Por Manuel Llamas
(Puede verse también La máquina de matar: El Che Guevara, de agitador comunista a marca capitalista por Alvaro Vargas Llosa)
Resulta del todo aberrante observar cómo, a día de hoy, la izquierda aún sigue aseverando las bondades del comunismo, cuyo triunfo condenó a muerte a más de cien millones de personas -sólo de forma directa-. El último ejemplo de tal barbarie propagandística tuvo lugar recientemente en Ecuador, donde la Asamblea Nacional aprobó una resolución para condenar el asesinato del terrorista Ernesto Che Guevara. Más allá de esta anécdota, lo trágico de la cuestión radica en que multitud de jóvenes, políticos e intelectuales continúan alabando las virtudes de esta ideología totalitaria y genocida al tiempo que braman con total soltura su espíritu "antifascista" cuando, en realidad, comunismo, fascismo y nazismo configuran un frente común. Son, en esencia, manifestaciones diversas del pensamiento anticapitalista más extremo.
En este sentido, uno de los aspectos más llamativos y contradictorios de estos movimientos de izquierda radica en su total ignorancia respecto al ideario nacionalsocialista, que guarda numerosas similitudes con el comunismo. Ambos aspiran a construir la sociedad desde cero -para lo cual es preciso derribar los cimientos de las instituciones existentes-; un mundo nuevo que, a modo de paraíso utópico, dará origen a un hombre renovado (raza aria vs proletariado); cuya voluntad individual carecerá ya de sentido, pues quedará diluida bajo el "bien común" que representa el espíritu del pueblo (léase Estado). Así pues, el eje vertebrador de comunistas y nazis es, ni más ni menos, que la idolatría del socialismo.
Hitler y Lenin perseguían un objetivo común: erradicar la libertad individual y el capitalismo. El primero mediante una visión nacionalista basada en la lucha de razas, y el segundo a través una perspectiva internacionalista sustentada en la lucha de clases. Luciano Pellicani, en su obra Lenin y Hitler, los dos rostros del totalitarismo, desentraña a la perfección el denominador común de ambas ideologías. Así, basta con observar los alegatos anticapitalistas de los líderes nazis para comprobar el germen puramente socialista del totalitarismo germánico.
Adolf Hitler:
La lucha más fuerte no debía hacerse contra los pueblos enemigos, sino contra el capital internacional. La lucha contra el capital financiero internacional era el punto programático más importante en la lucha de la Nación alemana para su independencia económica y su libertad [...]En la medida en que la economía se adueñó del Estado, el dinero se convirtió en el Dios que todos tenían que adorar de rodillas [...] La Bolsa empezó a triunfar y se dispuso lenta pero seguramente a someter a su control la vida de la nación [...] El capital debe permanecer al servicio del Estado y no tratar de convertirse en el amo de la nación.Tampoco después de la guerra podremos renunciar a la dirección estatal de la economía, pues de otro modo todo grupo privado pensaría exclusivamente en la satisfacción de sus propias aspiraciones. Puesto que incluso en la gran masa del pueblo todo individuo obedece a objetivos egoístas, una actividad ordenada y sistemática de la economía nacional no es posible sin la dirección del Estado.Yo no soy sólo el vencedor del marxismo sino también su realizador. O sea, de aquella parte de él que es esencial y está justificada, despojada del dogma hebraico-talmúdico. El nacionalsocialismo es lo que el marxismo habría podido ser si hubiera conseguido romper sus lazos absurdos y superficiales con un orden democrático.
Joseph Goebbels:
Nosotros somos socialistas [...] somos enemigos, enemigos mortales del actual sistema económico capitalista con su explotación de quien es económicamente débil, con su injusticia en la redistribución, con su desigualdad en los sueldos [...] Nosotros estamos decididos a destruir este sistema a toda costa [...] El Estado burgués ha llegado a su fin. Debemos formar una nueva Alemania [...] El futuro es la dictadura de la idea socialista del Estado [...] Ser socialista significa someter el Yo al Tú; socialismo significa sacrificar la personalidad individual al Todo.
S.H. Sesselman (líder el partido nazi en Munich):
Nosotros somos completamente de izquierda y nuestras exigencias son más radicales que las de los bolcheviques.
Gregor Strasser (presidente del Partido nazi entre 1923 y 1925, mientras Hitler estuvo encarcelado):
Nosotros, jóvenes alemanes de la guerra, nosotros revolucionarios nacionalsocialistas, desencadenamos la lucha contra el capitalismo.
El programa político nazi incluía la "eliminación de las ganancias" y de la "esclavitud del interés", la "estatalización" de empresas estratégicas y la "expropiación" forzosa, sin indemnización, de la propiedad privada. De este modo, si bien el régimen nazi no nacionalizó todos los medios de producción, puso la economía al servicio de los intereses del Estado, bajo amenaza de duras penas y castigos (expropiación, cárcel, trabajos forzosos y condena a muerte). No en vano, tal y como razonaba la cúpula nazi, "¿qué necesidad tenemos de socializar los bancos y las fábricas? Nosotros socializamos los seres humanos".
Así, no es extrañar que el último canciller de la República de Weimar, el general Kurt von Schleicher, advirtiera que el programa nacionalsocialista "apenas era distinto del puro comunismo". De hecho, muchos de los que engrosaron las filas de las temidas SS y SA procedían de las filas comunistas, siendo su fin último el bolchevismo.
Visto lo visto, y puesto que los nazis combatieron tanto o más que los comunistas el malvado capitalismo, me pregunto por qué Ecuador no condena igualmente el asedio de las potencias aliadas al régimen de Hitler... O bien por qué los jóvenes antisistema, ya de paso, no plasman el rostro del Führer sobre camisetas rojas con una esvástica de fondo, al más puro estilo Che Guevara. ¿A qué viene esta discriminación si, al fin y al cabo, Hitler y el Che perseguían el mismo fin empleando, además, medios tan similares?
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