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Friday, March 3, 2017

El Estado colombiano: un Leviatán hambriento

El Estado colombiano: un Leviatán hambriento

Estado
Nuestros políticos desean que el monstruo sea cada vez más grande, ya que así tendrán un mayor control sobre los ciudadanos. (Flickr)
La mayoría de los políticos colombianos, tanto de izquierda como de derecha, piensan que el Estado debe estar inmerso en todos los ámbitos privados de los individuos, desde cómo deben manejar su economía, cómo deben relacionarse con los demás, con quién deben relacionarse, hasta qué libertades civiles pueden desarrollar y cómo deben hacerlo.
En otras palabras, para nuestros políticos, el Estado debe ser un Leviatán de cientos de ojos y tentáculos, con la capacidad suficiente de controlar a la totalidad de los ciudadanos.
Claro que nuestros políticos no salen a los medios a decir que así debe ser el Estado. Sin embargo, cada una de las políticas, proyectos de ley, sentencias, resoluciones y acuerdos que promueven, dejan a la vista que éste es el objetivo que tienen en mente.


Thursday, June 30, 2016

El Estado colombiano: un Leviatán hambriento

La realidad es que la mayoría de nuestros políticos utilizan al Estado colombiano para controlar cada uno de los aspectos de la vida de los ciudadanos

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Nuestros políticos desean que el monstruo sea cada vez más grande, ya que así tendrán un mayor control sobre los ciudadanos. (Flickr)
Por Miguel Ángel Camacho
La mayoría de los políticos colombianos, tanto de izquierda como de derecha, piensan que el Estado debe estar inmerso en todos los ámbitos privados de los individuos, desde cómo deben manejar su economía, cómo deben relacionarse con los demás, con quién deben relacionarse, hasta qué libertades civiles pueden desarrollar y cómo deben hacerlo.
En otras palabras, para nuestros políticos, el Estado debe ser un Leviatán de cientos de ojos y tentáculos, con la capacidad suficiente de controlar a la totalidad de los ciudadanos.



Claro que nuestros políticos no salen a los medios a decir que así debe ser el Estado. Sin embargo, cada una de las políticas, proyectos de ley, sentencias, resoluciones y acuerdos que promueven, dejan a la vista que éste es el objetivo que tienen en mente. Lo que tampoco nos dicen es que los ojos y tentáculos del Leviatán que intenta controlarnos son, a su vez, controlados por ellos mismos.
Así como no nos han dicho lo anterior, tampoco nos han dicho que el monstruo debe ser alimentado constantemente. Sin embargo, le damos de comer como a perro hambriento, sin ser conscientes de las consecuencias que ello acarrea. Incluso en ocasiones lo hacemos gustosos, aunque siempre obligados. Nuestros políticos desean que el monstruo sea cada vez más grande, ya que así tendrán un mayor control sobre los ciudadanos.
Aunque, si observamos un poco más allá, no es el Leviatán quien decide embutirse la boca de comida, él está siendo obligado a comer. Esto se debe a que, mientras más llena tenga la boca, más comida caerá al suelo. ¿Y quiénes recogen las sobras? ¿Quiénes se ensucian las manos? Pues los mismos que lo obligan a comer: nuestros políticos… Ellos se alimentan de esas sobras que, de hecho, no son pocas.
Es así como los mismos ciudadanos alimentan al Leviatán que pretende controlar sus vidas, y al mismo tiempo, alimentan, con sobras bastante envidiables, a los políticos que lo utilizan para controlar a los ciudadanos y sacar de sus bolsillos el alimento que hace crecer a nuestro monstruo.
Es por eso que cuando sale a la luz información como la de Panama Papers, nuestros políticos entran en cólera, señalan intimidatoriamente a quienes no han alimentado adecuadamente al Leviatán, y tratan de tomar, utilizando a nuestro monstruo, lo que a “le pertenece”.
Claro, ante la opinión pública el argumento que esgrimen es que ese alimento servirá como combustible para impulsar la economía del país, hacer más obras sociales y mejorar la calidad de los servicios que presta el Estado. ¡Mienten! Y lo peor es que la mayoría de los ciudadanos les creen, respaldan e impulsan al Leviatán para que coma la comida que ni compró ni preparó.
Los ciudadanos no se dan cuenta que diariamente alimentan a un monstruo que no debe ser alimentado, o no por lo menos no en la forma en que lo hacen. No se dan cuenta de que son nuestros políticos (del Partido Liberal, Verde, Conservador, Centro Democrático, Polo Democrático, Cambio Radical, Unidad Nacional, Progresistas, ASI, entre decenas más) los que utilizan a este monstruo para saquear sus neveras, sus alacenas, sus cuentas de ahorro, sus empresas y sus bolsillos.
La realidad es que la mayoría de nuestros políticos utilizan al Estado colombiano para controlar cada uno de los aspectos de la vida de los ciudadanos, del mismo modo que lo utilizan para alimentar sus propios bolsillos, saciar su hambre de poder y garantizar, ingenuamente, que el ciclo de hambre, comida y crecimiento sea, de alguna manera u otra, interminable.
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Es posible que cuando los ciudadanos no tengan con qué alimentar al Leviatán, nuestros políticos traten de convencernos de que nos ofrezcamos como sacrificio para no desatar la furia del monstruo. ¿Lo lograrán? ¿O será que cuando los ciudadanos ya no tengan con qué alimentar al monstruo se darán cuenta de que lo mejor es dejar que el Leviatán, y a la vez nuestros políticos, mueran de hambre?

El Estado colombiano: un Leviatán hambriento

La realidad es que la mayoría de nuestros políticos utilizan al Estado colombiano para controlar cada uno de los aspectos de la vida de los ciudadanos

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Nuestros políticos desean que el monstruo sea cada vez más grande, ya que así tendrán un mayor control sobre los ciudadanos. (Flickr)
Por Miguel Ángel Camacho
La mayoría de los políticos colombianos, tanto de izquierda como de derecha, piensan que el Estado debe estar inmerso en todos los ámbitos privados de los individuos, desde cómo deben manejar su economía, cómo deben relacionarse con los demás, con quién deben relacionarse, hasta qué libertades civiles pueden desarrollar y cómo deben hacerlo.
En otras palabras, para nuestros políticos, el Estado debe ser un Leviatán de cientos de ojos y tentáculos, con la capacidad suficiente de controlar a la totalidad de los ciudadanos.