REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela
Don Gilberto se entrevistó con el Gral. Calles
en la ciudad de Cuernavaca, en donde lo recibió en su casa. Luego de los
saludos protocolarios, puesto que la
tensión entre esos dos hombres llegaba a niveles que eran prácticamente difíciles
de ocultar. El Gral. procede a notificar a don Gilberto que el motivo de su
interés para promover tal reunión, era notificarle la formación de un nuevo
partido que aglutinara todas las fuerzas que en esos momentos configuraban la
“sociedad revolucionaria.” Es hora de abandonar las armas Licenciado, y pasar a
la politica para construir el país que todos queremos, le afirmaba Calles.
El Gral. procede entonces dando los detalles
de la estrategia que se proponía seguir a través de la cual, las columnas del
partido serían los sectores obrero, campesino, popular, y algo muy importante,
el sector militar que hasta esos momentos era en donde residía el poder que
había imperado en aquel Mexico bronco y salvaje. Don Gilberto, con curiosidad,
cierta cortesía y prudencia, de vez en cuando lo interrumpía para hacerle
algunas preguntas y de esa forma, tener claro el panorama que se le dibujaba.
Al final de la explicación el Gral. Le dice a don Gilberto: “Los sectores ya en
las filas del partido en formación, han pensado que usted sería un buen
candidato a la presidencia, ¿Qué le parece?
Don Gilberto guarda silencio un par de
segundos, y ante un sorprendido jefe de la Revolución afirma: General, acuérdese
del Plan de Agua Prieta. En esos momentos se le descompone el rostro, pero don
Gilberto no lo deja que se reponga de la sorpresa y continúa. Lo que usted me
está dibujando es una dictadura similar a la de Porfirio Diaz, pero en lugar de
que el propietario sea un hombre, ahora lo será un grupo cobijados en algo que
se le quiere dar la fisonomía de partido. Los dos postulados básicos de la revolución;
sufragio efectivo y no reelección,
con la formación de este partido, los está usted enterrando. Este país carece
de algo muy importante General, una vibrante sociedad civil, y de esta forma,
yo veo que nunca se va a desarrollar, y sin ella, el futuro es muy nebuloso.
Yo ahora escuchaba a Toño con incredibilidad y
le pregunto. ¿Pero como se atrevió mi tío a retar a un hombre como Calles de
esa manera? Pues mira Ricardo, esa era parte de la grandeza de don Gilberto. Además
de todas las grandes cualidades que le hemos identificado, era un hombre de un
valor indomable pero, su valor no era respaldado con armas como lo hacían toda
la manada de barbajanes que se disputaban el poder. El valor de don Gilberto
era respaldado con sus ideas y sus ideales pero, sobre todo, con esa gran mente
de jurista siempre con la ley en la mano en la procuración de justicia para
todos, que casi era su lema y forma de vida. Si alguien conocí en mi larga vida
con el más claro concepto de justicia, fue Gilberto Valenzuela.
Me platicaba don Gilberto que después de
pronunciar sus primeras frases, estaba listo para que el General lo echara de
su casa, pero para su gran sorpresa, Calles con lo que parecía cierta flexibilidad
de mente, le abría la puerta para desarrollar un diálogo y debate. Calles le
responde, mire Licenciado, ya se ha derramado demasiada sangre y repito, es
hora de darle oportunidad a la política formando las instituciones que le abran
una brecha civilizada a este país tan agraviado. Le responde don Gilberto, si
General, pero la forma que pretende utilizar para cimentar esas instituciones,
es estilo militar, de la punta de la pirámide hacia abajo, y eso no funciona pues
los cimientos son arenosos. El gran problema de Mexico es ese, siempre se han
manejado todas las cuestiones nacionales de forma autócrata, sin dar
oportunidad que sea la sociedad civil quien las construya de la base hacia
arriba.
Calles bastante controlado le responde. Mire
Licenciado, yo siempre he admirado su integridad, su gran apego a la ley, a la
verdad y a la justicia, pero me parece que no entiende el que todas esas ideas
que tan bellas que usted expone, son ropajes para otro tipo de país, y no para
el Mexico en el que vivimos en estos momentos, un Mexico de barbarie y desorden
en al cual si no metemos orden, fácilmente caerá en la anarquía. Ya conocemos
como terminaron los sueños de Madero cuando con ese gran idealismo, enfrentó a
las fieras con lluvia de flores.
Precisamente ese es mi punto General, le
revira don Gilberto. Lo primero que el país requiere es un sistema judicial
independiente, honesto y muy limpio. Lo que al país le urge es se implante el
estado de derecho—pero primero dando libertad a la sociedad y luego respetando esas
libertades—para que esa sociedad civil florezca y cada quien dentro de ese
marco legal, desarrolle sus habilidades para construir las instituciones, pero debo
de insistir, de la base hacia arriba. En un país sin esa libertad, la sociedad
civil se marchita y nunca florece.
Continuaba don Gilberto; mire General,
cualquier sociedad que perpetúa la fortaleza del estado dándole un control no casi
total de su economía como usted lo plantea, es cuando se consuma ese fatal
matrimonio de economía y politica provocando una regresión. En este escenario
no hay futuro alguno para una sociedad sana ni para los valores de libertad por
los que peleamos, y es cuando esa regresión toma el rostro del viejo feudalismo
que el país ha padecido, primero en la colonia y luego desde nuestra
independencia. Democracia, General, no es solamente el sufragio o la decisión
de las mayorías, es un concepto mucho más amplio. El gobierno que siempre hemos
tenido en Mexico, ha sido un arnés para la sociedad civil que no le ha
permitido “sacar su energía a la superficie” y desarrollar su potencial, y perdóneme
Señor, pero lo que usted me plantea es el mismo arnés, pero tal vez
confeccionado con baqueta nueva.
En ese momento, me decía don Gilberto, sintió
que Calles ya no quería escuchar más y le interrumpe. Mire Licenciado, esto es
asunto ya decidido y mi deseo de reunirme con usted, era invitarlo a caminar
juntos esta nueva etapa tan importante para el país. Entiendo que usted observe
con ojos críticos este plan, pero repito, es algo decidido. Fue entonces cuando
don Gilberto interrumpe a Calles y le dice: Pues lo siento mucho General, pero
no veo esto sólo con ojos críticos, lo veo con ojos de uno de los millones de
mexicanos que queremos algo diferente y por lo cual, como usted mismo lo dice, peleamos
y se derramó demasiada sangre ¿para qué? ¿Para llegar al mismo sitio de donde
partimos? No debemos seguir tratando a los mexicanos como si fueran buquis
(niños) indefensos, es hora de entregarles la responsabilidad de sus vidas, y
sobre todo, del país.
Cierra don Gilberto. Lo siento mucho General,
pero yo no puedo formar parte de algo en lo que no creo. Yo he hecho de mi vida
una lucha tenaz y sostenida por el decoro de los mexicanos, por la creación de
un Mexico con un estado de derecho que promueva a las autoridades para cumplir
sus atribuciones de acuerdo a las facultades que les otorga la ley, un medio
jurídico en el cual se pueda armonizar el orden con la libertad individual. Lo
que usted me ha planteado, con todo respeto General, no va de acuerdo con mi
visión del Mexico post revolucionario, ni con los acuerdos que tomamos juntos
hace años en la ciudad de Agua Prieta. Pero de todas formas le agradezco la
invitación.
En ese momento esos dos hombres que tantas
batallas juntos habían librado, se despiden sabiendo que nunca se volverían a
ver pero, sabiendo también que era muy probable que sus visiones tan diferentes
muy pronto los enfrentaran.
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