Alberto
Mansueti
“Cuando varios mercaderes del mismo ramo se
reúnen, aunque sea para divertirse, la conversación suele terminar en alguna
conspiración contra el público o maquinación para subir los precios”.
Es una línea de Adam Smith en “La riqueza de las
naciones” (Libro I Cap. X), muy famosa porque siempre la citan los defensores
de las “leyes anti-monopolio”, o anti-empresarias de cualquier clase.
Lo que nunca citan son las frases que siguen: Smith
argumenta contra las leyes como “remedio” al problema. Las leyes agresivas
contra la empresa no lo resuelven, más aún, lo agravan, forzando a las empresas
a agavillarse en defensa propia, y a conspirar con los funcionarios encargados
de aplicarlas; y así la cosa queda peor que antes. El auténtico remedio es un
mercado libre; o sea libre de “barreras de entrada” a las empresas competitivas,
y de “barreras de salida” a las ineficientes, para que salgan a buscar mejor
suerte en otros mercados. Hablamos de barreras “no de mercado”, administrativas
o legales, que sólo el Estado puede imponer.
Pero es un hecho cierto que los empresarios
establecidos (“capitalistas”), son enemigos de la libertad de mercado
(“capitalismo”), porque están cómodos en la cima, y temen a toda competencia.
“Salvando al capitalismo de los capitalistas” es
un libro del año 2003, por los economistas Raghuram Rajan y Luigi Zingales, profesores
de la Universidad de Chicago. Sí, “Chicago Boys”, de origen indio el primero, e
italiano el segundo. Subtítulo del libro: “Liberando el poder de los mercados
financieros para crear riqueza y expandir oportunidades”.
Explican que Karl Marx estaba muy equivocado: el
libre mercado no se ve amenazado por “sus contradicciones internas”, sino por falta
de apoyo político. Simple: todos nos beneficiamos de los mercados competitivos,
muy eficientes y productivos, y de su falta, todos nos perjudicamos. Pero ¿quién
sufre daños directos si no los hay, o saca ganancias específicas si los hay, como
para estar interesado en pagar los costos, p. ej. de educar al público? ¡Nadie!
Por esa razón en los mercados económicos, nadie con peso suficiente tiene
fuerte interés en apoyar las libertades económicas.
Rajan y Zingales demuestran que los mercados
libres son un bien público, y como todos los bienes públicos, no tienen un sistema
de defensa natural, como los bienes privados (ropa, vivienda, comida, zapatos),
constituido por quienes los aprovechan y disfrutan, pagando sus precios por
ellos, y de esa manera apoyando su continuidad. Al contrario, la apertura tiene
muchos enemigos: hay trabajadores que pierden sus empleos por presiones
competitivas; y grandes industriales, banqueros y empresarios establecidos, a
los cuales la competencia libre les perjudica, y mucho, actual o potencialmente.
De allí que un capitalismo de veras liberal no
tiene apoyo político natural; lo que tiene es oposición y hostilidad, de grupos
políticamente muy influyentes. Apoyos decisivos tiene en cambio, en los países
desarrollados y en el mundo, el mercantilismo, “crony capitalism”, capitalismo
de “cuates”, compadres, amigotes de los Gobiernos, sus funcionarios, y de los líderes
y partidos mayoritarios. Pero sucede que este capitalismo deformado, tramposo y
corrupto, no le da grandes beneficios visibles y palpables a la gran mayoría;
por eso no es bien visto por la gran mayoría.
El libro hace unas afirmaciones con las cuales se
puede estar o no de acuerdo: p. ej. yo no concuerdo con su tesis sobre los recursos
naturales como una gran desventaja; pero para argumentar, describe y expone una
colección de “casos prácticos” muy ilustrativos, principalmente en Rusia.
De todos modos es un hecho indiscutible que esta
versión corrupta del capitalismo, aciertan Rahan y Zingales, mina el piso
político para un sistema de mercados libres. A principios de los años ‘90, el economista
e investigador Robert Shiller, documentó en un estudio que los rusos de a pie eran
entonces, en promedio, favorables a los mercados y a la propiedad privada. Pero
en una encuesta reciente, el 72 % quiere que las empresas privatizadas le sean
devueltas al Estado. Apenas 10 años de capitalismo mercantilista, en los ’90,
han destruido el favor popular del que gozaban los mercados libres, más que 70
años de propaganda comunista.
¿Qué se puede hacer? El libro propone una serie de
reformas estructurales para promover una distribución más eficiente de la
propiedad privada, en mercados financieros: bancarios y bursátiles.
Significa: no demasiada concentración de la
propiedad, que les facilite a las oligarquías económicas la captura de
instituciones políticas decisivas; pero tampoco demasiada dispersión de la
propiedad, que impida la formación y afirmación de una clase media sólida y
numerosa, comprometida con el sistema, y dispuesta a brindar y mantener su pleno
apoyo político a las reformas.
Y termina asomando “la pieza faltante”: ¿cómo hacer
conciencia política suficiente en pro de las reformas, si el apoyo al
capitalismo liberal clásico no se puede esperar de los “capitalistas”? Los
autores no dan muchas respuestas. ¿Por qué? Porque son buenos economistas,
conscientes de las limitaciones de su ciencia. Los malos economistas, que
abundan, incluso entre “liberales”, pontifican sobre temas que escapan al
perímetro de su disciplina, acotado como el de cualquier otra rama del saber. Ahí
meten la pata, y causan mucho mal público, enturbiando el clima de opinión.
Si el mercado abierto es un bien público, como
bien dicen estos dos buenos economistas, entonces las leyes buenas, que
promueven, restauran o mantienen los mercados libres, en favor del capitalismo,
son un bien público. Pero en temas legales no es la Economía la que tiene la
palabra, sino el Derecho. Y el Derecho liberal clásico reconoce sólo tres
funciones al Estado: seguridad, justicia e infraestructura. La educación a
favor de la competencia y los contratos privados no es función del Gobierno
civil.
¿Quién va a hacerla entonces? La respuesta a esta
pregunta está en una tercera disciplina: la Ciencia Política, el estudio de los
sistemas de Gobierno. Y la respuesta es: uno o varios partidos políticos, de tipo
privado, y sus coaliciones. En los “mercados políticos” es donde se hallan los
actores con fuerte interés en apoyar las libertades económicas. Mi próximo artículo,
si Dios quiere, se va a titular: “Los partidos en favor del capitalismo”, con
los “casos prácticos”, muy enseñadores, de “los cuatro tigres asiáticos”:
Formosa (Taiwan), Corea del Sur, Singapur y Hong Kong.
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