Por Roberto Cachanosky
A esta altura del partido todo parece
indicar que el gobierno no tiene ninguna intención de bajar el gasto
público. Tanto las declaraciones de Prat Gay como de Francisco Cabrera
al respecto, reflejan una clara decisión de mantener un estado
sobredimensionado, aunque ellos consideran que pueden administrar ese
sobredimensionamiento en forma eficiente. Puesto en otras palabras,
intentar hacer eficiente lo innecesariamente grande no parece tener
mucho sentido, sin embargo ese parece ser el objetivo.
Evidentemente Cambiemos no se ha
planteado seriamente cuál es la función que tiene que tener el estado.
¿Tiene que ser un estado que deje desarrollar la capacidad de innovación
de la gente o esa capacidad de innovación solo queda reservada a unos
pocos burócratas iluminados que decidirán por el resto de los 44
millones de habitantes?
¿Debe el estado cumplir la función de
repartir planes sociales a diestra y siniestra o la solidaridad es un
acto voluntario de cada persona en forma privada?
¿Tienen los funcionarios un don especial
que los hace más solidarios que el resto de la población y por lo tanto
es necesario un estado que supla el egoísmo que supuestamente tendría
cada uno de los habitantes con la benevolencia que solo tendrían los
burócratas solo por estar en el estado?
¿Debe el gobierno financiar películas de
cine o esa actividad es privada y, en consecuencia, hacer una película
de cine es un negocio como cualquier otro que tiene que ser financiado
con los recursos de quienes desarrollan esa actividad como ocurre con el
resto de las actividades?
¿Tiene el gobierno que encargarse del transporte aéreo de pasajeros o esa es función del sector privado?
Si la idea es seguir con un estado
sobredimensionado repartiendo subsidios, siendo empresario, regulando la
economía y dando proteccionismo, entonces tiene lógica intentar hacer
eficiente lo que está sobredimensionado y sobra. Aunque dudo que vayan a
obtener resultados diferentes a todos los que tuvimos en décadas de un
estado elefantiásico. Y dudo que vaya a haber resultados diferentes
porque no hay argumentos que puedan explicar porque el burócrata va a
gastar más eficientemente los recursos que genera el sector privado. Si
yo genero una riqueza de 100, ¿qué razón hay para pensar que el
burócrata va a gastar mis 100 mejor que yo? ¿Qué información tiene el
burócrata que yo no tengo para saber qué me conviene comprar o dejar de
comprar? ¿Acaso conoce el valor que yo le otorgo a las cosas? ¿No se
enteraron los funcionarios públicos que el valor que la gente le otorga a
los bienes y servicios, es subjetivo?
Un estado sobredimensionado es sinónimo de un estado autoritario, saqueador y con bolsones de corrupción.
Pero hay otro punto a debatir. ¿El
problema es el déficit fiscal o el nivele gasto público? Personalmente
prefiero un déficit fiscal del 3% del PBI con un gasto público del 25%
del PBI, que equilibrio fiscal con un gasto público del 48% del PBI. La
razón es que no interesa solamente el nivel del déficit sino la cantidad
de recursos que el estado le quita al sector privado para gastar. La
contracara del gasto público es, en el largo plazo, la presión
tributaria.
Si los ministros del gobierno dicen que
no hay que bajar el gasto público, lo que hay que mirar es la contracara
del gasto. ¿Cómo se financia el gasto?
En primer lugar con impuestos. Si el
gobierno no quiere bajar el gasto, la presión impositiva seguirá
asfixiando al sector privado, quitándole capacidad de consumo y
ahuyentando las inversiones. Con esta carga tributaria no luce probable
que vaya a haber el tsunami de inversiones como espera el gobierno.
En segundo lugar el gobierno puede
financiarse con deuda interna. Es decir colocando deuda en el mercado
doméstico. Con esa medida lo que logra es desplazar al sector privado
del mercado crediticio, ya sea para consumo o para inversión, y por lo
tanto contrae la actividad económica. La expande por el gasto y la
contrae por el menor acceso del sector privado al mercado crediticio.
Pero además acentúa el problema fiscal porque a mayor nivel de deuda más
intereses a pagar y más gasto público.
En tercer lugar puede recurrir a la
colocación de deuda externa, es decir, pedir prestado en el exterior. En
el corto plazo el gasto público financiado con deuda externa puede
reactivar la economía porque el estado consume sin quitarles recursos a
los contribuyentes. En el largo plazo, cuando hay que pagar los
intereses, nuevamente aumenta la carga tributaria o se termina en un
default como ya es tradicional en Argentina.
En cuarto lugar puede financiarse el
gasto con emisión monetaria, lo que significa acelerar el proceso
inflacionario y conducir a una crisis social y económica. Con la
experiencia inflacionaria que tenemos creo que no hace falta que me
explaye en el tema.
En cualquiera de los cuatro casos,
siempre se termina en una crisis económica, por lo tanto, decir que
quieren hacer eficiente un gasto público sobredimensionado es no haber
aprendido nada de nuestra historia económica contemporánea repleta de
procesos inflacionarios agudos, hiperinflación, defaults y
confiscaciones de activos.
Mucho menos lógico luce decir que en
este momento de recesión no hay libro que indique bajar el gasto
público. Una baja del gasto público tiene como inmediata contrapartida
la reducción del impuesto inflacionario, de la carga tributaria o del
desplazamiento del sector privado del mercado crediticio. Lo que se
contrae de actividad por el menor gasto estatal se expande por el lado
de la mayor demanda del sector privado. Es un juego de suma cero pero
con una más eficiente asignación de recursos si los burócratas dejan de
gastar y le devuelven ese poder de compra al contribuyente. Yo voy a
asignar más eficientemente mis recursos que si los asigna un funcionario
público.
Obviamente, en el corto plazo siempre
cabe la posibilidad de seguir tomando deuda externa y esquivar
transitoriamente la baja del gasto. Pero esa es una película mil veces
vista que ya sabemos de memoria cómo termina.
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