Parecería que fue una 'ocurrencia' más de Donald Trump, pero de acuerdo con un estudio de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina, el rechazo a los migrantes no necesariamente es por la incertidumbre económica.
Cass R. Sunstein
Cada vez más investigaciones sugieren que la respuesta no necesariamente es por la incertidumbre económica, en la preocupación por el gasto público, ni siquiera en un sentimiento nacionalista general. Es algo más específico… y más perturbador.
Un amplio estudio de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina publicado la semana pasada pone en relieve la pregunta de qué impulsa el sentimiento antiinmigrante.
Según la investigación, la inmigración tiene efectos positivos en el crecimiento económico y no afecta al empleo o el sueldo de los trabajadores nativos.
Como escribió mi compañera de Bloomberg View, Paula Dwyer, el panorama no es tan halagüeño: la inmigración parece reducir el número de horas que trabajan los adolescentes nativos y reduce el sueldo de los trabajadores nacidos en el país que no terminaron la enseñanza secundaria.
No obstante, la conclusión general del informe es que la inmigración promueve y es incluso “parte integral del crecimiento económico del país”. ¿Qué explica, entonces, esta oposición generalizada? He aquí cuatro posibilidades:
1. Cierto o no, los que se oponen a la inmigración les preocupan los riesgos de la competencia en el mercado. Quieren que los estadounidenses nacidos en el país conserven su empleo y no quieren hacer frente a un recorte de sueldos.
2. Cierto o no, los que se oponen les preocupa la carga fiscal impuesta por los inmigrantes de primera generación.
3. Los que se oponen se muestran hostiles a cualquier grupo -nacional, étnico, racial o religioso-que sea diferente al suyo.
4. Los que se oponen son hostiles a ciertos grupos: latinos y musulmanes en particular.
La última evidencia más confiable sugiere que la última explicación es la que está más cerca de la verdad.
Parte de estos datos tienen la ventaja de haber sido recopilados antes de que Donald Trump anunciara su candidatura a la presidencia y explica por qué su propuesta de construir un muro fronterizo entre México y Estados Unidos fue una genialidad política.
En 2008, Nicholas Valentino, Ted Brader y Ashley Jardina de la Universidad de Michigan llevaron a cabo una encuesta en la que hacían una serie de preguntas acerca de “varios grupos sociales” y pedían a los encuestados que calificarán su actitud hacia los negros, los asiáticos, los hispanos y los blancos.
También hicieron al mismo grupo de encuestados una serie de preguntas sobre la inmigración como “¿qué probabilidad hay de que la inmigración tenga un impacto negativo en el empleo de los ciudadanos estadounidenses?”
Finalmente, preguntaron a estos individuos sobre su situación económica (incluyendo sus ingresos familiares) y su nivel de incertidumbre económica.
El principal resultado fue que la actitud de los blancos hacia otros grupos “tiene una influencia estadísticamente enorme en la opinión negativa (del resto de la población) sobre el impacto cultural y económico de la inmigración”.
Expertos en ciencias sociales no utilizan generalmente la palabra “enorme”, por lo que tenemos aquí un efecto realmente drástico: cuan mayor es la actitud negativa de los blancos hacia los negros, los asiáticos y los hispanos, más se dispara su sentimiento negativo hacia la inmigración.
Puede que no le sorprenda que los nacidos en el país tiendan a rechazar a miembros de otros grupos raciales. Pero hay una sorpresa: cuando se desglosan los datos resulta que, básicamente, todo el movimiento procede de una actitud negativa hacia los hispanos.
Las actitudes hacia los asiáticos y los negros no son tan determinantes con la percepción sobre la inmigración.
Si bien la actitud negativa hacia los hispanos podría explicar la percepción sobre la inmigración, la incertidumbre económica tuvo un efecto mucho más débil.
Ciertamente, los individuos más preocupados por su situación económica mostraron una tendencia a aceptar que la inmigración perjudica las perspectivas de empleo de los estadounidenses.
Por otra parte, los trabajadores de bajos ingresos y los desempleados no mostraron un sentimiento negativo hacia la inmigración mayor que otros grupos de la población. “Los intereses materiales representan sólo una parte pequeña” de la actitud hacia los inmigrantes, concluyeron los autores.
Estos resultados coinciden en gran medida con numerosos estudios, algunos recientes, que encuentran que los prejuicios raciales, religiosos y étnicos preanuncian su postura hacia la inmigración, y que la actitud en contra de los latinos es especialmente importante. (La razón de por qué existen estas actitudes y también la posibilidad de que algunos individuos asocien la inmigración hispana con el problema concreto de la inmigración ilegal es una cuestión distinta, pero esto es un tema para otra ocasión).
Se concluye que al poner de relieve la inmigración de México y al proponer la construcción de un muro fronterizo, Trump estaba apuntando a un sentimiento generalizado. Lo que es más, lo estaba legitimando, activando e incluso amplificando.
Los autores del estudio de 2008 también anticiparon este fenómeno: “Las malas noticias sobre los inmigrantes latinos -pero no sobre inmigrantes de otros grupos- provoca una preocupación importante en los blancos, y esta preocupación es un factor central de la oposición a la inmigración”.
Indudablemente, en 2016, la inmigración musulmana también ha cobrado relevancia en la opinión pública (y en los discursos de Trump).
No es la primera vez. Valentino y sus coautores encontraron que después de los atentados del 11 de septiembre hubo un aumento de las noticias sobre la inmigración musulmana, ya que el periodo en el que las actitudes negativas hacia los musulmanes mostraban una correlación con las actitudes negativas hacia la inmigración en general.
Y según un estudio publicado la semana pasada, en Europa el prejuicio antimusulmán es un factor fundamental en las actitudes hacia los solicitantes de asilo.
Una aclaración importante: estoy presentando datos empíricos y ninguno de ellos quiere decir que las fronteras estadounidenses deban abrirse o que los que están a favor de un control más estricto de las fronteras se equivoquen al poner de relieve los riesgos (entre otros, de los que quieren hacernos daño).
Puede que tengan razón. Y la inmigración ilegal plantea sus propios interrogantes; algunos individuos apoyan la inmigración siempre que haya llegado de manera legal.
No obstante algunas verdades resultan incómodas: el sentimiento antiinmigración se ha generalizado y, si quiere encontrarle una explicación, puede empezar por la hostilidad hacia los latinos y los musulmanes.
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