Alberto
Mansueti
En América latina ya no hay golpes militares. De
elección en elección, elegimos presidentes, y Legislaturas; pero no hay
reformas de fondo: básicamente todo sigue igual, y nada cambia. ¿Por qué?
Los militares están en sus cuarteles, muertos de
miedo: una de las principales estrategias de la izquierda dura, la del Foro de
Sao Paulo, fue meter entre rejas a los viejos generales anticomunistas y
“golpistas” del siglo pasado, tras exhibirlos en espectaculares juicios
públicos, con mucho circo mediático. Fue un mensaje para los oficiales de este
siglo; y surtió efecto. Ya no hay golpes ni dictaduras militares; aquellos
“gobiernos de facto” pasaron a la historia del siglo XX.
Sin embargo, la realidad social y política, como
la realidad natural, no puede suprimirse. En América latina muchos presidentes
están destinados a ser como el “fusible” de un sistema eléctrico: es un componente
hecho de un material conductor, con bajo punto de fusión, colocado para “saltar”
si la tensión se hace excesiva, interrumpiendo así el flujo. ¿Para qué? Para proteger
todo el sistema.
Así pasó en enero de 2000 en Ecuador, con el
presidente Jamil Mahuad; y en noviembre de ese año, en el Perú, con Alberto
Fujimori. Al menos el primero alcanzó a decretar la dolarización, tras 15 meses
en su cargo, y el segundo a hacer reformas “de primera generación”, tras 10
años en el suyo, antes de “saltar” como fusibles. Pero al año siguiente en
Argentina, se “quemó” el fusible De la Rúa, por no haber hecho absolutamente
nada.
El sistema que protegen la derecha mala y las
izquierdas no es eléctrico, es político: el social-mercantilismo, con su
“apartehid” entre los de arriba, disfrutando las mieles del capitalismo de
amigotes en el sector privado, y los de abajo, padeciendo las amarguras del
socialismo en el “público”: escuelas que no enseñan, hospitales que no curan ni
atienden, jubilaciones miserables. Y empresas “micro”, las PYMES, una especie
de salvavidas para apenas sobrevivir. Le llaman estado “de Bienestar”, y lo es,
pero ya vemos a quiénes toca el bienestar, y a quiénes el malestar.
Es inevitable: si la tensión sube de repente, el
fusible se quema, sea de la derecha mala, como en los tres casos antedichos, o
de izquierda. Sucedió en 2003 con “Goni” Sánchez en Bolivia, de derechas, y en
2004 con “Titide” Aristide en Haití, de izquierdas, y también con casi todos
los otros presidentes que fueron depuestos o presionados a renunciar, indefinidos
como Lucio Gutiérrez en Ecuador (2005), de izquierda como Manuel Zelaya en
Honduras (2009) y Fernando Lugo en Paraguay (2012), o derecha pésima como Otto
Pérez Molina en Guatemala.
Esto no es nuevo. En la Biblia leemos muchos casos
de gobernantes fusibles, en los libros “históricos”, que en realidad son libros
políticos. Cuentan primero la historia de los “Jueces”, que fueron 10 entre
Josué y Samuel, después de Moisés. Y después los “Reyes”, 43 en total, tras
Saúl, David y Salomón, y luego 20 en cada uno de los dos reinos, Israel y Judá.
Los libros son ocho: Josué, Jueces, 2 de Samuel, 2
de Reyes y 2 de Crónicas. Según el Apóstol Pablo, en 2 Timoteo 3:16, son para “instruir
en justicia”, o sea para aprender Ciencia Política y Gobierno, en especial
sobre la inestabilidad y la estabilidad de regímenes y sistemas; pero los
cristianos de ahora no lo saben, y por eso no entienden sus Biblias. Hay muchos
buenos estudios; por ejemplo “El mundo de los Jueces”, por John McKenzie, y “En
tiempos de los Reyes”, por Damien Noel.
Los hechos políticos son recurrentes porque la
naturaleza humana es siempre la misma, y sus malas inclinaciones y apetencias,
entre ellas la concupiscencia de poder, los caudillismos, las “revoluciones” y
las intrigas y conjuras de palacio, los golpes y contragolpes, los cambios
reales y cambios cosméticos. ¿No me cree? Lea las historias de los Jueces y Reyes,
y compare con la Antigüedad clásica, tal como se lee en autores griegos como Tucídides
y Jenofonte, o romanos como Tito Livio. ¡Buen provecho!
Pero volvamos a nuestra América “ladina” como le
dice un amigo. En 2002, en Venezuela, los militares atrasados de noticias
dieron un “golpe” estilo siglo XX; pero el tiempo no perdona, y Chávez
“resucitó” políticamente al tercer día. Le cuento que el título para este
artículo era “¿Por qué no hay reformas en América latina?”; pero el de los
fusibles es más atrayente.
Los presidentes no son los únicos fusibles
políticos. Ahora en el Perú se han “quemado” varios funcionarios, y a Kuczynski
la izquierda lo tiene “en jaque”, usando a Keiko y a los fujimoristas como
peones y otras piezas en su juego, para ser movidas, y eventualmente cambiadas,
según sus objetivos estratégicos. La del fusible no es la única metáfora
provechosa para entender los eventos políticos del pasado remoto, o de la
palpitante actualidad; el ajedrez sirve de mucho también.
Claudio Zolla, Dante Ramos y el equipo del Partido
Liberal “Perú Nuevo”, apoyados por el Centro de Liberalismo Clásico, hacemos cuidadoso
seguimiento. Se le ha recordado a Kuczynski que hace 15 años escribió un libro
demandando reformas; ahora es presidente, ¿por qué no hay reformas? Nuestro diagnóstico
es muy claro, y aplicable a otros países de la región, como Argentina:
1.- El sistema está agotado, y la tensión es
insoportable. A cada crisis sigue otra crisis. El país va de crisis en crisis;
los gobernantes tratan de “administrar” las crisis, que son insolubles, pero
distraen la atención, tanto de los Gobiernos como de la opinión pública. Nadie
se enfoca en los problemas reales, menos en las soluciones verdaderas, las
reformas de fondo, de segunda y tercera generación.
2.- Infinidad de compromisos y ataduras
“comerciales” con la derecha mala paralizan a gobernantes y funcionarios. A
ello se suman los compromisos y ataduras ideológicas con el marxismo cultural.
3.- Sólo hay dos salidas del actual modelo “mixto”
de mercantilismo y socialismo; una bien conocida por la opinión, la salida por
la izquierda, tipo Venezuela: socialismo para todos. La otra no es conocida aún
por la gente, tipo regiones del sur de la China: capitalismo para todos. Pero
esta no le conviene al sistema: la libre competencia es una amenaza para los
mercantilistas, y el liberalismo clásico es una amenaza para los socialistas,
tanto marxistas clásicos como culturales. ¡Por eso saltan los fusibles,
protegiendo al sistema!
4.- Y el presidente no tiene casi presencia en el Congreso;
la primera mayoría es el fujimorismo, y Keiko no quiere reformas. Su hermano
Kenji tal vez quiere, y derogar las leyes malas, pero no tiene peso ni espacio suficiente.
La izquierda es la segunda fuerza parlamentaria; y a diferencia del
fujimorismo, tiene inteligencia, y plan maestro a plazo medio, que va
ejecutando paso a paso.
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