Por Mary Anastasia O’Grady
En menos de un año Brasil, Argentina y
Perú han inaugurado nuevos presidentes de centroderecha, en reemplazo de
líderes que habían sido aliados del líder venezolano Hugo Chávez. La
reacción negativa contra el chavismo en Sudamérica continuó en las
elecciones municipales que Chile llevó a cabo la semana pasada.
En rechazo a la presidenta socialista
Michelle Bachelet, la mayoría de los votantes chilenos se rehusó a
apoyar a los candidatos de Nueva Mayoría, la izquierdista coalición
gobernante. Cerca de 65% del electorado se abstuvo de votar mientras que
una pluralidad de ciudadanos optó por candidatos a alcalde de Chile
Vamos, la coalición de centroderecha.
El sistema de gobierno unitario de Chile
centraliza el poder. De todas formas, desde el regreso de la democracia
en 1990, las elecciones municipales, que se celebran un año antes de
los comicios presidenciales, son a menudo una herramienta útil para
medir el estado de ánimo del país hacia el gobierno nacional.
Lo que se puede rescatar de las
recientes elecciones es que han fracasado los esfuerzos de Bachelet, en
alianza con el Partido Comunista, para arrastrar al país hacia la
extrema izquierda.
Aunque el margen de victoria de Chile
Vamos no fue amplio, fue significativo porque la izquierda, tras haber
abandonado la moderación a cambio de posiciones extremas, perdió su
dominio de larga data en las elecciones municipales. En 2012, los
candidatos a alcalde de Nueva Mayoría ganaron 161 elecciones frente a
121 de Chile Vamos. Esta vez, los candidatos de Chile Vamos ganaron
tanto una pluralidad de votos a nivel nacional (38,4% vs. 37%) como una
mayoría de las alcaldías (144 vs. 141). Un inusualmente alto 16% del
voto popular no fue a favor de candidatos de las dos principales
coaliciones.
Cuarenta y siete por ciento del país
será ahora gobernado a nivel municipal por alcaldes de Chile Vamos,
frente a 42% por alcaldes de Nueva Mayoría. La coalición de gobierno
mantuvo el control de la mayoría de los concejos municipales pero su
margen de victoria en el voto popular fue casi la mitad de lo que
registró en 2012.
La coalición de centro-derecha también
ganó alcaldías en áreas urbanas que son consideradas políticamente
influyentes debido a su composición demográfica y por tradición
política. Estas incluyen distritos de la capital como Santiago Centro,
Maipú, Providencia, Nuñoa, La Florida, Puente Alto y La Reina. Los
alcaldes de centroderecha en muchas capitales regionales fueron
reelectos pero es significativo que la ciudad sureña de Punta Arenas dio
un giro al candidato de Chile Vamos.
Para explicar por qué el país está
reconsiderando el sendero radical planteado por la pediatra de 65 años,
no hay que mirar más allá de sus antecedentes en reformas. Bachelet
asumió la presidencia en marzo de 2014, después de que el país registró
por cuatro años un crecimiento anual promedio del Producto Interno Bruto
de 5,3%. De inmediato pidió al Congreso que aumentara los impuestos
corporativos. Economistas, incluyendo algunos que habían trabajado para
anteriores gobiernos de centroizquierda, advirtieron que el plan
perjudicaría la inversión y el crecimiento. De todas formas, Nueva
Mayoría siguió delante.
El senador Jaime Quintana, vocero de la
coalición de Bachelet en la cámara alta del Congreso, explicó su táctica
de tierra arrasada. Nueva Mayoría, dijo, estaba determinada a “destruir
los cimientos anquilosados del modelo neoliberal de la dictadura”, en
referencia a la economía de libre mercado diseñada durante los años del
régimen del general Augusto Pinochet.
El PIB creció, en promedio, apenas 2,1%
al año en 2014 y 2015. El gobierno culpa de la desaceleración a los
débiles precios del cobre, pero ignora el alto costo de su hostilidad
hacia el sector empresarial.
Bachelet y Nueva Mayoría también
adoptaron medidas para desmantelar el innovador sistema de educación de
Chile, el cual permitía que las familias escogieran entre colegios que
reciben un subsidio del gobierno por cada estudiante matriculado. La
posibilidad de selección de los estudiantes creaba competencia entre los
proveedores de educación y era popular. Sin embargo, la libertad para
las familias y los subsidios para colegios con fines de lucro iban en
contra de la ideología socialista y del Partido Comunista.
En respuesta, Bachelet y Nueva Mayoría
prohibieron que las escuelas con ánimo de lucro recibieran subsidios del
gobierno ligados a cada estudiante. Muchos de esos centros educativos
podrían cerrar ahora, lo que dejaría a estudiantes de familias de
medianos y bajos ingresos sin buenas opciones.
En una concesión a los sindicatos, Nueva
Mayoría también apuntó contra el flexible régimen laboral, que ha sido
crucial para el crecimiento rápido y la generación de empleo. Entre
otras cosas, la reforma de la coalición de gobierno prohíbe la
contratación de ayuda temporal durante una huelga y dificulta la
provisión de prestaciones a empleados que no están sindicalizados. Esto
fortalece el poder de los sindicatos pero perjudica a los trabajadores.
Ahora, el equipo de Bachelet está
tratando de diluir el exitoso sistema privatizado de pensiones de Chile,
y existe una preocupación generalizada de que miembros de su gobierno
quieren restaurar un sistema estatal de reparto. En agosto, la
presidenta propuso que las firmas de inversión se responsabilizaran por
pérdidas en portafolios de pensiones. Eso, sin duda, distorsionaría el
mercado para los gestores de pensiones.
Bachelet moraliza sin fin contra la
desigualdad y culpa al mercado, como si la libertad económica no hubiera
estado detrás de décadas de reducción de los índices de pobreza. Los
chilenos, al igual que muchos de sus hermanos sudamericanos, saben mejor
y saben que pueden estar mejor
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