Wednesday, December 21, 2016

Colosio, el gran ausente




“ES HORA DE ENTENDER QUE LOS MONUMENTOS NO PUEDEN SER SUSTITUTOS DE LOS ARRECIFES QUE DEBEMOS ESCALAR. ES HORA DE ABANDONAR ESE MISTICISMO Y LA MITOLOGÍA DE CORRIDOS Y LEYENDAS PARA ENFRENTARNOS A LA CRUDA REALIDAD DE NUESTRO PRESENTE.”



El enano dispone de un medio excelente para ser más grande que un gigante; solamente se encarama en sus hombros.” Víctor Hugo
RICARDO VALENZUELA
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Hace treinta días se cumplió un aniversario más del asesinato de Luis Donaldo Colosio. Tuve la intención de escribir algo al respecto pero, al encontrarme con las toneladas de odas emergiendo de todas las grandes plumas del país, decidí esperar unas semanas. 
“Este país es un pájaro adormilado que necesita sacudirse para levantar el vuelo. Todo él parece configurado en una confusa danza de unos cuantos administradores arcaicos que hacen las veces de gobierno, en unos cuantos ambiciosos que hacen las veces de la acción, en unos cuantos fariseos que hacen las veces de la cultura, y muchos ignorantes entregados.”
“El país no es la insignificancia que portan esos hombres. El país es justamente lo que esos hombres no tienen. El país está lleno de manos y misión. Está esperando. En momentos en que la historia exige de cada hombre su parte de resolución, ¿Qué es lo que tenemos? Una superficie de hombres públicos que juegan a la politiquería de espaldas al futuro. De vez en cuando la voz agónica de un Fénix sin posibilidades de resurrección, canta su obtusa melodía invocando a esa juventud a favor de lo que él mismo no hizo por dar el craso ejemplo de un manipuleo sin grandeza. Una horripilante indiferencia nacional asesina a los mejores y una densa tiniebla se extiende por todos sus rincones.”



Hace tiempo navegando en las páginas de alguno de mis libros, me topé con una impactante frase que me dejó pensativo: “Tierra necesitada de héroes, es tierra maldita.” Al principio no entendía su significado pero a medida que avanzaba en el consumo del agresivo material, poco a poco se me iba dibujando con claridad el sabio contenido de la afirmación. Luego llegaba a mi mente la famosa frase de Herbert Spencer: “La adoración a héroes es más fuerte y popular en lugares en los cuales hay ausencia de libertad.”
A diez y siete años de su muerte levanto mi voz porque así como Colosio con pasión gritaba en su famoso discurso; “veo un México con hambre y sed de justicia,” yo veo un México con hambre y sed de héroes y ello, me preocupa profundamente. Veo también una marabunta de oportunistas que de forma satelital giran alrededor de su figura y, aun a diez y siete años de su ausencia, lucran con descaro a costa de su recuerdo. Veo infinidad de gente que portando la etiqueta de Colosio, se han beneficiado durante ya muchos años y, por lo mismo, luchan ferozmente para mantener esa leyenda que con los años palidece.
Veo tal la falta de identificación de los mexicanos con valores fundamentales que constantemente estamos necesitando de los héroes y, en esa tarea difícil de encontrarlos en un México castrado, nos dedicamos a fabricarlos. Las grandes batallas mundiales siempre se han celebrado en el corazón de los seres humanos. Hemos visto mucho más heroísmo en los hogares de la gente que en los campos de las batallas más encarnizadas. Pero cuando la sociedad civil es tan raquítica, cuando se le ha coartado esa libertad para que el heroísmo emerja como producto de cada uno de sus miembros, requerimos aferrarnos a la mitología de esos héroes para sobrevivir.
Colosio era mi paisano, coincidimos en el Tecnológico de Monterrey y tuve oportunidad de tratarlo, no con mucha profundidad, pero la necesaria para afirmar que era un buen hombre, inteligente y, sobre todo, con un gran potencial, pero, de eso a identificarlo como el frustrado salvador de la patria, hay mucha distancia. Luis Donaldo era miembro de ese equipo de jóvenes políticos que, liderados por Salinas, se embarcaron con asertividad en la transformación del país ante la histeria de la vieja guardia que vino a concluir en los enfermizos enfrentamientos de 1994, le costaron la vida y abortaron el proyecto. 
Sin embargo, a diez y siete años de distancia es importante, inclusive como un homenaje a su memoria, abandonar ya ese proyecto de identificarlo como un ser sobrenatural mientras sus discípulos cobran en las diferentes dependencias de los gobiernos y, enarbolando su mítica bandera, dibujan un cuento de hadas con el único objetivo de su beneficio personal y lo hacen con monumentos, fundaciones, homenajes, celebraciones.
Es hora de entender que los monumentos no pueden ser sustitutos de los arrecifes que debemos escalar. Es hora de abandonar ese misticismo y la mitología de corridos y leyendas para enfrentarnos a la cruda realidad de nuestro presente y aquí, Luis Donaldo Colosio, desafortunadamente no puede participar. Hay dos formas de expandir la luz; ser la vela, o el espejo que la refleja. En este caso la vela se ha extinguido y nada podamos hacer. No debemos de seguir usando la memoria de Colosio como la figura del Cid Campeador, para darle aun más circo a la gente cuando lo que requiere es pan.
La conversión de Colosio al rango de los mártires ha sido muy redituable para muchos, incluyendo Ernesto Zedillo a quien su emergente mito le surtió la presidencia. Y como a Elvis quien también fuera sorprendido por la muerte prematura, su leyenda creció para provocar centenares de dobles e imitadores que lucran de tan incontenible mito. Ahora parece ser la nueva tendencia en nuestro país puesto que, algunos líderes nacionales organizan sus propias peliculescas sagas en la cuales, si no se agachan, se convierten en eso; mártires, y no solamente quedan como prospectos, pero ungidos para asumir alguna cósmica e histórica responsabilidad. 
En palabras del escritor Oscar Monroy: “El mexicano cree en fantasmas. En los que hay en el pasado de su historia y revive según le convenga. En los que existieron en el pasado que él invoca en magia reverente y con el deseo de materializarlos de nuevo, para que todos los vean. Son fantasmas que aparecen en la noche terrible de su miedo interior. De sus temores atávicos, de sus inseguridades. Y cierra puertas y ventanas para que no penetre por la energía de la voluntad, una luz clara y brillante que la mente envíe al fondo de su conciencia turbia y montaraz. Ya se hizo al estilo irreal de la vida fantasmal. La luz, al diluir su propia oscuridad, acabaría con él mismo como mortal rayo. Y necesariamente, con ese su férreo fantasma de enano es que espiritualmente se templa a sí mismo en la oscuridad.”
“Ningún hombre es lo suficientemente rico para comprar su pasado.” El pasado es sólo el canasto de las cenizas. Las hojas secas se las llevará el viento. Dejad que los muertos entierren a los muertos. Digamos una oración por Luis Donaldo y dejémoslo descansar en paz.

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