Las rejas no matan
“Las rejas no matan, ni es la política salvaje la que condena, lo que aniquila son las conductas reprobables y los actos criminales”
¿Sobre qué otra cosa podría yo escribir en este momento, si no sobre el tema que ha acaparado los titulares de los medios en todo el país a partir del jueves anterior? Y sorprendentemente, ese tema trepidante que logró opacar la victoria que obtuviera Donald Trump sobre Hillary Clinton, hace apenas una semana, es la sorpresiva entrega que Guillermo Padrés Elías hizo de su deteriorada persona a las autoridades judiciales. En el mundo actual las noticias, buenas y malas, duran apenas lo que dura un suspiro. Los acontecimientos se presentan y desaparecen con una velocidad aterradora, incluso en estos tiempos de la comunicación instantánea. Aún la mente más ágil resulta incapaz de procesar tanta información, en tan breve espacio de tiempo. La vorágine, el torbellino y el remolino huracanado nos apresan y someten.
En estos cuatro últimos días hicieron erupción simultáneamente el Vesubio, el Krakatoa, y hasta nuestro modesto Pinacate. En este lapso se ha comentado y dicho prácticamente todo cuanto es posible decir sobre el resonante suceso, tanto desde el punto de vista de la morcilla mediática, como desde los análisis jurídicos más serios y juiciosos, y sin pasar por alto las repercusiones políticas, que desde luego son el elemento fundamental en este asunto por tanto tiempo esperado cuando menos por la gente de Sonora, donde se llevaron a cabo los múltiples delitos por los que se les están fincando responsabilidades al ex gobernador, a sus familiares, colaboradores y cómplices.
Podría escribir sobre ellos -los delitos presuntamente cometidos por Padrés, sus familiares, colaboradores y cómplices- y llenar páginas y más páginas regodeándome en la descripción de las villanías, las ilegalidades y demás atrocidades que ya han sido descritas y vueltas a describir en una infinidad de columnas, artículos y reportajes locales, regionales y nacionales, una y mil veces, hasta el hartazgo. Podría volver atrás y recorrer paso a paso la senda de destrucción creada por este hombre que hoy está en prisión para ser sometido a proceso. Podría hablar del dolor, de la rabia, de la impotencia, de la angustia, de la desesperanza y de la tristeza, del odio y del rencor, de la mentira y la perversidad que nos rodea por todas partes. A todo eso y mucho más podría referirme en este escrito, pero creo que, al margen de tanta inmundicia, hay un par de aspectos especialmente turbios sobre los que valdría la pena detenernos, para darles una pensada.
Los hechos nos demuestran que al entregarse Padrés, el PAN nacional ya tenía diseñada una estrategia completa que sirviera de marco para dicha entrega. Esto nos confirma que Padrés siempre ha estado en contacto con los dirigentes de Acción Nacional, lo cual los convierte en sus encubridores y cómplices. En la parte central de la estrategia panista estaba el uso de los medios nacionales para crear un ambiente propicio para el resto de los pasos que habían sido cuidadosamente planeados. El programa de Ciro Gómez Leyva fue escogido como el escenario del acto inicial de la obra teatral, tal vez por considerar que Ciro tiene el perfil más indicado para conducir una entrevista a modo, blanda y amistosa, con el presunto culpable que pronto sería tomado preso. Antes de ir con las autoridades, Padrés fue con Ciro. Y Ciro lo recibió tendiéndole la alfombra roja de una cortesía abyecta. Y estando con Ciro se presentó ante el país como un hombre inocente, al borde del llanto, ostentándose como víctima de una inmisericorde persecución política. Y Ciro lo dejó hacer a sus anchas. Y Ciro se convierte así en otra víctima colateral en el caso Padrés.
A partir de ahí, el resto de la estrategia fue corriendo como sobre rieles bien engrasados, aunque a la hora de la hora los resultados no cumplieron ni medianamente con las expectativas de los diseñadores. A medida que transcurrieron las primeras horas posteriores a la entrega a las autoridades, se fue levantando un coro de voces de militantes panistas de diversas graduaciones, principalmente de panistas que han formado la parte medular de la gavilla padrés-ista: Funcionarios del partido, diputados locales y federales (de esos que gozan de fuero), figuras representativas del ala dura del partido en Sonora, militantes comunes y corrientes, personeros oficiosos, trolles a sueldo, y hasta uno que otro despistado que se dejó llevar por la ola artificial de juramentos de inocencia, y por las exigencias de que se aplique la ley sin propósitos políticos, como si ello no hubiera sido el sello distintivo en el ejercicio perverso del poder que ellos hicieron durante los seis años de Padrés.
La lluvia de improperios e insultos que cayó sobre los operadores de campo pro-Padrés fue apoteótica, de antología. Cabe hacer notar que esa lluvia no provino del interior de los partidos opositores, específicamente el PRI, que como ha sido su costumbre desde que recuperaron el poder en Sonora, se siguió manejando con una tibieza casi equivalente a una descarada complacencia. No, la lluvia de epítetos provino de los ciudadanos que, hartos de esperar y con sed de justicia, se sintieron humillados, ofendidos y agredidos por el decir de los panistas defensores del tipo que sin duda es el villano más aborrecido y aborrecible en la historia de nuestro estado. De cínicos para arriba, de hipócritas para abajo, desvergonzados, canallas, léperos, y otros calificativos que la decencia impide reproducir, pero que están en la mente de todo el mundo en Sonora. La estrategia de los panistas para crear un ambiente de simpatía hacia quien evidentemente sigue siendo una figura fuerte e influyente dentro de Acción Nacional, sucumbió ante la furia popular.
El otro aspecto que me interesa comentar para usted, es el hecho irrebatible de que en este caso en particular, la familia íntegra del ex gobernador se encuentra involucrada en la larga serie de delitos y trapacerías. Me parece que este hecho habla por sí solo de la dimensión que tiene esta situación, y de las profundas repercusiones que pudiera tener, una vez que la justicia termine de ajustarles las tuercas a los inculpados. Los hermanos y los primos de la señora Dagnino, los hermanos, primos y tíos del señor Padrés, los hijos de esta pareja que no volverá a conocer la paz en este mundo, los parientes lejanos y cercanos, los amigos, los socios, los cómplices dentro y fuera del servicio público, nadie queda fuera de la ola delictiva, nadie escapa y todos sin excepción tiemblan ante el derrotero brutal que ha tomado el caso.
Se necesita ser una clase de persona completamente desprovista de moral, de escrúpulos, de sentimientos y de madre, para involucrar a los propios hijos en las atrocidades que se cometen. Este es el primer caso de ese tipo con que me ha topado en mi muy prolongada existencia. Como padre de tres hijos que soy, y abuelo de siete nietos estoy azorado. Me siento espantado. Me resulta casi imposible de creer… pero debo rendirme ante las evidencias. Si el mundo actual en que vivimos es capaz de producir seres de esta calaña, es un mundo que ha enfermado gravemente, y tal vez no valga la pena vivir en él. Sin embargo y por fortuna, para muchos tampoco es posible renunciar a componerlo.
En el batidero que se ha generado entorno al caso Padrés, su detención, el escándalo mediático, el fusilamiento en las redes sociales, las declaraciones oficiales deliberadamente mal interpretadas, y los argumentos de sus defensores y de sus detractores, destaca con nitidez la tergiversación maliciosa de algunos conceptos básicos, como el pretender vender como un acto de valentía y congruencia lo que evidentemente fue una acción desesperada provocada por el cierre total de opciones jurídicas. Se puede delinquir, inclusive a los niveles que delinquió Padrés, pero no es posible vivir eternamente oculto en algún oscuro agujero, perseguido, acosado, temeroso hasta de la propia sombra, sin poder asomar la nariz y sin volver a ver la luz del sol. Quizá por ello la rendición de este espécimen representativo de la ultra corrupción y la ultra indecencia.
No es posible saber cuál será el desenlace final de este “affaire” que nos tiene agotado el espíritu y soliviantado el ánimo. Imposible imaginar en este momento cuál es el destino que les espera a Padrés, a sus familiares y al resto del paquete de presuntos culpables. Los magistrados y los jueces ya nos han brindado abundantes testimonios de su venalidad, como para asegurar que los culpables pagarán a cabalidad, y de que caerá sobre sus cabezas todo el peso de la ley. En un país como el nuestro, corrupto hasta la médula, donde reina la impunidad y a las leyes se les dan las interpretaciones que se arreglan bajo la mesa, no es posible confiar en la solvencia ética de las instituciones. Y digo lo anterior con amargo pesar, porque ningún país puede funcionar sin instituciones fuertes, eficaces, confiables y respetables.
Vienen tiempos muy difíciles para todos, lo sentimos y lo sabemos. Seremos puestos a prueba, tal vez como nunca antes en nuestra historia, y la fortaleza de nuestros valores y convicciones tendrá que pasar por una o varias pruebas de fuego. Saldremos adelante o sucumbiremos, dependiendo de la clase de resistencia opongamos a las fuerzas que pretenden destruirnos, como individuos y como sociedad. Sobrevivencia es el nombre de este juego que si bien no es nuevo, sí tiene nuevas y desconocidas reglas y componentes.
Veamos de qué cuero salen más correas, y veamos si al final del día prevalecen el orden, la ley y la justicia, o nos seguimos hundiendo en el fango negro y pestilente de la degradación, la impunidad y el abominable “dejar hacer, dejar pasar”.
No comments:
Post a Comment