- "¿Vas a dejar de preocuparte? ¿Qué es lo peor que puede pasar?"
Acantilado fiscal sólo un bulo, la deuda del Gobierno es el verdadero asesino
Peter Schiff
Seguramente ha escuchado o leído los informes sin aliento de los medios
acerca del "acantilado fiscal" del que Estados Unidos caerá en enero de
2013 con la aplicación simultánea de los u$s 2 billones en recortes de
gasto automáticos (repartidas en 10 años) acordados en la votación sobre
el techo de la deuda del año pasado, y con el vencimiento de los
recortes fiscales de la era Bush. Los economistas a los que la mayoría
de los periodistas escuchan advierten que el efecto combinado de la
reducción del gasto público y el aumento de los impuestos desacelerarán
la "recuperación" y tal vez envíen a la economía de regreso a la
recesión. Mientras que en efecto, hay mucho de qué preocuparse en
nuestra economía, este acantilado en particular no es una prioridad en
la lista.
Gran parte del temor se debe a la falsa premisa de que el gasto público
genera crecimiento económico. La gente tiende a olvidar que el gobierno
sólo puede obtener dinero de los impuestos, del endeudamiento, o de la
impresión. Nada de lo que gasta el gobierno viene de forma gratuita. El
dinero recaudado o tomado prestado se retira del sector privado, donde
podría haber sido utilizado de forma más productiva.
El dinero impreso se limita a crear inflación, por lo que los recortes
de gasto automáticos, hasta donde en realidad están autorizados a entrar
en vigor, deberían promover el crecimiento económico, no a evitarlo.
Incluso la mayoría de los republicanos cayeron ante la farsa de que el
gasto puede ayudar a la economía en general, pero incluso aquellos que
no, sin duda harán todo lo posible para evitar la reacción política de
los ciudadanos que estén del lado perdedor de cualquier recorte
específico.
La única razón por la que los recortes de gasto automáticos existen es
que el Congreso carecía de la integridad para identificar los recortes
específicos. Tenga la seguridad de que el Congreso probablemente
diseñará una nueva vía de escape cuando se encuentre acorralado en una
esquina de nuevo. Derogar los recortes antes incluso de que se
implementen hará ridículo cualquier plan ulterior de reducción del
déficit, pero los políticos siempre prefieren enfrentar la frustración
por inacción que la ira pura por decisiones reales.
Sólo una porción muy pequeña de los recortes están programados que
ocurran en el año 2013 de todos modos. Si llega a suceder que el
Congreso no puede ni siquiera cumplir sus promesas de recorte de gastos
por un año, ¿cómo se puede esperar que lo hagan en diez?
El impacto del vencimiento de los recortes fiscales de la era Bush es
mucho más difícil de evaluar. Los efectos adversos de los aumentos
impositivos podrían ser compensado por los beneficios de la reducción en
el endeudamiento público (siempre que los impuestos efectivamente den
lugar a un aumento de los ingresos). Teniendo en cuenta los incentivos
negativos creados por mayores tasas de impuesto marginal, en particular
porque impactan en los ahorros y en la inversión de capital, las tasas
aumentadas pueden en realidad resultar en menos ingresos, ampliando así
el déficit presupuestario.
La economía se encontrará en un terreno muy peligroso ya sea que el
Congreso se de cuenta de una manera de zafarse de la camisa de fuerza
presupuestaria del 2013. La carga de deuda que Estados Unidos enfrentará
cuando suban las tasas de interés, presenta un "acantilado fiscal"
mucho más grande. Desafortunadamente, nadie está hablando de eso.
La actual deuda nacional es de alrededor de u$s 16 billones (esto es
sólo la parte financiada... las obligaciones no financiadas del Tesoro
son mucho, mucho más grandes). La única razón por la que Estados Unidos
es capaz de servir este increíble nivel de deuda es que la actualmente
baja tasa de interés de la deuda pública (en la actualidad por debajo
del 2%) mantiene los pagos de servicio de la deuda en unos u$s 300 mil
millones relativamente manejables por año.
En la trayectoria actual de la deuda nacional es probable que alcance
los u$s 20 billones en unos pocos años. Si para entonces las tasas de
interés volvieran a una cierta apariencia de normalidad histórica,
digamos 5%, los pagos de intereses sobre la deuda serían entonces de u$s
1 billón por año. Esta suma representa casi el 40% del total de los
ingresos federales en 2012.
Además de hacer inmanejable el servicio de la deuda, unas tasas más
altas deprimirían la actividad económica, disminuyendo así la
recaudación de impuestos y requiriendo un mayor gasto público. Esto
aumentaría el déficit presupuestario aún más, poniendo una mayor presión
alcista sobre las tasas de interés. Mayores tasas interés en hipotecas
y un aumento del desempleo pondrán nueva presión bajista sobre los
precios inmobiliarios, tal vez llevando a otra gran ola de ejecuciones
hipotecarias. Mi conjetura es que las pérdidas sólo en las hipotecas
aseguradas por el gobierno podrían sumar varios cientos de miles de
millones de dólares más a los déficits presupuestarios anuales.
Cuando se consideran todos estos factores, creo que los déficits
presupuestarios anuales podrían aproximarse rápidamente, y superar, los
u$s 3 billones de dólares. Todo esto podría estar en las cartas si las
tasas de interés se acercaran a un modesto 5%.
Si la enormidad de los números rojos fueran a preocupar finalmente a
nuestros acreedores, tasas de interés del cinco por ciento podrían subir
rápidamente a diez. En esas tasas, el costo anual de pagar los
intereses de la deuda nacional podría ser igual a todos los ingresos por
impuestos federales combinados. Si eso ocurre, tendremos que reducir el
gasto federal en todos los ámbitos (incluyendo recortes a beneficios
políticamente delicados), aumentar impuestos de manera significativa
sobre las clases pobre y media (así como a los ricos), hacer default de
la deuda, o golpear a todo el mundo con el impacto sostenido de una alta
inflación. Ahora ¡eso sí que es un verdadero acantilado fiscal!
Al tomar prestado tanto y tan tontamente cuando las tasas de interés son
bajas, nuestro gobierno nos está conduciendo hacia este acantilado, con
sus ojos firmemente pegados al espejo retrovisor (tanto como el nuevo
régimen francés parece estar haciendo). Durante años he advertido que
una crisis financiera se desencadenaría por el estallido de la burbuja
inmobiliaria. Mis advertencias fueron ignoradas rutinariamente en base a
la suposición casi universal de que los precios inmobiliarios nunca
caerían. Mis advertencias sobre el verdadero acantilado fiscal también
son ignoradas a causa de una premisa similarmente falsa de que las
tasas de interés nunca pueden subir. Sin embargo, si la historia puede
ser una guía, deberíamos ver el actual período de tasas ultra-bajas
como la excepción y no como la regla.
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