la asociación civil Un Estado de Derecho. Además, es profesor de la UCV.
En su discurso de incorporación a la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias, Artes y Letras, leído el 18 de junio de 2014, el jurista venezolano Asdrúbal Aguiar afirmó que “durante 183 años de historia independiente los venezolanos hemos sido, en 130 años, ciudadanos de repúblicas militares o colonizadas por los mitos revolucionarios”.
Aclaremos: ¿a qué nos referimos cuando hablamos de “mitos”? Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, la palabra mito tiene cuatro significados: “1. Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. 2. Historia ficticia o personaje literario o artístico que encarna algún aspecto universal de la condición humana. El mito de don Juan. 3. Persona o cosa rodeada de extraordinaria admiración y estima. 4. Persona o cosa a la que se atribuyen cualidades o excelencias que no tiene. Su fortuna económica es un mito”.


A esos mitos revolucionarios a los que alude Aguiar, entre los que se encuentran la supuesta pureza de los habitantes originarios corrompida por la conquista, la condición de héroes impolutos de los militares que batallaron por la independencia con Simón Bolívar a la cabeza, la gloria absoluta de la guerra de independencia y la malignidad radical de todo lo español, se deben sumar otros que surgieron durante la historia “republicana” de Venezuela, algunos de ellos contradictorios entre sí, como son la supuesta necesidad de un caudillo fuerte (militar) que guíe con mano dura a la nación, la revolución socialista como vía a la “suprema felicidad social”, la condición de país rico por la existencia de petróleo en el subsuelo, la autosuficiencia del gobierno central para sostener la economía mediante la redistribución de la riqueza, la democracia como respuesta única a todos los conflictos sociales, la Constitución como fetiche para “refundar” la República cuantas veces lo pida el caudillo de turno y el papel internacional de Venezuela de gran representación de los países subdesarrollados frente al “imperialismo”. Todos ellos, puede decirse, entran en la cuarta acepción de la palabra mito, pues ninguno tiene las cualidades o excelencias que se le atribuyen, y además, su acogida ha resultado muy negativa para los venezolanos.
Todos estos mitos, que han pasado de generación en generación de venezolanos gracias no solo a la tradición oral y a la actividad de difusión de sus interesados cultores, sino también a su irresponsable y acrítica promoción a través de programas y libros usados en el sistema educativo nacional (tanto en las escuelas básicas estatales como en las privadas, e igualmente en el nivel universitario), han sido objeto de hondo análisis por diferentes expertos, desde las más diversas áreas del conocimiento, siendo una breve muestra de ello los ensayos de destacados venezolanos como Aníbal Romero (La miseria del populismo), Carlos Rangel(Del buen salvaje al buen revolucionario), Ana Teresa Torres (La herencia de la tribu) y Enrique Viloria Vera (Neopopulismo y neopatrimonialismo), todos los cuales, en general, tienen la doble finalidad de, por un lado, revelar ante el gran público la existencia de todos estos mitos, y por otro, mostrar las hondas consecuencias, en general muy negativas, que todos ellos han tenido para el desarrollo institucional, político, social y económico de nuestra sociedad, así como la conveniencia de su abandono.
Ahora bien, al no ser ese uno de sus propósitos, no encontramos en estos ensayos, y en general en las fundadas críticas que tanto en Venezuela como en otros países de la región se hacen contra los mitos políticos hispanoamericanos, ningún planteamiento orientado a la sustitución de mitos como los mencionados con anterioridad por otros que, en lugar de generar atraso y conflicto, brinden por el contrario base sólida a la cultura de la libertad y el conjunto de instituciones que la garantizan y fortalecen (democracia representativaEstado de Derechoeconomía de mercadoderechos de propiedad, descentralización, libertad de prensaindependencia judicialpluralismo y tolerancia, entre otros), omisión que tal vez se deba a la reducción de la palabra mito a su cuarta acepción, y a la implícita aceptación de dos premisas consideradas esenciales a la hora de enfrentar el impacto negativo de estos mitos políticos: 1) que actuar conforme a mitos es algo pre-moderno, contrario a la razón y la ciencia, y por tanto no es posible ni aceptable defender la cultura de la libertad apelando a mitos, y 2) que los seres humanos, gracias al conocimiento científico y la tecnología, está en capacidad de vivir perfectamente sin mitos, basando su conducta únicamente en evidencias, experiencias, verificaciones y demostraciones.
Me permito disentir de ambas premisas, y plantear como opción para la mejor defensa de la libertad en nuestra región y en otras partes del mundo, partiendo de la primera y tercera acepción de la palabra mito, el rescatar y difundir la narrativa maravillosa de la libertad, destacando a las personas y cosas dignas de extraordinaria admiración y estima que la han hecho posible en todos los continentes y tiempos. Respecto de la primera premisa, porque así como las emociones del ser humano no son contrarias al desarrollo y uso de sus capacidades cognitivas, los mitos no son artificios en sí mismos contrarios a la posibilidad de mejora de las sociedades, ni per se incompatibles con el conocimiento, la argumentación y el desarrollo, ya que son muchos los ejemplos de personajes y eventos históricos, e incluso de ficción, que han inspirado a generaciones de personas en todo el mundo, más allá de los países en que aquellos vivieron o surgieron. Ejemplos de ello son Abraham Lincoln, la Batalla de Las Termópilas y Don Quijote de La Mancha. Sin duda, debemos entonces moderar el uso peyorativo de la palabra mito. Y de la segunda premisa, porque dado que el ser humano no puede vivir en cuanto tal sin ficciones, sin valores, sin creencias y sin sueños, no obstante que estamos en el siglo XXI, entonces tampoco puede vivir sin mitos que lo inspiren y hagan experimentar, por ejemplo, lo extraordinario de la lucha, conquista y preservación de la libertad.
Para ello, resulta indispensable tener en cuenta lo sostenido por una autoridad en la materia, como es Joseph Campbell, quien afirma que “…en todo el mundo habitado, en todos los tiempos y en todas las circunstancias, han florecido los mitos del hombre; han sido la inspiración viva de todo lo que haya podido surgir de las actividades del cuerpo y de la mente humanos. No sería exagerado decir que el mito es la entrada secreta por la cual las inagotables energías del cosmos se vierten en las manifestaciones culturales humanas” (Campbell, El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito, p. 11). De allí que plantee en otra de sus obras lo siguiente: “…Ya que los órdenes morales de las sociedades siempre han estado fundamentados en los mitos, en los canonizados como la religión, y ya que el impacto de la ciencia sobre los mitos ha resultado —aparentemente sin poder evitarlo— en el desequilibrio moral, debemos preguntarnos si no es posible llegar científicamente a un entendimiento de la naturaleza de los mitos como base de la vida, de manera que, al criticar sus rasgos arcaicos, no desfiguremos y descalifiquemos su necesidad” (Campbell, Los mitos. Su impacto en el mundo actual, p. 25). Toca a los amantes y defensores de la libertad en Hispanoamérica la desafiante, pero también apasionante sustitución de los mitos que generan autoritarismo y pobreza por los mitos que, por el contrario, estimulan la libertad y la prosperidad en las sociedades

Los mitos y la libertad

Luis Alfonso Herrera Orellana dice que a pesar de que los mitos caudillistas han sido sometidos a profundas y contundentes críticas, estas usualmente han carecido de mitos alternativos acerca de la cultura de la libertad.

Los mitos y la libertad


Luis Alfonso Herrera
 
es Licenciado en Filosofía y Abogado especializado en Derecho Administrativo por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Herrera se desempeña actualmente como Investigador de CEDICE-Libertad y es director de la asociación civil Un Estado de Derecho. Además, es profesor de la UCV.
En su discurso de incorporación a la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias, Artes y Letras, leído el 18 de junio de 2014, el jurista venezolano Asdrúbal Aguiar afirmó que “durante 183 años de historia independiente los venezolanos hemos sido, en 130 años, ciudadanos de repúblicas militares o colonizadas por los mitos revolucionarios”.
Aclaremos: ¿a qué nos referimos cuando hablamos de “mitos”? Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, la palabra mito tiene cuatro significados: “1. Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. 2. Historia ficticia o personaje literario o artístico que encarna algún aspecto universal de la condición humana. El mito de don Juan. 3. Persona o cosa rodeada de extraordinaria admiración y estima. 4. Persona o cosa a la que se atribuyen cualidades o excelencias que no tiene. Su fortuna económica es un mito”.