“La pregunta no debe ser cuál es la intención del gobierno al prohibir las drogas, sino cuáles pueden ser las consecuencias de esa prohibición.”
Supongamos que la producción y consumo de drogas están legalizados, que el costo de producción es X y el precio Y, siendo Y mayor que X, obteniendo el narcotraficante una ganancia igual a Z (Y menos X). Supongamos, para continuar, que el gobierno prohíbe el consumo y producción de drogas, de tal manera que ahora su producción, oferta y venta resultan actividades ilegales, lo cual, dada la primera ley del mercado, no es condición suficiente para que dejen de realizarse: si el drogadicto está dispuesto a pagar el mayor precio que compensa al narcotraficante por el riesgo de llevar a cabo una actividad ilegal, éste estará dispuesto a proveerlo, y si el precio Y aumenta más que el costo de producción X, lo cual por lo general sucede, la ganancia Z aumentará, volviéndose más rentable la producción, oferta y venta de drogas, lo cual genera un fuerte incentivo para que, desde la oferta, se incentive la demanda, que es, ¡precisamente!, lo que ha sucedido y seguirá sucediendo mientras la prohibición se mantenga.
La pregunta no debe ser cuál es la intención del gobierno al prohibir las drogas, sino cuáles pueden ser las consecuencias de esa prohibición. La respuesta está a la vista: pretendiendo resolver un problema (la drogadicción) se crea uno más grave (el narcotráfico, no en su faceta comercial, sino en la dimensión delictiva).
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