Ricardo Valenzuela
Cuando llegan al punto en que sus caminos se apartan, Vallian se dispone
a continuar su jornada, y la mujer al despedirse le afirma: “Bien Mr. Vallian,
espero tenga una buena vida y encuentre su casa.”
El vaquero sonríe y responde: “Señora; mi vida no podría ser mejor,
tengo todo lo que necesito: Primero, ese Sr. Grant que dicen me anda buscando,
dizque para ayudarme, pero cargando una trampa para coyote, está a más de 3000
millas de aquí y que nunca se atreva a cruzar el umbral de mi potrero, pues siempre
cargo mi colt 45 y una carabina 30-30 para defender mi territorio. La opresión
del gobierno seguirá extendiéndose por todo el país, pero yo continuaré
cabalgando hacia el oeste, buscando lugares en donde no haya llegado.”
“Tengo café, frijoles y carne seca en mis alforjas, buen tabaco para
masticar. Le suelto la rienda a mi caballo y al caer la noche hago campamento,
tiro una cobija en el suelo y con otra me cubro, me acuesto recargado en mi
silla de montar y miro las estrellas, respiro profundamente la libertad
dibujando el propósito de mi vida, y cómo lo voy alcanzar, se callan las
cuichis y las palomas, aúllan los coyotes y empieza el canto del tecolote,
cierro los ojos y me duermo; esa es mi casa Señora.”
Vallian se despedía
de la pareja de pioneros que finalmente habían localizado la parcela de tierra
que el gobierno les asignara, en su plan de asentamientos del oeste de EU.
Habían ya iniciado la construcción de su casa en lo que era un paso más hacia
la realización de su sueño, un rancho ganadero ubicado en la línea divisoria de
Texas y Nuevo Mexico. Era una región especial para la cría de ganado con sus
lomeríos de pastizales que se extendía mas allá de lo que alcanzaba la vista.
Las lomas se adornaban con bellos encinales, cedros, y a las orillas de los
arroyos enormes álamos y sauces, poco más arriba, ya en las faldas de la
sierra, aparecían hermosos pinos.
Cabalgando hacia el
suroeste, Vallian pensaba los McKaskel eran una familia afortunada, y no tenía
duda serían exitosos en su proyecto. Pero era una región completamente alejada de la
civilización y, se podría decir, una zona despoblada en donde la ley era un
producto totalmente desconocido. Los apaches y comanches fieramente combatían
cualquier tipo de asentamientos en lo que ellos consideraban era su tierra.
Eran tribus que en los últimos 35 años del siglo 19, se embarcarían en una mortal
lucha contra los blancos, tanto americanos como mexicanos, que cobraría miles
de vidas en la geografía donde se desarrollaría la vida de Vallian. La salvaje región
de Sonora, Chihuahua, Nuevo Mexico, Arizona y Texas.
Los apaches habían
estado en guerra contra los españoles desde el siglo 16 cuando estos llegaran a
Nuevo Mexico. Aun cuando los sacerdotes intentaban convertirlos al
cristianismo, los españoles habían sido sumamente crueles en la lucha contra
esos pueblos. Los capturaban para luego venderlos como esclavos, o simplemente
enviarlos a Cuba para usarlos en la edificación de sus fuertes e iglesias. El
odio y la agresividad de los apaches se habían incrementado a través de los
siglos. Al arribo de Vallian, el fenómeno era especialmente peligroso debido a
la nueva política de exterminio que ahora implementaban los EU, y ante tal cacería,
las tribus enfurecidas cruzaban la nueva frontera entre EU-Mexico, para llevar
a cabo sus correrías y establecer sus asentamientos en Chihuahua y el noroeste
de Sonora, en donde sus ataques provocaban pavor en el norte de Chihuahua y en
toda la región del rio de Sonora.
Vallian se dirigía a
Nuevo Mexico huyendo de las multitudes de inmigrantes que, como los McKaskel,
en avalanchas invadían el oeste en busca de una mejor vida. Su sueño era iniciar
su proyecto para establecerse como ganadero, pero sin aceptar ayuda alguna del
gobierno, puesto que él consideraba era una fórmula de crear dependencia. Después
de todo, el era un vaquero texano que hubiera nacido, crecido y trabajado en
ranchos ganaderos en todo el estado de Texas y Oklahoma. El oeste estaba
abierto para hombres de ambiciones sanas y, lo más importante, era una región
de libertad. Pero también porque un hombre que el admiraba y respetaba, un
texano llamado Leobardo Gálvez, con cierta terquedad le había insistido en lo
interesante del pueblo de Socorro.
La guerra civil
acababa de finalizar y los confederados, al mismo ritmo que los norteños de la
unión desarrollaban su soberbia ante la victoria, ellos incrementaban su
resentimiento y deseos de venganza. Vallian tenía claro que el agresor había
sido el norte y, sobre todo, más claro tenía la esclavitud no había tenido
absolutamente nada que ver en el inicio de hostilidades. Los estados sureños,
que conservaban las ideas libertarias de los padres de la patria, eran
agredidos por su firme oposición al centralismo que Lincoln establecía, a quien
ellos consideraban el Santana americano. Nuevo Mexico estaba ya invadido por
los victoriosos norteños y Vallian lo estaba comprobando. Ello provocara que
seguido recibiera agresiones verbales de parte de los yankees, que lo
reconocían como el clásico “rebelde”.
En estados como Texas
y algunos otros confederados, los perdedores se habían estructurado como
guerrillas para seguir combatiendo, y nacían organizaciones como el Ku Klux Klan.
Si a ello le sumamos los enfrentamientos entre mexicanos originales de Texas y
Nuevo Mexico, con los inmigrantes anglosajones, los apaches y comanches en son
de guerra, Vallien pensaba era un volcán dormido a punto de explotar. Su
ideología libertaria lo impulsaba a buscar vivir en paz, a pesar que, siempre
en defensa propia, había tenido que privar de la vida de seres humanos, en
especial cuando cabalgara en las filas de los Rangers de Texas. Por ello, caminaba
hacia el oeste buscando esa paz, su destino y, en especial, su libertad.
Siendo un vaquero con
gran pasión por el conocimiento, lo llevaría a educarse a través de la lectura
descifrando el divino concepto de libertad. Ese concepto que hombres como
Jefferson, Adams, Jackson, e inclusive, el mismo Jefferson Davis—presidente de
los estados confederados—habían estado dispuestos a entregar su vida para
lograrla, presentía la suya se asomaba a un futuro de incertidumbre. Su
educación formal apenas llegaba hasta el quinto grado, o era lo que él decía, pero
durante años había devorado libros lo que le daba una perspectiva diferente
ante la vida. El primero que le regalara uno de sus maestros fue; “Dos tratados
de Gobierno”, de John Locke, eso le cambiaría su vida. Le había impactado la
forma en que Locke afirmaba los derechos naturales no eran una concesión del
estado, eran otorgados por dios y anteriores a los gobiernos.
Después de cabalgar
durante varios días, llegaba al bello pueblo de Socorro, Nuevo Mexico, una
región de grandes explotaciones ganaderas que construían una sociedad prospera
y, hasta hacía algunos años, libre y en paz. Pero al pasar Nuevo Mexico a ser
territorio de los EU, se iniciaba una expansiva ola de inmigrantes anglosajones,
que de inmediato provocaban enfrentamientos con los mexicanos originales. Esos
mexicanos en su mayoría eran descendientes de los españoles, que arribaran hacía
más de 300 años para fundar los primeros asentamientos.
El territorio de
Nuevo Mexico, que originalmente incluía Arizona, era la región más abandonada
desde la frontera del rio Suchiate hasta Alaska y, por lo mismo, gran refugio
de bandoleros, aventureros y fugitivos de la ley. Era también el epicentro de
las luchas entre blancos, apaches y comanches. Era igualmente un paraíso para
los abigeos mexicanos que fácilmente se introducían para robar ganado. A pesar
del gris panorama que el vaquero encontraba, decide quedarse, cuando menos por
un tiempo, en ese bello pueblo.
Procede a instalarse
en el único hotel de Socorro, Vallian inicia la redacción de una larga carta
para Susanna Mc Kaskel, la esposa del pionero que había acompañado hasta su
destino. Entre ellos había surgido una extraña relación que, durante los
últimos días de aquella jornada, los había convertido en apasionados amantes
para enviarlos a un remolino de confusiones que, particularmente al vaquero, le
provocara pensar se había enamorado. La carta era melancólica y de nuevo le
confesaba sus sentimientos, pero también le decía, en medio de un halo de
tristeza, estar consciente de que nunca se volverían a ver. Finalmente, una vez
más les ofrece su ayuda y si algún día lo necesitaran, sabrían como contactarlo.
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