“El presidente Peña Nieto se lanza a informar su intención de establecer varias “zonas libres” en el territorio nacional. Pero como reza el viejo refrán, “del dicho al hecho hay mucho trecho”. Aquí una pista.”
El presidente Peña Nieto, tal vez en su
desesperación ante la avalancha de malas noticias económicas y, sobre
todo, la estrepitosa caída de su imagen frente a tantas señales de
corrupción que emanan de su más cercano círculo, se lanza a informar su
intención de establecer varias “zonas libres” en el territorio
nacional. Pero como reza el viejo refrán, “del dicho al hecho hay mucho
trecho”.
Para establecer una “verdadera zona libre”, ciudad privada, o como se le quiera llamar, se requiere el liderazgo de un verdadero estadista visionario a imagen y semejanza de un Lee Kuan Yew, padre de Singapur, un Sir John Cowperthwaite, el arquitecto de Hong Kong, un Thomas Jefferson, padre de esa patria que fueron los EEUU como una gran zona de libertad durante todo el siglo 19. Disculpe usted Presidente, pero como dice la canción: “Tú pa ser un estadista necesitas muchas cosas”. Ahora presidente, si realmente quiere vestir el ropaje de estadista, olvidarse de los remedos de “zonas libres” que hemos tenido en México, le envío un par de pistas que le sirvan como mapa y compás en sus, hasta estos momentos, buenas intenciones.
Para no repetir las historias exitosas de Hong Kong y Singapur, voy a citar otros dos ejemplos que realmente son lecciones de formas para prosperar. El primero es lo que en su momento se conoció como “La República de Cospaia”. Durante casi 400 años esta pequeña república prosperó en la parte central de Italia, sin gobierno, sin leyes escritas, sin militares, sin burocracia y ¡sin impuestos! El éxito de Cospaia es una ilustración de cuan extraordinariamente poca rienda central es necesario para alcanzar la prosperidad. Aunque fue llamada una “República”, era solamente un consejo de ancianos, sin un poder coercitivo, que se reunía de manera ocasional en la iglesia del pueblo. Este territorio tenía un área de solamente 330 hectáreas, aproximadamente el tamaño de un campo agrícola en Sonora o Sinaloa. La población varió a lo largo de los siglos, y era de alrededor de 1000 personas con menos de 150 hogares.
La historia se inicia en 1440. En esa época la península italiana estaba compuesta por numerosos reinos. Uno de ellos eran los estados pontificios gobernados por el Papa. Su vecino al norte, era la República de Florencia gobernada por la familia Medici. En 1431, Eugenio IV fue elegido Papa y de inmediato tomó un préstamo de 25,000 florines de Juan Cosme de Medici, uno de los principales banqueros en esa época. Sin Bancos Centrales ni dinero fiduciario, incluso los gobiernos tenían que ofrecer garantías para obtener un préstamo. El Papa ofreció como colateral el pueblo de Borgo Sansepolcro y sus alrededores, en la parte alta del Valle Tíber.
Al vencimiento del préstamo los estados pontificios no pudieron pagar y, los topógrafos, para ejecutar la garantía, acordaron que uno de los nuevos límites entre los estados sería un río en la parte alta del Tíber, pero los topógrafos cometieron un error. Había más de un río en la región. En el avenir de los burócratas dejaron esas 330 hectáreas como un mostrenco lepe sin dueño. Los residentes de Cospaia se dieron cuenta de su buena suerte, pues ahora estaban fuera de la jurisdicción tanto de los estados pontificios como de la República de Florencia. Los Cospaianos de inmediato se declararon como una República Independiente. Así iniciaron 385 años de dichosa libertad.
En sus inicios la economía de esta nueva república estuvo basada en el trueque y, a pesar de la falta de una divisa fuerte, la gente había logrado un nivel de vida muy superior al de los poblados vecinos, encadenados por el poder del estado. Como una república verdaderamente libre, no tenían impuestos que pagar, no contaban con reglas impuestas por gobernantes para beneficiar a aquellos que contaban con buenas conexiones. Sus habitantes eran libres de realizar intercambios y establecer conductas que les permitían vivir como les diera la gana, “sin afectar al resto de los habitantes”. No tener gobernantes jodiéndolos todo el día, les permitía utilizar de la manera más provechosa su tiempo y energía.
En 1574 la economía de Cospaia, ungida por la libertad, prosperaba como jamás se hubiera atestiguado en Europa. En 1624 el papa Urbano VIII publicó una bula papal declarando el uso del tabaco fuera castigado con la excomunión. Por supuesto, estas regulaciones solamente beneficiaron a la economía del nuevo edén de libertad. La caída en la oferta y la ausencia de regulaciones o impuestos, convirtió a Cospaia en el centro europeo de intercambio de tabaco. Muchos de los participantes en esta nueva economía, eran Israelitas. En Italia a los judíos les era prohibido poseer propiedades y también les era prohibido comerciar con cristianos. Así que la economía de laissez faire de Cospaia, permitió prosperar a esta minoría perseguida, pero protegida por esa región de libertad, a pesar de las agresiones de los estados que se encontraban en los alrededores.
A través de su historia, Cospaia no tuvo gobernantes, no tuvo poder ejecutivo ni judicial, y tampoco leyes escritas excepto por la frase “Perpetua et Firma Libertas,” que estaba inscrita en su iglesia desde 1610 y se traduce como “Firme y Eterna Libertad.”
La diminuta república era descrita como un lugar “sin ley” habitado por “contrabandistas. Debido a que todo lo que entraba a los estados pontificios o a la República de Florencia estaba sujeto a impuestos, cualquier cosa que abandonaba Cospaia era “contrabando”. En el siglo 18, había pasado de ser una pequeña aldea, a ser un centro de libre comercio continental y de bienes sin impuestos. No solo era la capital del tabaco en Europa, sino también se distinguía por sus textiles, sus bancos, centros de comercio y otro sinnúmero de bienes que circulaban sin impuestos.
En 1826, los estados vecinos finalmente se hartaban del rotundo éxito de Cospaia, sin que ellos llevaran su tajada. Y así el Papa, en sociedad con el Gran Duque de la Toscana, utilizando tácticas opresivas que después se conocerían como intervencionismo, o, la visible mano de gobiernos corruptos, mediante un estado de sitio provocaron hambre en la pequeña República, para así forzar a las cabezas de familia a firmar el “acta de subyugación”, finalizando 385 de años de libertad y prosperidad nunca antes vista.
Nos podríamos preguntar cuál sería su panorama actual si Cospaia hubiera permanecido libre. ¿Podrían ser un oasis como San Marino o Liechtenstein? Después de todo, fueron una república anarquista que sobrevivió y prosperó durante 385 años. Son 385 años sin impuestos, guerras, gobernantes o regulaciones. Lo que sí es muy claro, como lo dibujara Milton Friedman en su famosa frase: “Si a cualquier gobierno se le diera la administración del desierto del Sahara, de inmediato se provocaría escases de arena”. Presidente, la semana entrante le describo el segundo ejemplo.
Para establecer una “verdadera zona libre”, ciudad privada, o como se le quiera llamar, se requiere el liderazgo de un verdadero estadista visionario a imagen y semejanza de un Lee Kuan Yew, padre de Singapur, un Sir John Cowperthwaite, el arquitecto de Hong Kong, un Thomas Jefferson, padre de esa patria que fueron los EEUU como una gran zona de libertad durante todo el siglo 19. Disculpe usted Presidente, pero como dice la canción: “Tú pa ser un estadista necesitas muchas cosas”. Ahora presidente, si realmente quiere vestir el ropaje de estadista, olvidarse de los remedos de “zonas libres” que hemos tenido en México, le envío un par de pistas que le sirvan como mapa y compás en sus, hasta estos momentos, buenas intenciones.
Para no repetir las historias exitosas de Hong Kong y Singapur, voy a citar otros dos ejemplos que realmente son lecciones de formas para prosperar. El primero es lo que en su momento se conoció como “La República de Cospaia”. Durante casi 400 años esta pequeña república prosperó en la parte central de Italia, sin gobierno, sin leyes escritas, sin militares, sin burocracia y ¡sin impuestos! El éxito de Cospaia es una ilustración de cuan extraordinariamente poca rienda central es necesario para alcanzar la prosperidad. Aunque fue llamada una “República”, era solamente un consejo de ancianos, sin un poder coercitivo, que se reunía de manera ocasional en la iglesia del pueblo. Este territorio tenía un área de solamente 330 hectáreas, aproximadamente el tamaño de un campo agrícola en Sonora o Sinaloa. La población varió a lo largo de los siglos, y era de alrededor de 1000 personas con menos de 150 hogares.
La historia se inicia en 1440. En esa época la península italiana estaba compuesta por numerosos reinos. Uno de ellos eran los estados pontificios gobernados por el Papa. Su vecino al norte, era la República de Florencia gobernada por la familia Medici. En 1431, Eugenio IV fue elegido Papa y de inmediato tomó un préstamo de 25,000 florines de Juan Cosme de Medici, uno de los principales banqueros en esa época. Sin Bancos Centrales ni dinero fiduciario, incluso los gobiernos tenían que ofrecer garantías para obtener un préstamo. El Papa ofreció como colateral el pueblo de Borgo Sansepolcro y sus alrededores, en la parte alta del Valle Tíber.
Al vencimiento del préstamo los estados pontificios no pudieron pagar y, los topógrafos, para ejecutar la garantía, acordaron que uno de los nuevos límites entre los estados sería un río en la parte alta del Tíber, pero los topógrafos cometieron un error. Había más de un río en la región. En el avenir de los burócratas dejaron esas 330 hectáreas como un mostrenco lepe sin dueño. Los residentes de Cospaia se dieron cuenta de su buena suerte, pues ahora estaban fuera de la jurisdicción tanto de los estados pontificios como de la República de Florencia. Los Cospaianos de inmediato se declararon como una República Independiente. Así iniciaron 385 años de dichosa libertad.
En sus inicios la economía de esta nueva república estuvo basada en el trueque y, a pesar de la falta de una divisa fuerte, la gente había logrado un nivel de vida muy superior al de los poblados vecinos, encadenados por el poder del estado. Como una república verdaderamente libre, no tenían impuestos que pagar, no contaban con reglas impuestas por gobernantes para beneficiar a aquellos que contaban con buenas conexiones. Sus habitantes eran libres de realizar intercambios y establecer conductas que les permitían vivir como les diera la gana, “sin afectar al resto de los habitantes”. No tener gobernantes jodiéndolos todo el día, les permitía utilizar de la manera más provechosa su tiempo y energía.
En 1574 la economía de Cospaia, ungida por la libertad, prosperaba como jamás se hubiera atestiguado en Europa. En 1624 el papa Urbano VIII publicó una bula papal declarando el uso del tabaco fuera castigado con la excomunión. Por supuesto, estas regulaciones solamente beneficiaron a la economía del nuevo edén de libertad. La caída en la oferta y la ausencia de regulaciones o impuestos, convirtió a Cospaia en el centro europeo de intercambio de tabaco. Muchos de los participantes en esta nueva economía, eran Israelitas. En Italia a los judíos les era prohibido poseer propiedades y también les era prohibido comerciar con cristianos. Así que la economía de laissez faire de Cospaia, permitió prosperar a esta minoría perseguida, pero protegida por esa región de libertad, a pesar de las agresiones de los estados que se encontraban en los alrededores.
A través de su historia, Cospaia no tuvo gobernantes, no tuvo poder ejecutivo ni judicial, y tampoco leyes escritas excepto por la frase “Perpetua et Firma Libertas,” que estaba inscrita en su iglesia desde 1610 y se traduce como “Firme y Eterna Libertad.”
La diminuta república era descrita como un lugar “sin ley” habitado por “contrabandistas. Debido a que todo lo que entraba a los estados pontificios o a la República de Florencia estaba sujeto a impuestos, cualquier cosa que abandonaba Cospaia era “contrabando”. En el siglo 18, había pasado de ser una pequeña aldea, a ser un centro de libre comercio continental y de bienes sin impuestos. No solo era la capital del tabaco en Europa, sino también se distinguía por sus textiles, sus bancos, centros de comercio y otro sinnúmero de bienes que circulaban sin impuestos.
En 1826, los estados vecinos finalmente se hartaban del rotundo éxito de Cospaia, sin que ellos llevaran su tajada. Y así el Papa, en sociedad con el Gran Duque de la Toscana, utilizando tácticas opresivas que después se conocerían como intervencionismo, o, la visible mano de gobiernos corruptos, mediante un estado de sitio provocaron hambre en la pequeña República, para así forzar a las cabezas de familia a firmar el “acta de subyugación”, finalizando 385 de años de libertad y prosperidad nunca antes vista.
Nos podríamos preguntar cuál sería su panorama actual si Cospaia hubiera permanecido libre. ¿Podrían ser un oasis como San Marino o Liechtenstein? Después de todo, fueron una república anarquista que sobrevivió y prosperó durante 385 años. Son 385 años sin impuestos, guerras, gobernantes o regulaciones. Lo que sí es muy claro, como lo dibujara Milton Friedman en su famosa frase: “Si a cualquier gobierno se le diera la administración del desierto del Sahara, de inmediato se provocaría escases de arena”. Presidente, la semana entrante le describo el segundo ejemplo.
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