Ortega, presidente vitalicio
Una eventual victoria de Daniel
Ortega en los próximos comicios generales de Nicaragua demostraría que
los autócratas acceden al poder y lo conservan, fundamentalmente por su
habilidad para rodearse de un núcleo duro de incondicionales y la
política clientelar que desarrollan, con independencia al talento que
puedan poseer
Por Pedro Corzo
Daniel Ortega, gracias a numerosas
maniobras, en particular, sus alianzas temporales con el convicto ex
presidente Arnoldo Alemán, el manejo de las contradicciones y errores de
la oposición real y muy en particular la manipulación de las
frustraciones del electorado por medio de propuestas mágicas que
lamentablemente tienden a calar en el imaginario colectivo, ha gobernado
su país por los últimos nueve años y se apresta para un tercer mandato.
Hay que reconocer que Ortega es un
sobreviviente. El gobernante es un producto genuino de la Guerra Fría y
del Socialismo Real, creado a la imagen y semejanza de Fidel Castro, el
principal auspiciador de las guerrillas del Frente Sandinista de
Liberación Nacional y el sostén principal, tanto económico, militar y
político, de los primeros once años de gobierno del caudillo
centroamericano.
Ortega, a quien no se le atribuía un
talento especial para la política, fue capaz de reinventarse, se sumó al
Socialismo del Siglo XXI que financiaba Hugo Chávez, quien le entregó
para su provecho y el de su corte, miles de millones de dólares con el
objetivo de reconquistar el poder y sostener una política clientelar que
le permitiera seguir comprando conciencias.
El caudillo nicaragüense ha establecido
una dictadura institucional como sus pares de la Alianza Bolivariana de
las Américas, que aunque después de la muerte de Chávez ha perdido
protagonismo, sigue siendo un instrumento en el que se consolidan
alianzas y se despliegan estrategias, que tienen el objetivo de destruir
las democracias.
El régimen nicaragüense está sustentado
en un férreo control de los poderes públicos. Un ejemplo trascendente
fue el fallo de la Asamblea Nacional a principios del 2014, cuando se
reformó el artículo 147 de la Carta Magna que permite a Ortega
postularse indefinidamente, este laudo, corrigió una sentencia anterior
de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo, 2011, que aunque
favorecía al caudillo, le permitía postularse por una sola vez.
El FSLN, es un coto privado de Ortega y
su familia. La organización está bajo su absoluto control, por eso
resultó elegido por séptima vez candidato a la presidencia de la
república, posición que ocupó entre 1979 a 1990 y que recuperó en el
2007, con solo el 38 por ciento de apoyo popular, gracias a la maniobra
electoral que concertó con el ex presidente Alemán, en la que primaron
los intereses de ambos, aunque el más favorecido fue el comandante
sandinista.
Ortega busca perpetuarse en el poder y
no está dispuesto a correr ningún riesgo, por eso ha declarado
unilateralmente, en contra de lo que dispone la Ley Electoral, que no
habrá observadores internacionales de la OEA, Unión Europea o el Centro
Carter, a pesar de que la oposición ha denunciado fraudes en comicios
anteriores, particularmente en las presidenciales del 2011.
El dos veces presidente de Costa Rica y
premio Nobel de la Paz, Oscar Arias, ha rechazado la negativa de Ortega a
que hayan observadores en los comicios y expresado su respaldado a un
documento promovido por el Movimiento por Nicaragua que demanda
elecciones transparentes en el 2016, otro tanto ha hecho el cardenal
Leopoldo Brenes, quien dijo que la presencia de observadores
internacionales era un sentimiento de la población de su país.
Sectores de la oposición nicaragüense
desconfían del Consejo Supremo Electoral, temen que no haya
transparencia y honestidad en el desarrollo y cierre de los comicios, y
reclaman un activismo firme que haga respetar la voluntad popular, a la
vez que demandan una campaña internacional a favor de la democracia y
por la presencia de observadores internacionales.
Daniel ha demostrado ser un travesti
ideológico y político cuando inicia una campaña electoral, al extremo,
que su hermano Humberto, quien fuera jefe del ejército, le acusó en una
ocasión de distanciarse del ideario sandinista. Cuando le conviene, su
discurso es de reconciliación, pacifista, a favor del dialogo y la
superación de las diferencias, carga sus arengas con referencia a Dios, y
hasta pide perdón, pero cuando se monta en el caballo blanco, como
Ramiro Gómez Barrueco denomina el poder, se transforma en lo que
realmente es, un déspota cruel y despiadado.
Evidentemente el reto es grande. La
familia Ortega ejerce un férreo control sobre los poderes del estado,
maneja la mayoría de los medios de información además de contar con
recursos suficientes para comprar a los que prefieren que les regalen
pescado y no aprender a pescar.
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