Alberto
Mansueti
Tras el derribo del Muro de Berlín y el colapso de
la Unión Soviética, el socialismo debió haber pasado a la historia junto con el
marxismo, que es su sustento teórico. Pero eso no sucedió, y las izquierdas
están vivas, avasallantes y prepotentes: por cada socialista que sale del
poder, hay varios otros listos para sucederle. ¿Por qué? Sólo hay una
explicación: los errores, confusiones, debilidades, incapacidades, miedos,
cobardías y corrupciones de las derechas. O su inexistencia.
Toda clase de corrupciones, y las más graves son
las ideológicas. Por ej.: ciertos profesores “libertarios”, como Jesús Huerta
de Soto y Hans-Hermann Hoppe, estallan en una feroz diatriba contra el
liberalismo clásico, la democracia, los partidos y la política. Se basan en el
libro “El Estado”, de Franz Oppenheimer (1864-1943) un socialista prusiano
emigrado a EE.UU., de los tantos que buscó “una síntesis” entre socialismo y
liberalismo. Estaba de acuerdo con Marx en ver el Estado como un instrumento de
explotación, que debe desaparecer “al final de la historia”; pero escribió que
la tal explotación no es con los salarios, sino con los impuestos. “Todo
impuesto es un robo”, sentenció; así como Proudhon sentenciara “toda propiedad
es un robo”. Para Marx “todo patrón es un ladrón”; para Oppenheimer “todo
político es un ladrón”, incluso si es liberal clásico.
Estas consignas hallan eco en muchos “libertarios”
desinformados, jóvenes en su mayor parte, que al igual que los marxistas, se
encandilan con las consignas, y las repiten con insistencia, sin averiguar.
Parten de la “teoría predatoria” sobre el origen
del Estado, que dice: “todos los Estados, históricos y actuales, han sido
fundados por bandas de ladrones”. Eso sencillamente es mentira. Pero la mentira
se impone cuando hay pereza para estudiar y aprender. En Europa p. ej., los
actuales Estados nacionales son sucesores de los antiguos reinos germánicos en
el Oeste, y de los reinos eslavos en el Este. Y sus fundadores, príncipes y
reyes de estos pueblos, que luego fueron “naciones”, no eran ladrones.
Aun cuando eran paganas, las tribus germánicas y
eslavas tenían instituciones de “gobierno por consentimiento”: las asambleas de
guerreros libres, que ponían límites a los excesos de sus jefes.
Luego sus leyes y costumbres primitivas se
“civilizaron”, cuando estos pueblos fueron cristianizados, sea como arrianos,
católicos u ortodoxos, cumpliendo del mandato dado por Jesús a sus Apóstoles,
de “discipular a todas las naciones”. ¿Naciones? En Europa: godos, francos,
lombardos, anglos y sajones de un lado del Rhin, y al otro lado serbios,
croatas, húngaros, checos, búlgaros, polacos y rusos.
Estas naciones fueron discipuladas con la Biblia.
Aprendieron que sus autoridades no son déspotas, pues hay un “pacto” o contrato
social, que como a los reyes de Israel, les liga a la vez con Dios y con su
pueblo. Que los parlamentos no pueden dictar leyes injustas, ni decretar
impuestos abusivos; y si lo hacen, es en violación del pacto, y por tanto pueden
ser destituidos, y sustituidos.
La base del liberalismo clásico es la teoría del “pacto
social”, único fundamento firme para poner límites al poder; y nacida de las
prácticas políticas de las naciones cristianas, aunque después fue
“secularizada” en la era de la Ilustración. Fue desarrollada por autores como
Juan de Mariana y John Locke, pero no es invento de algún teórico
constitucional, mucho menos de Hobbes y Rousseau, que la pervirtieron en favor del
totalitarismo.
Pero ahora estos “libertarios” españoles se
escudan con el nombre de Juan de Mariana, de manera fraudulenta, para difundir
las ideas de Oppenheimer, declarado enemigo del contractualismo.
Igualmente se escudan con el nombre de Mises, quien
adversó expresamente el anarquismo, para difundir las ideas anarquistas de
Rothbard, alumno de Oppenheimer. No son intelectuales, porque no se apegan a la
verdad. Son intelectualmente deshonestos, y por partida doble: presentan ideas
anti-liberales como si fuesen liberales, y las promueven como si fuesen ciertas,
justas y verdaderas.
En su mayoría dicen no ser “de derechas ni de
izquierdas”. Tal vez en eso llevan razón, porque son inconsistentes: mezclan ideas
del marxismo cultural con otras de liberalismo económico, de modo incoherente, como
profesores, acostumbrados a hablar ante un público estudiantil cautivo en las
aulas, que no les cuestiona ni les interroga, por obvias razones.
La lucha entre izquierdas y derechas es entre
utopías y realidades. Y no hay derecho moral a la neutralidad, porque las
fantasías y “sueños literarios” terminan siempre en miseria, opresión y sangre,
y las políticas realistas generan progreso, libertad, prosperidad, paz y
bienestar. Aunque en cada campo coexisten corrientes variadas, que no deben
confundirse, como estos profesores confunden.
(1) En las izquierdas hay marxistas clásicos o
económicos, y marxistas culturales; pero todos están plenamente de acuerdo en
los fines buscados: acabar con el capitalismo, y a la vez con el matrimonio y
la familia, instituciones conexas, puesto que son “totalitarias”. Se
diferencian nada más en los medios usados para estos fines: todos los
socialistas usan la mentira y el engaño, pero los duros le suman la violencia,
que puede llegar a extremos horrorosos de crueldad y sadismo, tanto en los bolcheviques
y trotskistas, que son internacionalistas, como en los nazis y fascistas, partidarios
del nacionalismo.
(2) En las derechas estamos liberales clásicos y
mercantilistas, a la defensa del capitalismo, y también de las instituciones
relacionadas, con arreglo al orden natural, matrimonio y familia, que son propias
de una sociedad libre, no totalitaria, hecha de múltiples esferas
independientes. Pero al revés de lo que pasa en las izquierdas, nosotros
estamos de acuerdo en los medios: nada de violencia, sino la democracia, los
partidos y la política. Y diferimos en los fines. Así en economía, capitalismo liberal
es capitalismo para todos, y no sólo capitalismo para “cuates” o amigotes, como
busca el mercantilismo, que es estatista en economía, pero también en "salud
y educación", etc.; por eso los mercantilistas suelen aliarse con la
izquierda “blanda”, fabiana o menchevique.
¿Y los “libertarios”? Algunos dicen abrazar el
capitalismo liberal; otros dicen no al capitalismo pero sí al libre mercado
(¿?) El caso es que en su mayoría comparten puntos de la Agenda marxista
cultural, tales como el aborto y otros del lobby LGBTI. Y embisten contra la
democracia, los partidos y la política, al estilo de Lenin, Mussolini, el Che
Guevara y Corea del Norte. Vaya uno a entenderlos…
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