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Wednesday, December 21, 2016

El socialismo cubano debería morir con Castro


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Por Benjamin Powell
La noticia de la muerte de Fidel Castro ha generado elogios para él de parte de numerosos políticos de izquierdas. Mientras que Castro posee un historial de asesinatos, ejercicio dictatorial del poder y ha cometido muchas violaciones a los derechos humanos, unos antecedentes que incluso aquellos que lo alaban aborrecen, son las mismas políticas que algunos izquierdistas ensalzan la fuente de la pobreza de Cuba.
Por ejemplo, en respuesta a la noticia de la muerte de Castro, el candidato presidencial del Partido Verde Jill Stein escribió en Twitter, "Fidel Castro era un símbolo de la lucha por la justicia a la sombra del imperio. ¡Presente!"



Y la congresista Barbara Lee, demócrata por California, quien se reunió con Castro ocho veces a lo largo de los años, dijo que cuando se enteró que Castro había muerto, "estaba muy triste por el pueblo cubano. Él condujo una revolución en Cuba que llevó a mejoras sociales para su pueblo".
No cabe duda de que Castro tiene la sangre de inocentes en sus manos. El Proyecto Archivo Cuba, que exige rigurosa documentación, ha verificado la muerte de 5.600 personas frente a pelotones de fusilamiento y unos 1.200 asesinatos extrajudiciales adicionales. El historiador R.J. Rummel estima que un número mucho mayor de 35.000 a 141.000 cubanos ha muerto a manos del gobierno de Castro.
Los izquierdistas a menudo se disculparon por la brutalidad de los gobiernos socialistas afirmando que los fines justifican los medios. Un defensor de Stalin supuestamente le dijo a George Orwell que "usted no puede hacer una tortilla sin romper huevos". A lo que Orwell respondió: "¿Dónde está la tortilla?
Castro tuvo más de 50 años para cocinar la tortilla y todo lo que entregó fueron huevos rotos. El problema es que la receta, el socialismo, no puede generar una comida de prosperidad económica.
El socialismo requiere que el gobierno posea los principales insumos para la producción (tierra, capital y, al menos implícitamente, la mano de obra de sus propios ciudadanos) y formular un plan de producción y distribución para toda la economía. Pero los planificadores socialistas no pueden saber qué bienes los consumidores desean más urgentemente y el modo más económico de producirlos, debido a que carecen de los precios libremente formados que son subyacentes a los cálculos de pérdidas y ganancias en las economías de mercado.
Además, la planificación necesariamente implica la centralización de una gran cantidad de poder. Los individuos en posiciones de poder a menudo carecen de los incentivos para planificar eficientemente incluso si supieran cómo hacerlo. Una libertad política significativa es ilusoria cuando aquellos en el poder controlan el sustento económico de sus ciudadanos, de modo tal que los gobernantes a menudo planifican para su propio beneficio antes que para el beneficio de su pueblo. Los terribles abusos de poder que se han producido bajo el socialismo son una característica del sistema, no un error.
La mayor parte de los ex países socialistas se convirtieron a alguna forma de economía mixta (capitalismo intervencionista) a finales del siglo XX. Quedan sólo tres países socialistas: Cuba, Venezuela y Corea del Norte y todos ellos son un desastre dado que todos los países socialistas padecen estos severos problemas de incentivos e información.
El fracaso del socialismo cubano debería ser evidente para cualquiera que esté dispuesto a reconocerlo. La pobreza es generalizada; el transporte es pésimo; los bienes básicos de consumo son insuficientes tanto en cantidad como en variedad; la infraestructura se está desmoronando; e incluso la muy elogiada atención de la salud de Cuba ha fallado. El sistema de salud para las elites cubanas (el Partido Comunista, los militares, los escritores oficiales, etc.) es lo que alaban los forasteros. Para la mayoría de los cubanos es tan malo que tienen que llevar sus propias sábanas, jabón, toallas, comida y papel higiénico a los hospitales.
Castro se pegó dogmáticamente a las fracasadas políticas socialistas, mientras que la mayor parte del mundo fuera de Cuba viró pragmáticamente hacia los mercados. Incluso China, donde el Partido Comunista mantiene su control político, hizo reformas importantes alejándose de la planificación socialista y hacia los mercados. Las reformas de China han permitido a casi mil millones de personas (billón en inglés) escapar de la pobreza extrema, mientras que Cuba ha permanecido estancada.
El lema de Castro era "Socialismo o muerte". Su socialismo generó una economía muerta. El futuro de los cubanos será mucho más brillante si las políticas socialistas de Castro se fuesen a la tumba con él

El socialismo cubano debería morir con Castro


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Por Benjamin Powell
La noticia de la muerte de Fidel Castro ha generado elogios para él de parte de numerosos políticos de izquierdas. Mientras que Castro posee un historial de asesinatos, ejercicio dictatorial del poder y ha cometido muchas violaciones a los derechos humanos, unos antecedentes que incluso aquellos que lo alaban aborrecen, son las mismas políticas que algunos izquierdistas ensalzan la fuente de la pobreza de Cuba.
Por ejemplo, en respuesta a la noticia de la muerte de Castro, el candidato presidencial del Partido Verde Jill Stein escribió en Twitter, "Fidel Castro era un símbolo de la lucha por la justicia a la sombra del imperio. ¡Presente!"

Friday, December 9, 2016

Grandes éxitos capitalistas de Castro

Carlos Rodríguez Braun resalta el éxito que han tenido las dictaduras comunistas, incluida la de Fidel Castro, en venderle una imagen favorable a muchos en la prensa occidental.


Carlos Rodríguez Braun
 
es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la misma universidad. Su blog se encuentra en www.carlosrodriguezbraun.com y su cuenta de Twitter es @rodriguezbraun.
Nos puede doler mucho a los amigos de la libertad, pero Fidel Castro fue un político de éxito en el mundo capitalista.
Dentro de los países en los que gobernaron, los comunistas dieron rienda suelta a una de sus dos características fundamentales: la violencia. Ningún sistema político asesinó a tantos trabajadores. Los comunistas acabaron con ellos a tiros, los sepultaron en terribles campos de concentración, y los mataron de hambre: las más mortíferas hambrunas padecidas nunca por el hombre fueron producidas por los comunistas, y fueron consecuencia de sus políticas anticapitalistas, a partir de las que aplicó Lenin hace casi un siglo.



Fuera de los países a los que sometieron dictatorialmente, los comunistas aplicaron sobre todo su otra característica fundamental: la mentira. Y con éxito. Hablando de campos de concentración, pruebe usted a recordar alguna película que haya visto sobre los campos de concentración comunistas, sobre las matanzas comunistas, sobre el hambre que provocaron los comunistas. Casi ninguna ¿verdad? Pues si eso no es un éxito, que venga Marx y lo vea.
El ex juez Baltasar Garzón es un héroe de los derechos humanos, es decir, del camelo conforme al cual se llama defender los derechos humanos a perseguir a Pinochet y a no haberle tosido jamás a Fidel Castro. Las dos cosas juntas definen los derechos humanos, y expresan el espectacular éxito de los comunistas en sus mentiras. Si le gusta a usted la literatura, le bastará con recordar que a Borges le negaron el Premio Nobel porque apoyó a Pinochet. Pero después se lo dieron a García Márquez, que respaldó la dictadura cubana hasta su muerte. A casi todo el mundo le pareció lógico y normal. Y así siguiendo…
O empezando, porque el éxito de Fidel Castro empezó antes de su entrada en La Habana el 1 de enero de 1959. Recuerdo de niño haber visto elogiosos reportajes en la revista Life sobre unos barbudos cubanos. En efecto, nadie hizo más por los criminales comunistas de Cuba que la prensa del país capitalista por excelencia, Estados Unidos, desde que Herbert Lionel Matthews, reportero y editorialista del New York Times, entrevistó a Castro en Sierra Maestra en 1957. El periodista, que fue crucial para convertir a Castro en un atractivo rebelde, insistió siempre que Castro no era comunista, y que lo único que en realidad quería era derrocar a Fulgencio Batista para celebrar…unas elecciones libres. En el lugar donde lo entrevistó, hay un monumento erigido por la dictadura en su recuerdo. Son comunistas, pero saben reconocer a sus amigos.
Dirá usted: es una excepción, porque la prensa siempre apoya el pensamiento crítico y la libertad. Piénselo mejor. Recuerde el tratamiento relativamente dulce que el comunismo suele recibir en los medios capitalistas. Y recuerde a Walter Duranty, que, junto con otros periodistas más famosos, en particular John Reed, brindaron un retrato idílico de los salvajes comunistas rusos de 1917. A ver: ¿en qué periódico trabajaba Duranty? ¿En qué periódico escribió unos reportajes repugnantes donde negó la hambruna generalizada que habían provocado los comunistas, siendo galardonado nada menos que con el Premio Pulitzer? Pues sí, claro que sí: en el New York Times.

Grandes éxitos capitalistas de Castro

Carlos Rodríguez Braun resalta el éxito que han tenido las dictaduras comunistas, incluida la de Fidel Castro, en venderle una imagen favorable a muchos en la prensa occidental.


Carlos Rodríguez Braun
 
es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la misma universidad. Su blog se encuentra en www.carlosrodriguezbraun.com y su cuenta de Twitter es @rodriguezbraun.
Nos puede doler mucho a los amigos de la libertad, pero Fidel Castro fue un político de éxito en el mundo capitalista.
Dentro de los países en los que gobernaron, los comunistas dieron rienda suelta a una de sus dos características fundamentales: la violencia. Ningún sistema político asesinó a tantos trabajadores. Los comunistas acabaron con ellos a tiros, los sepultaron en terribles campos de concentración, y los mataron de hambre: las más mortíferas hambrunas padecidas nunca por el hombre fueron producidas por los comunistas, y fueron consecuencia de sus políticas anticapitalistas, a partir de las que aplicó Lenin hace casi un siglo.


Castro y la dignidad humana

Mary Anastasia O'Grady dice que aún si fuesen ciertos los logros en salud del régimen de Fidel Castro, no hay logro que justifique la brutalidad de su régimen.


Mary Anastasia O'Grady
 
es editora de la columna de las Américas del Wall Street Journal.
Dejando de lado las celebraciones en las calles de Miami, la reacción más generalizada entre los cubanos a la muerte de Fidel Castro, dentro y fuera de la isla, parece ser el alivio. Uno de los mayores narcisistas de la historia, padre de casi 60 años de tormento nacional, ha regresado al polvo del que vino. Eso es un consuelo.
Castro dejó a una otrora tierra próspera y prometedora en una pobreza abyecta. Pero su legado es mucho peor que la ruina material de un país. Su apetito insaciable de poder absoluto quedó demostrado en una obsesión con cazar hasta el último inconforme, quitándole a la población su dignidad humana.


Vale la pena recordar esta realidad en momentos en que el mundo ofrece retrospectivas sobre la vida de Castro, casi siempre agregando que el tirano le dio a Cuba un gran sistema de salud. Si eso fuera cierto no justificaría su brutalidad. Y no es cierto, como descubrimos en 2007, cuando los doctores cubanos cometieron errores en su tratamiento por diverticulitis y un especialista español tuvo que viajar para salvarlo. La verdad es que al régimen la vida humana le importa un comino.
A Castro lo propulsaba una ambición maniática de poseer y dominar el alma cubana. No hay lugar donde se aprecien más las consecuencias que en las altísimas tasas de aborto del país. En un artículo del 22 de noviembre para el sitio Cubanet, el periodista independiente Eliseo Matos citó un estudio de abortos realizado por los doctores cubanos Luisa Álvarez Vásquez Nelli Salomón Avich. Hallaron que desde 1980, un tercio de los embarazos cubanos han sido interrumpidos.
Igualmente perturbador es que las tasas de aborto son altas entre las adolescentes y a menudo son exigidas por el Estado. No hay que ser religioso para ver esto como una crisis existencial nacional, un reflejo de una sociedad que lucha contra el nihilismo.
Esto no sucedió de la noche a la mañana. Es el resultado de décadas de vivir bajo una dictadura que exige la total sumisión a la voluntad de una persona. En una entrevista de 1986 con Los Angeles TimesArmando Valladares, quien fue prisionero de Castro durante 22 años, describió el uso por parte del régimen de “celdas cajón” en sus mazmorras. Cinco o seis prisioneros eran confinados por días en estos estrechos espacios de 1,8 metros de largo. “Tenían que sentarse con las rodillas contra sus cuerpos. No había espacio para moverse; los prisioneros tenían que orinar y defecar ahí”, explicó Valladares.
Todo tipo de tortura era usada con el fin de “romper la resistencia del prisionero”, dijo Valladares. Si un prisionero decía que “estaba equivocado, negaba sus creencias religiosas, asegurando que provenían de la edad obscura y si admitía que ahora entendía que el comunismo era la solución para los problemas de la humanidad y deseaba la oportunidad de reingresar a la nueva sociedad comunista, entonces podía salir de la celda y pasar a una granja de reeducación”.
No podía haber un mayor poder, nadie más adorado que Fidel. Dios era un problema, así que los sacerdotes y monjas fueron apresados y exiliados, la religión fue prohibida y el régimen hizo todo lo posible para destruir a la familia cubana.
En 1997, la navidad fue legalizada y las iglesias católica y protestante lentamente han ganado cierto espacio. Pero esto fue permitido siempre y cuando las enseñanzas sobre lo sacro de la vida humana no interfieran con el control del régimen. Por lo tanto, el cardenal Ortega de La Habana se distancia del grupo disidente de mujeres católicas conocido como las Damas de Blanco, pese a que frecuentemente son golpeadas en las calles.
En un sistema en el que todos deben someterse al Estado, no es una sorpresa que las tasas de aborto sean particularmente altas entre las adolescentes. Los niños aprenden sobre sexualidad humana de sus maestros comunistas, en términos puramente mecánicos, por supuesto. Generaciones de adolescentes han sido alejadas de sus familias y enviadas a campos de trabajo como parte de su adoctrinamiento.
Como Valladares escribió en The Wall Street Journal en mayo de 2000, “lejos de toda supervisión paterna por nueve meses, los niños sufren de enfermedades venéreas, así como embarazos adolescentes, que inevitablemente terminan en abortos forzados”. Otra razón de las altas tasas de abortos adolescentes es que prostitutas adolescentes ahora ocupan las calles de La Habana, trabajando para ganar divisas extranjeras de los turistas.
El aborto también es una herramienta clave del régimen para su “salud”. Cualquier embarazo considerado como riesgoso es terminado inmediatamente, una decisión que toma el Estado. Esto reduce la tasa de mortalidad infantil, la cual es usada por Cuba para impresionar al mundo con su “progreso”.
Sin embargo, Cuba no ha logrado nada especial respecto de la mortalidad infantil. En una entrada de blog del 1 de diciembre en el sitio web HumanProgress del Instituto Cato, Marian Tupy señaló que entre 1963 y 2015, la mortalidad infantil en Cuba cayó en 90%, mientras en Chile bajó en 94%. En Latinoamérica y el Caribe en general ha caído 86%.
El único logro singular de Fidel Castro fueron 57 años de represión que buscaron exterminar cualquier significado de la vida de aquellos que vivían bajo su yugo.

Castro y la dignidad humana

Mary Anastasia O'Grady dice que aún si fuesen ciertos los logros en salud del régimen de Fidel Castro, no hay logro que justifique la brutalidad de su régimen.


Mary Anastasia O'Grady
 
es editora de la columna de las Américas del Wall Street Journal.
Dejando de lado las celebraciones en las calles de Miami, la reacción más generalizada entre los cubanos a la muerte de Fidel Castro, dentro y fuera de la isla, parece ser el alivio. Uno de los mayores narcisistas de la historia, padre de casi 60 años de tormento nacional, ha regresado al polvo del que vino. Eso es un consuelo.
Castro dejó a una otrora tierra próspera y prometedora en una pobreza abyecta. Pero su legado es mucho peor que la ruina material de un país. Su apetito insaciable de poder absoluto quedó demostrado en una obsesión con cazar hasta el último inconforme, quitándole a la población su dignidad humana.