Frank Shostak
Repito que esta forma amable de hablar deriva del miedo a que un lenguaje duro afecte a la confianza de la gente y por tanto o a las expectativas acerca de las condiciones económicas futuras. Si se mantiene estable la confianza de la gente, la actividad económica estable seguirá sus pasos, o eso es lo que se sostiene.Dado que se dice que las expectativas estables implican condiciones económicas futuras estables, muchos economistas recomiendan vigorosamente que las políticas del gobierno del banco central sean “transparentes”.
Supongamos que el gobierno presentó un plan para aumentar los impuestos personales. ¿Cómo puede el mero hecho de dar a conocer este plan a todo el mundo impedir una erosión en los niveles de vida de las personas y una inestabilidad económica?
Incluso si los políticos consideran convencer a la gente de que la subida de impuestos es buena para ellos, no pueden alterar el hecho de que se reducirán las rentas de las personas después de impuestos.
O supongamos que el banco central ponga en conocimiento del público que aumentará drásticamente la oferta monetaria.
¿Cómo puede la simple publicación de esta información impedir el consumo de capital y el desarrollo de un ciclo económico de auge y declive?
Las llamadas “expectativas estables” no pueden deshacer el daño causado por políticas monetarias laxas o impuestos más altos: las opiniones acerca de los hechos no cambian los hechos.
¿Qué se ganaría si se lavara el cerebro a todas las personas para creer que las cosas van bien mientras en realidad la economía se está desmoronando?
Por tanto, lo que importa no es si son transparentes las políticas del gobierno y el banco central, sino si estas políticas afectan al bienestar de las personas.
Expectativas en economías libres frente a economías no libres
Las expectativas del consumidor no aparecen de la nada, sino que son parte integrante del proceso de evaluación de cada persona, que se basa en sus visiones con respecto al mundo real.En una economía de mercado libre y no intervenida, cada vez que las personas forman expectativas que contrarias a los hechos de la realidad, se ponen en marcha incentivos para una evaluación renovada y acciones distintas. El mercado no permitiría evaluaciones erróneas prolongadas.
Supongamos que como consecuencia de una evaluación incorrecta se invierte demasiado capital en la producción de automóviles y demasiado poco en la construcción de casas.
El efecto de la sobreinversión en la producción automóviles es la disminución de beneficios, porque la cantidad excesiva automóviles hace que solo puedan venderse a precios que son bajos en relación con los costes en que se incurrió para fabricarlos.
El efecto de la gira la inversión en la construcción de casas, por el contrario, aumentará su precio en relación a su coste y por tanto aumentará su beneficio.
Este proceso llevaría a una retirada de capital de los automóviles y lo canalizaría hacia las casas, lo que implica que si la inversión va en exceso en una dirección y no lo suficiente en otra, se pondrían en marcha las fuerzas compensadoras de corrección.[2]
En un mercado libre, los hechos de la realidad afirmarían en su dominio bastante rápidamente a través de la evaluación de las personas y por tanto de sus acciones.
Sin embargo, no es así en una economía distorsionada de mercado. Al aplicar sus políticas, gobiernos y bancos centrales pueden crear una base para una desviación prolongada de las expectativas frente a los hechos de la realidad.
Sin embargo, ni el gobierno ni el banco central pueden desafiar eternamente estos hechos. Un caso clásico es la rebaja artificial de los tipos de interés por parte del banco central, que genera ciclos de auge y declive.
Podemos concluir que, en una economía de mercado libre y no intervenida, las expectativas individuales tenderán a cambiar de acuerdo con las verdaderas condiciones del mercado.
Esto contrasta con una economía intervenida en la que las políticas del gobierno del banco central dan lugar a expectativas que no están de acuerdo con la realidad.
La opinión popular de que por medio de encuestas de opinión se puede discernir la dirección futura de una economía resulta problemática.
El hecho de que un grupo grande de personas haya expresado una opinión acerca de las condiciones económicas futuras no hace que esta sea más precisa que la opinión expresada por cualquier individuo concreto.
Lo que importa no es cuántas personas hayan participado en una encuesta de opinión, sino el marco de pensamiento que hayan empleado para respaldar sus opiniones.
Mientras las personas encuestadas no hayan explicado las teorías que hay detrás de sus opiniones, no hay razón convincente para considerar diversas encuestas de confianza o sensaciones como la base para una evaluación precisa del estado futuro de una economía.
Además, dado que no tenemos una economía libre no intervenida, lo más probable es que varias encuestas proporcionen una visión equivocada de las condiciones económicas futuras.
Por ejemplo, como consecuencia de una postura monetaria más rígida del banco central, es probable que muchas actividades de burbuja se encuentren bajo presión.
Diversas encuestas a consumidores y empresas es probable que muestren un deterioro en las expectativas con respecto a las condiciones económicas futuras.
Sin embargo, un análisis cuidadoso revelaría que una caída en las actividades de burbuja y en la confianza de consumidores y empresas sería en realidad una buena noticia para diversas actividades generadoras de riqueza, ya que se desviaría menos riqueza de ellas hacia actividades de burbuja. Así que, desde esta perspectiva, sería una buena noticia para la economía.
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