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Tuesday, August 22, 2017

El vaquero libertario y poeta III



Ricardo Valenzuela
Cuando llegan al punto en que sus caminos se apartan, Vallian se dispone a continuar su jornada, y la mujer al despedirse le afirma: “Bien Mr. Vallian, espero tenga una buena vida y encuentre su casa.”
El vaquero sonríe y responde: “Señora; mi vida no podría ser mejor, tengo todo lo que necesito: Primero, ese Sr. Grant que dicen me anda buscando, dizque para ayudarme, pero cargando una trampa para coyote, está a más de 3000 millas de aquí y que nunca se atreva a cruzar el umbral de mi potrero, pues siempre cargo mi colt 45 y una carabina 30-30 para defender mi territorio. La opresión del gobierno seguirá extendiéndose por todo el país, pero yo continuaré cabalgando hacia el oeste, buscando lugares en donde no haya llegado.”
“Tengo café, frijoles y carne seca en mis alforjas, buen tabaco para masticar. Le suelto la rienda a mi caballo y al caer la noche hago campamento, tiro una cobija en el suelo y con otra me cubro, me acuesto recargado en mi silla de montar y miro las estrellas, respiro profundamente la libertad dibujando el propósito de mi vida, y cómo lo voy alcanzar, se callan las cuichis y las palomas, aúllan los coyotes y empieza el canto del tecolote, cierro los ojos y me duermo; esa es mi casa Señora.” 

 
Vallian se despedía de la pareja de pioneros que finalmente habían localizado la parcela de tierra que el gobierno les asignara, en su plan de asentamientos del oeste de EU. Habían ya iniciado la construcción de su casa en lo que era un paso más hacia la realización de su sueño, un rancho ganadero ubicado en la línea divisoria de Texas y Nuevo Mexico. Era una región especial para la cría de ganado con sus lomeríos de pastizales que se extendía mas allá de lo que alcanzaba la vista. Las lomas se adornaban con bellos encinales, cedros, y a las orillas de los arroyos enormes álamos y sauces, poco más arriba, ya en las faldas de la sierra, aparecían hermosos pinos.  

Cabalgando hacia el suroeste, Vallian pensaba los McKaskel eran una familia afortunada, y no tenía duda serían exitosos en su proyecto. Pero era una  región completamente alejada de la civilización y, se podría decir, una zona despoblada en donde la ley era un producto totalmente desconocido. Los apaches y comanches fieramente combatían cualquier tipo de asentamientos en lo que ellos consideraban era su tierra. Eran tribus que en los últimos 35 años del siglo 19, se embarcarían en una mortal lucha contra los blancos, tanto americanos como mexicanos, que cobraría miles de vidas en la geografía donde se desarrollaría la vida de Vallian. La salvaje región de Sonora, Chihuahua, Nuevo Mexico, Arizona y Texas.

Los apaches habían estado en guerra contra los españoles desde el siglo 16 cuando estos llegaran a Nuevo Mexico. Aun cuando los sacerdotes intentaban convertirlos al cristianismo, los españoles habían sido sumamente crueles en la lucha contra esos pueblos. Los capturaban para luego venderlos como esclavos, o simplemente enviarlos a Cuba para usarlos en la edificación de sus fuertes e iglesias. El odio y la agresividad de los apaches se habían incrementado a través de los siglos. Al arribo de Vallian, el fenómeno era especialmente peligroso debido a la nueva política de exterminio que ahora implementaban los EU, y ante tal cacería, las tribus enfurecidas cruzaban la nueva frontera entre EU-Mexico, para llevar a cabo sus correrías y establecer sus asentamientos en Chihuahua y el noroeste de Sonora, en donde sus ataques provocaban pavor en el norte de Chihuahua y en toda la región del rio de Sonora.

Vallian se dirigía a Nuevo Mexico huyendo de las multitudes de inmigrantes que, como los McKaskel, en avalanchas invadían el oeste en busca de una mejor vida. Su sueño era iniciar su proyecto para establecerse como ganadero, pero sin aceptar ayuda alguna del gobierno, puesto que él consideraba era una fórmula de crear dependencia. Después de todo, el era un vaquero texano que hubiera nacido, crecido y trabajado en ranchos ganaderos en todo el estado de Texas y Oklahoma. El oeste estaba abierto para hombres de ambiciones sanas y, lo más importante, era una región de libertad. Pero también porque un hombre que el admiraba y respetaba, un texano llamado Leobardo Gálvez, con cierta terquedad le había insistido en lo interesante del pueblo de Socorro.

La guerra civil acababa de finalizar y los confederados, al mismo ritmo que los norteños de la unión desarrollaban su soberbia ante la victoria, ellos incrementaban su resentimiento y deseos de venganza. Vallian tenía claro que el agresor había sido el norte y, sobre todo, más claro tenía la esclavitud no había tenido absolutamente nada que ver en el inicio de hostilidades. Los estados sureños, que conservaban las ideas libertarias de los padres de la patria, eran agredidos por su firme oposición al centralismo que Lincoln establecía, a quien ellos consideraban el Santana americano. Nuevo Mexico estaba ya invadido por los victoriosos norteños y Vallian lo estaba comprobando. Ello provocara que seguido recibiera agresiones verbales de parte de los yankees, que lo reconocían como el clásico “rebelde”.

En estados como Texas y algunos otros confederados, los perdedores se habían estructurado como guerrillas para seguir combatiendo, y nacían organizaciones como el Ku Klux Klan. Si a ello le sumamos los enfrentamientos entre mexicanos originales de Texas y Nuevo Mexico, con los inmigrantes anglosajones, los apaches y comanches en son de guerra, Vallien pensaba era un volcán dormido a punto de explotar. Su ideología libertaria lo impulsaba a buscar vivir en paz, a pesar que, siempre en defensa propia, había tenido que privar de la vida de seres humanos, en especial cuando cabalgara en las filas de los Rangers de Texas. Por ello, caminaba hacia el oeste buscando esa paz, su destino y, en especial, su libertad.

Siendo un vaquero con gran pasión por el conocimiento, lo llevaría a educarse a través de la lectura descifrando el divino concepto de libertad. Ese concepto que hombres como Jefferson, Adams, Jackson, e inclusive, el mismo Jefferson Davis—presidente de los estados confederados—habían estado dispuestos a entregar su vida para lograrla, presentía la suya se asomaba a un futuro de incertidumbre. Su educación formal apenas llegaba hasta el quinto grado, o era lo que él decía, pero durante años había devorado libros lo que le daba una perspectiva diferente ante la vida. El primero que le regalara uno de sus maestros fue; “Dos tratados de Gobierno”, de John Locke, eso le cambiaría su vida. Le había impactado la forma en que Locke afirmaba los derechos naturales no eran una concesión del estado, eran otorgados por dios y anteriores a los gobiernos.

Después de cabalgar durante varios días, llegaba al bello pueblo de Socorro, Nuevo Mexico, una región de grandes explotaciones ganaderas que construían una sociedad prospera y, hasta hacía algunos años, libre y en paz. Pero al pasar Nuevo Mexico a ser territorio de los EU, se iniciaba una expansiva ola de inmigrantes anglosajones, que de inmediato provocaban enfrentamientos con los mexicanos originales. Esos mexicanos en su mayoría eran descendientes de los españoles, que arribaran hacía más de 300 años para fundar los primeros asentamientos.

El territorio de Nuevo Mexico, que originalmente incluía Arizona, era la región más abandonada desde la frontera del rio Suchiate hasta Alaska y, por lo mismo, gran refugio de bandoleros, aventureros y fugitivos de la ley. Era también el epicentro de las luchas entre blancos, apaches y comanches. Era igualmente un paraíso para los abigeos mexicanos que fácilmente se introducían para robar ganado. A pesar del gris panorama que el vaquero encontraba, decide quedarse, cuando menos por un tiempo, en ese bello pueblo.

Procede a instalarse en el único hotel de Socorro, Vallian inicia la redacción de una larga carta para Susanna Mc Kaskel, la esposa del pionero que había acompañado hasta su destino. Entre ellos había surgido una extraña relación que, durante los últimos días de aquella jornada, los había convertido en apasionados amantes para enviarlos a un remolino de confusiones que, particularmente al vaquero, le provocara pensar se había enamorado. La carta era melancólica y de nuevo le confesaba sus sentimientos, pero también le decía, en medio de un halo de tristeza, estar consciente de que nunca se volverían a ver. Finalmente, una vez más les ofrece su ayuda y si algún día lo necesitaran, sabrían como contactarlo.

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