Andrés Velasco
Andrés Velasco, a former presidential
candidate and finance minister of Chile, is Professor of Professional
Practice in International Development at Columbia University's School of
International and Public Affairs. He has taught at Harvard University
and New York University,
El problema Trump en América Latina
SANTIAGO
– El presidente electo Donald Trump triunfó despertando lo peor en el
electorado estadounidense. ¿Acarreará ahora su gobierno lo peor para los
latinoamericanos, tanto en términos económicos como políticos?
Las primeras señales son solo de mal agüero. Ningún líder yanqui
ha tratado tan mal a los países del sur de la frontera estadounidense y
a sus ciudadanos desde la época de la diplomacia de la cañonera, hace
un siglo atrás. De manera infame, Trump ha calificado a los inmigrantes
mexicanos de violadores y asesinos. Y aunque los guatemaltecos,
ecuatorianos y colombianos no han sido mencionados de modo explícito, no
se sienten especialmente tranquilos.
Tras el
anunciado fin de la participación estadounidense en el Acuerdo de
Asociación Transpacífico (ATPP), compuesto por 12 países, cabe
preguntarse si Trump cumplirá su promesa de renegociar las reglas que
rigen la zona de libre comercio de América del Norte, o incluso
marginarse enteramente del NAFTA. Los acuerdos de libre comercio con
América Central, Colombia, Chile y Perú también podrían correr peligro.
Nadie
(tal vez ni siquiera el propio Trump) sabe lo que el nuevo gobierno
hará a este respecto. Un presidente de Estados Unidos puede renunciar a
estos pactos de manera unilateral. Sin embargo, la gran cantidad de
legislación para ponerlos en práctica fue aprobada por el congreso
estadounidense, y solo puede ser modificada a través de la votación de
sus miembros. Un abandono repentino y total de la reglamentación que
rige no solo el comercio de bienes y servicios, sino también la
inversión, la propiedad intelectual y las licitaciones públicas a través
de gran parte del hemisferio occidental, no sería beneficioso para la
economía ni para las empresas de Estados Unidos. Puede que el partido
Republicano haya dejado de ser el partido del libre comercio, pero es
difícil imaginar que un congreso controlado por los republicanos esté
dispuesto a lanzarse a ese vacío.
Para
México y la cuenca del Caribe, el comercio con Estados Unidos es
crucial. Para los países de América del Sur, que mantienen lazos
comerciales iguales o mayores con Asia –especialmente China– y la Unión
Europea, la macroeconomía y las finanzas son más importantes.
La
expectativa de que bajo el gobierno de Trump se produzca un aumento en
el gasto en infraestructura en Estados Unidos, ha producido un alza en
el precio de diversos productos básicos; además, la incertidumbre
general ha impulsado a los inversores a volcarse hacia metales como el
oro y el cobre, que funcionan como activos “refugio”, seguros en tiempos
turbulentos. Por lo anterior, en el corto plazo los exportadores de
minerales como Chile y Perú se están beneficiando. Pero es posible que
este aumento de precios sea de corta duración, especialmente si el
crecimiento chino continúa su desaceleración.
Si
Trump pone en práctica la mitad de lo que ha prometido, y recorta los
impuestos de los ricos y aumenta el gasto en defensa e infraestructura,
la política fiscal estadounidense se volverá mucho más expansiva. El
resultante estímulo a la demanda agregada reforzaría entonces el
argumento de que la Reserva Federal debe aumentar las tasas de interés a
corto plazo de manera más rápida de lo que tenía pensado. Aunque un
cambio semejante en la mezcla fiscal-monetaria puede ser de beneficio
para el crecimiento de Estados Unidos en el corto plazo, crearía nuevos
desafíos para las economías emergentes de América Latina.
Un
aumento en los costos del crédito y una política fiscal más expansiva
en Estados Unidos, casi ciertamente se traducirían en un dólar más
fuerte. Esta no sería una buena noticia para los gobiernos y las
empresas al sur de la frontera. Es cierto que en los últimos años, las
políticas más prudentes y los mejores marcos regulatorios han permitido
el florecimiento de mercados de bonos emitidos en monedas locales. Sin
embargo, en América Latina, gran parte de la deuda pública y en especial
la privada, sigue estando denominada en dólares, lo que limita el monto
de la depreciación de la moneda que los bancos centrales pueden
permitir en respuesta a un alza de las tasas de interés en Estados
Unidos.
Hace diez
años, los economistas pensaban –con considerable optimismo— que los
tipos de cambio flexibles permitirían que los mercados emergentes
protegieran sus economías ante a los shocks de política monetaria
provenientes de los países desarrollados. La flotación continúa siendo
la mejor alternativa, pero hoy día la opinión general es mucho menos
optimista. La flexibilidad no solo se encuentra limitada de facto
por el endeudamiento en dólares; al parecer, las condiciones monetarias
en Estados Unidos se transmiten a otros países de manera bastante
independiente de los regímenes cambiarios que estos tengan.
Hélène Ray, de la London Business School, sostiene que los shocks de política monetaria estadounidense repercuten en las primas de riesgo,
y que este efecto opera tanto a nivel internacional como nacional. Este
mecanismo de la "toma de riesgo" para la transmisión de la política
monetaria es tan poderoso internacionalmente que cuando la Fed relaja su
política monetaria, el crédito aumenta en todo el mundo y viceversa. Es
decir, si las tasas de interés más altas en Estados Unidos fueran de la
mano con primas más altas y una reducción del apetito de riesgo por
parte de los inversores, América Latina podría encontrarse bajo una
tremenda presión financiera.
Y esto nos conduce a la pregunta más amplia: ¿de qué modo afectará Trump las percepciones de riesgo a través del mundo?
Larry Summers y otros observadores serios sostienen
desde hace tiempo que a Estados Unidos le hacen falta inversiones en
carreteras, puentes y puertos, y que dichas inversiones se
autofinanciarían dadas las bajísimas tasas actuales de interés a largo
plazo. A esta perspectiva, Trump añade recortes masivos de impuestos
para los ricos. Los grandes aumentos en los déficits y el endeudamiento
(añadamos a la mezcla bastante retórica nacionalista y amplia
inexperiencia en política exterior) fácilmente podrían redundar en un
alza de la aversión al riesgo y en un cuantioso incremento en las tasas
de interés a largo plazo –lo que socavaría gran parte de los argumentos a
favor de las inversiones en infraestructura que se autofinancian–.
Nadie
quiere vivir en un mundo con tanta incertidumbre –menos aún la
población de los países de América Central y del Sur que todavía son
vulnerables. Estas vulnerabilidades son políticas tanto como económicas.
Justo cuando los resultados electorales recientes en Argentina, Perú y
Venezuela, junto con la limitación de los periodos presidenciales de los
titulares en Bolivia y Ecuador, apuntaban a que América del Sur estaba
llegando al fin de un ciclo de populismo de izquierda, Estados Unidos y
gran parte de Europa parecen estar entrando en un ciclo de populismo de
derecha.
En
América Latina no faltan demagogos que probablemente traten de imitar la
campaña de Trump. La lección de que no se puede decir nada que sea tan
inaudito que los medios de comunicación no lo cubran, no pasará
inadvertida, como tampoco que los beneficios de recibir mayor atención
pesan más que el costo político de la barbaridad expresada. Al igual que
en Estados Unidos y Europa, la inmigración –no de países musulmanes
sino de naciones vecinas– podría constituir un blanco conveniente. Lo
mismo podría ser el nacionalismo: hay cierta simetría poética cuando
activistas locales de izquierda se quejan acerca de las amenazas a la
autodeterminación nacional –como lo hizo Trump– al criticar al TPP y
otros acuerdos comerciales.
El efecto
secundario más peligroso de la victoria de Trump para América Latina
podría ser el retorno a las contraproducentes políticas del populismo.
Solo queda esperar que durante su gobierno, Trump juegue con sus
promesas electorales del mismo modo que lo hizo con la verdad durante su
campaña.
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