Por Magdalena Evans Civit
En el año 1853, Juan Bautista Alberdi
recogió cultamente principios libertarios los cuales fueron incorporados
a la Constitución Nacional de dicho período, constituyendo ese proceso
político una plasmación de prosperidad y progreso para nuestro país.
Alberdi en tanto mentor de dicha Constitución propició la disolución y
superación de las normas anti-extranjeras y fomentó la inversión y la
inmigración productiva, tan en contraste con nuestra penosa realidad
actual, en la cual nos encontramos en una Argentina renegada y
antiliberal, con índices de pobreza de alrededor del 31,4 %, una tasa
de inflación anual de aproximadamente 40% e índices de desempleo del
10,4%(el más alto de la región). ¿Cómo podemos entender este escenario
recesivo desde el punto de vista psicológico-sociológico? Desde el
Psicoanálisis se sostiene que el ser humano nace en un determinado
ámbito plagado e impregnado de múltiples significados, preconceptos,
creencias y prejuicios que lo preceden y esperan para atravesar su ser,
determinándolo y condicionándolo a posteriori.
A nivel social en la
Argentina, ¿cómo podríamos pensar y desglosar este concepto? ¿Qué ideas
prevalecen en nuestro psiquismo que nos empujan y nos llevan por
determinados caminos en los que nos encontramos enraizados (automatismos
obtusos e inconscientes), constituyendo y acentuando comportamientos
cíclicos y repetitivos que nos conducen a reiterativos fracasos tanto
en lo económico- social y personal, siempre retornando al mismo
resultado: ¿Crisis?
Bien sabemos que es a través del trabajo
que se produce el crecimiento de la riqueza y a partir de la propiedad
privada en tanto fundamental incentivo para crear más bienes de los que
la naturaleza nos provee, siendo a partir de esto la invención del
dinero y del intercambio lo que motiva al hombre a PRODUCIR.
Pero pareciera que en América Latina,
característicamente en Argentina y Venezuela, ya tenemos internalizado e
instalado en nuestra mente que el progreso, la felicidad, la capacidad
para trabajar y producir riqueza, etc., son objetivos no dignos de
alcanzar por nosotros, siendo incluso catalogados falsamente como
valores meramente especulativos, cuando en realidad estas falsas
creencias no hacen más que inhibir nuestro potencial creativo para
mejorar y ser más productivos, simplemente por una ciega obediencia a un
fuerte mandato cultural el cual ni siquiera parte de la sociedad puede
cuestionar . Catorce años bajo las manos del poder de los Kirchner son
suficientes para instalar y provocar la proliferación de cualquier tipo
de ideología por más cínica, inhibitoria y opresora que sea, la cual nos
atraviesa en tanto Sujetos y provoca sus efectos, que se manifiestan
en nuestro comportamiento, conductas y pensamientos (casi automáticos,
sin reflexión consciente y responsable). La personalidad debe
desplegarse antes de ser sometida. Freud describe esto muy bien en
“Inhibición, síntoma y angustia, 1926”, texto en el que se refiere a las
inhibiciones como limitaciones funcionales del Yo, o una rebaja de las
mismas, así como una renuncia a una función específica y que nos
compete, por ejemplo inhibición a la hora de trabajar, a fin de no verse
obligado a emprender una nueva represión, a fin de evitar conflicto con
las otras dos instancias psíquicas: el ello (reservorio y fuerza
pulsional) y el Superyó, donde residen los mandatos morales, culturales y
éticos. Aquí podemos hablar ya de inhibiciones que se manifiestan al
servicio de la auto- punición: El yo no tiene permitido hacer cosas que
le proporcionarían éxito, prosperidad y provecho, ya que el severo
Superyó (mandatos introyectados) se lo ha denegado. El yo renuncia a
esas operaciones para no entrar en conflicto con esta severa instancia
psíquica,(por precaución digamos).
Son los gobiernos populistas-socialistas
(mercantilistas, que intervienen y regulan el mercado) el principal
factor, dirían algunos, de estos síntomas. Y así lo creo. Mediante el
creciente gasto público (tengamos en cuenta que en la Argentina ya
alcanza la cifra de $2.000.000.000.000, dos billones de pesos a costa de
un mayor déficit financiero) y la irrefrenable emisión de moneda para
solventar el asistencialismo y otros servicios (trabajo no productivo,
el cual no aplica para ser trabajo que produzca riqueza), no se logra
más que inhibir la capacidad para trabajar productivamente, obstruyendo
no solo el mercado y la economía sino también la capacidad de un
psiquismo creador (energías creadoras) en todos sus sentidos posibles,
oprimiendo así todo el potencial y las capacidades con las que contamos y
que parte de nuestra población no sabe que las posee, pues mediante y a
través estas políticas públicas ineficientes e implícitamente
manipuladoras se fomenta impúdicamente que no contamos con los
suficientes recursos internos como para ocuparnos responsablemente de
nuestra propia vida y crear algo digno y próspero en ella. Esto
constituye un síntoma en Argentina lamentablemente, y tenemos que
trabajar mediante la reflexión consciente y responsable para modificar
esta realidad y darnos la posibilidad de que salga a la superficie
nuestras capacidades y habilidades (en su máximo desarrollo posible),
más allá de cualquier mandato gubernamental. Abandonar en la mayor
medida posible la repetición indefinida de conductas y comportamientos
autodestructivos que nos conducen siempre al mismo resultado ineficaz y
opresor del ser humano es de sumo valor.
Me parece muy importante destacar y
remarcar al respecto la diferenciación que constituyen Chile y México
respecto del análisis anterior: Estos dos países ya son paradigmas
Latinoamericanos de los beneficios que se experimentan al integrarse a
la economía mundial, abrirse al mercado internacional y desconcentrar
el poder de sectores del gobierno y otros pequeños grupos que se
benefician mediante el “rentismo”. Estos dos países han experimentado
procesos de reforma económica, que gracias a su correlativa estabilidad
institucional pudieron crecer de forma sostenida. Chile, con sus
políticas de apertura caracterizadas por un arancel “flat” al derecho de
importación (del 6%) y la firma de acuerdos de libre comercio a nivel
bilateral, ha experimentado profundos efectos positivos: En poco tiempo
incrementó su ingreso per cápita cuatro veces (año 2002: u$s 4.262,en
contraste con el período anterior de 1985-1989 que era de u$s1.704), la
cantidad de productos exportados se incrementó de 200 a 3.750, las
empresas exportadoras de 200 a 6.118 y redujo al 18% su nivel de
pobreza. En el caso de México: Se incorporó al acuerdo de libre comercio
entre Estados Unidos y Canadá en 1994 conformando el NAFTA (North
American Free Trade Agreement). Se liberaron las trabas al comercio y a
la inversión, la cantidad de empresas exportadoras casi se duplicó,
pasando de 21.447 en 1993 a 38.175 en 1.999 y las ventas externas de
manufacturas crecieron del 15% al 88%. Los indicadores económicos de
este país plasman y reflejan el sostenido crecimiento del PBI real a
partir del acuerdo con las poderosas economías de Canadá y Estados
Unidos.
En tanto reflexión final: La
civilización es un aprendizaje de la historia y la libertad un lujo de
la sociedad civil, como sostenía el gran filósofo David Hume. En
consonancia con su brillante pensamiento Inglaterra logró encontrar el
camino hacia la libertad (en el 1678, año en el que tiene lugar la
llamada Revolución Gloriosa). Este proceso signó una gran enseñanza para
la Humanidad, demostrando que es posible alcanzar el estadio de la
civilización sin estar condicionados ciega e inconscientemente por la
biografía, cultura o religión. Debemos reconocer nuestros derechos
naturales e individuales (según John Locke: la vida, la libertad y la
propiedad, conformando este último el “estate”, es decir los bienes
materiales), y tener en claro que estos derechos son anteriores a la
creación de cualquier gobierno o aparato estatal. La limitación del
poder político es la garantía fundamental e indispensable de la libertad
individual, siendo la división de poderes del Estado la base e
instrumento para limitar dicho poder, y poder así protegernos de los
vaivenes y arbitrariedad del poder político y de sus intereses. La
preferencia de la virtud por sobre el vicio constituye la eticidad por
excelencia de los intereses particulares, cuyo reconocimiento jurídico
son y debieran ser los derechos mencionados anteriormente. La clave
radica en ser consecuentes respecto a esto y correrse del estado social
Inconsciente que nos conduce por caminos trillados.
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