En el ejemplo del supermercado existen dos cuentas: una es mi cuenta de bienes que consiste en alimentos y la otra es mi cuenta de capital que consiste en dinero. Cuando compro 100 dólares en alimentos, el valor de mi cuenta de bienes aumenta en 100 dólares y mi cuenta de capital se reduce en la misma cantidad. Para el supermercado, lo opuesto sucede: sus bienes se reducen en 100 dólares y su cuenta de capital aumenta en la misma cantidad.
Este principio no cambia en absoluto si el supermercado estuviese situado en el extranjero, en lugar de a pocas cuadras de mi casa. Los desequilibrios suceden todo el tiempo cuando el supermercado le compra más al mayorista de lo que el mayorista me compra a mí. Pero cuando incluimos la cuenta de capital, se obtiene el equilibrio.
El comercio internacional funciona de la misma manera. Cuando un consumidor compra productos chinos y los chinos no adquieren productos por el mismo valor ocurre el déficit en la balanza comercial. Pero en lugar de comprar productos de nuestro país, los chinos compran acciones o bonos y así se logra el equilibrio. Lo que sucede es que el déficit comercial en bienes y servicios de EEUU es compensado con un excedente o superávit de igual tamaño en la cuenta de capital. Para junio de 2004, China poseía casi 200.000 millones de dólares en bonos del Tesoro de EEUU, Japón 1 billón (trillón en inglés) y los europeos 2 billones.
Algunos políticos critican que extranjeros posean tanta cantidad de la deuda de Washington. Pero son ellos mismos quienes han endeudado al gobierno y si los extranjeros no compraran esos bonos tendríamos mayor inflación e intereses mucho más altos.
El hecho que extranjeros estén dispuestos a invertir masivamente en dólares, bonos y acciones de este país significa que la riqueza de EEUU, nuestro estado de derecho y respeto por los contratos les inspira confianza. También significa que el comercio fomenta la competencia y, a fin de cuentas, es la libre competencia entre muchos productores lo que en realidad protege al consumidor. Por el contrario, lo que protege a los productores, a costa del consumidor, son las restricciones impuestas por el gobierno al libre intercambio, tales como aranceles, cuotas y licencias de importación. Y el deseo de algunos interesados en restringir la competencia es lo que está detrás de toda la demagogia respecto al déficit comercial. ¿Cuándo oyó usted a un consumidor quejarse que tiene que comprarle más productos de China o a México o a Japón de los que los chinos, mexicanos y japoneses le compran a él?
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