José
Manuel Suárez Mier[1]
Se ha
escrito mucho sobre las causas de la renuncia del Gobernador del Banco de
México Agustín Carstens (ACC) y se
ha especulado, a mi juicio sin sustento, que se debió a agudas diferencias con
los titulares de la Secretaría de Hacienda Luis
Videgaray y José Antonio Meade.
La mayoría
de los comentarios han sido laudatorios al reconocer la gran capacidad
profesional y virtudes personales de ACC,
pero no podía faltar la crítica mordaz que le reprocha que abandone el barco
justo cuando está entrando al poderoso huracán –metáfora del propio ACC- provocado
por los salvajes embates contra México del Presidente electo de EU Donald Trump.
En mis
comentarios sobre Agustín no
pretendo entrar en la controversia respecto a las supuestas diferencias de
opinión sobre el mejor curso para la política macroeconómica del país con los
titulares de la SHCP, que se han dado de tiempo inmemorial pues ambas entidades
tienen encargos distintos.
Más bien
intentaré delinear el perfil de ACC,
a quien conozco hace la friolera de 35 años, y cuál ha sido su trayectoria, lo
que le permitirá a mis estimables lectores formarse un juicio más ponderado
sobre el personaje.
Conocí a Agustín cuando estudiaba economía en el
ITAM, institución en la que di clases intermitentemente desde 1973, año en el que regresé de hacer mis estudios
de doctorado en la Universidad de Chicago, hasta el fin del milenio. Siempre
fue un estudiante sobresaliente, lo que se puede apreciar en su tesis de
licenciatura sobre el tipo de cambio a futuros del peso, en el contexto de
paridad fija que existía entonces.
ACC ya trabajaba en operaciones internacionales del Banco de
México dos años antes de recibirse y de ganar los premios más prestigiados para
tesis, como el del Banamex. Al igual que el legendario director del Banco, Don Rodrigo Gómez (1952-1970) ACC hizo sus pininos como cambista de
divisas bajo las órdenes del hábil operador Héctor Reyes Retana quien revolucionó por completo esa área.
Poco
después de que yo ingresé al Banco de México para trabajar directamente con su
entonces director general Miguel Mancera
Aguayo –ninguna relación con el alcalde de CDMX-, me buscó ACC para pedirme ayuda para entrar a la
Universidad de Chicago pues ya se había pasado el lapso para enviar la
solicitud de ingreso.
Llamé al
entonces director de Economía en Chicago, mi maestro y amigo Al Harberger, quien
me dijo que “yo contaba con una sola bala de plata para hacer una petición de
esa naturaleza, que si estaba seguro de usarla con ACC,” a lo que le dije que sí. Sólo le di un consejo antes de
marchar a Chicago, que no cambiara el tema de su tesis, que lo profundizara
hasta el nivel requerido para doctorarse.
Me hizo
caso y su desempeño rompió records de rapidez, y calidad de notas y tesis
doctoral, al grado que me llamó Harberger
para decirme que por haber recomendado a Agustín
tenía yo tantas balas de plata como quisiera. En Chicago, no sólo hizo una
carrera brillante sino que además encontró a Catherine, una pareja notable.
De regreso
en México siguió su trayecto ascendente en el banco central culminando como
Tesorero Internacional y parte del equipo que diseñó los Bonos Brady, que
permitieron renegociar la deuda externa que había impedido el crecimiento del
país por una década.
Su
siguiente peldaño lógico en el Banco fue dirigir Investigación Económica,
puesto que han tenido algunos de los mejores economistas de México como Leopoldo Solís y Francisco Gil. Su labor se aquilata por la calidad del análisis
que se realizó bajo su mando.
Esta etapa
de su carrera la culminó como Director Ejecutivo en el FMI en Washington, su
primer puesto en una entidad internacional de la mayor importancia para la
buena conducción de las finanzas globales, lo que le permitió familiarizarse
con su funcionamiento y operación.
En
entregas próximas seguiré con la semblanza de ACC.
[1] El autor es consultor en
economía y finanzas en Washington DC, y ha sido catedrático en varias
universidades de México y Estados Unidos. Correo: aquelarre.economico@gmail.com
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