OCDE es la mayor amenaza mundial al Estado de Derecho
Por Hana Fischer
Panam Post
En estos momentos los amantes de la libertad deberían
estar más preocupados que nunca porque las amenazas que la acechan
provienen de varios frentes, incluso, de los más insospechados.
Por un lado tenemos al islamismo radical -principalmente a ISIS– que viene sembrando el pánico y subyugando directa o indirectamente, a una porción cada vez mayor de la población mundial.
Directamente, en Irak y Siria;
indirectamente, en los países occidentales porque sus ataques
terroristas provocan que en aras de “seguridad”, la gente vaya aceptando
que sus gobiernos les vayan recortando sus derechos individuales.
Pero por el otro está la OCDE que,
quizás, sea más peligrosa. ¿Por qué? Porque el desprecio por el Estado
de Derecho de los terroristas es algo que salta a la vista. Sin embargo,
no sucede lo mismo con la conducta de la OCDE, que es más sinuosa, y
los medios de comunicación no filman a los muertos. En consecuencia, la
gente no parece percibirlo. No obstante, mediante mecanismos y con fines
diferentes, las autoridades de ambas organizaciones desean obtener un
poder omnímodo.
ISIS busca dominar a las personas
mediante el terror; la OCDE mediante la vigilancia del dinero que cada
individuo tenga. Ambas conductas son despóticas.
Estar alerta frente a ISIS es fácil
porque sus intenciones son diáfanas, en cambio, es mucho más difícil
estarlo ante los “ogros filantrópicos”; es decir, los gobiernos
democráticos. La gente suele creer que el hecho de que las autoridades
sean electas mediante el voto popular en elecciones limpias es garantía
suficiente de que sus derechos serán respetados. Nada más alejado de la
verdad. El medio más eficaz para que las libertades civiles, económicas y
políticas estén resguardadas es mediante el fraccionamiento del poder,
la descentralización administrativa y la igualdad ante la ley. En otras
palabras, mediante la limitación de toda potestad, incluso la del
llamado “pueblo”.
La experiencia histórica ha demostrado
que sin libertad económica, sin el control de nuestros medios de
subsistencia, sin privacidad, todos los demás “derechos” son pura
ilusión. Además, es imprescindible la existencia de un Poder Judicial
independiente, eficaz y preparado, que tutele a los ciudadanos de los
abusos gubernamentales.
En Occidente el Estado de Derecho se
está degradando a pasos agigantados con impulsos de los países más
avanzados. Un nuevo zarpazo a las libertades y garantías ciudadanas lo
acaba de dar la OCDE con su “Intercambio
Automático de Información Financiera” (AEOI), que con presiones y
amenazas de sanciones económicas está imponiendo en el mundo entero.
En su página oficial expresa que “Dando
un paso importante hacia una mayor transparencia y poniendo fin al
secreto bancario en materia fiscal, la OCDE dio a conocer hoy la versión
completa de un nuevo estándar global para el intercambio de información
entre jurisdicciones”. Allí se establece que “El estándar prevé el
intercambio automático y anual de información financiera entre
gobiernos, incluyendo balances, intereses, dividendos y ventas de
activos financieros, transmitida a los gobiernos por las instituciones
financieras y cubriendo cuentas mantenidas por individuos y entidades,
incluyendo trusts y fundaciones (…) El G20 encargó a la OCDE que
trabajáramos con países del G20 y la OCDE y con las partes involucradas
para desarrollar un ambicioso modelo de intercambio de información que
ayudara a los gobiernos a combatir el fraude y la evasión fiscal”, dijo
el Secretario General de la OCDE Ángel Gurría. “Esta publicación nos
acerca a un mundo donde los defraudadores fiscales no tengan donde
esconderse”.
En las repúblicas, el principio que rige
al individuo es la libertad. Cada uno puede hacer con sus vidas lo que
le plazca sin tener que ir dándole cuentas a nadie de sus acciones o
bienes, siempre y cuando no le haga daño a otra persona. En cambio el
principio que rige a las autoridades es que únicamente pueden hacer
aquello que los faculta la ley taxativamente. Sin embargo, vemos que
estamos yendo hacia un orden social donde se está dando la situación
inversa.
Alexis de Tocqueville advierte que
siempre los mandatarios esgrimen “buenas razones” para coartar derechos,
pero que si cedemos, con el correr del tiempo, nos daremos cuenta de
que estamos sumidos en el fango de la opresión. Y justamente, para
prevenir la tiranía, es que las constituciones liberales han impuesto el
sistema de los checks and balances. La AEOI con diversas
excusas salta por encima de ellos. Las autoridades impositivas pasarán a
ser una especie de “policía secreta”, de KGB, que sin ningún tipo de
control meterán sus narices en los asuntos privados del hombre honesto
en forma “automática”, o sea, sin la supervisión o autorización de
ningún juez.
¿Dónde va a parar la presunción de
inocencia? Los gobernantes y sus agentes impositivos han decretado que
todo el mundo es culpable de defraudación tributaria o lavado de dinero
hasta que demuestren lo contrario. Invierten la carga de la prueba.
Se sabe que uno de las maneras más
sofisticadas de acallar voces críticas, es mediante el envío de
inspecciones de las oficinas recaudadoras. ¿Qué garantías habrá para el
contribuyente ahora? ¿Cómo se evitarán los abusos?
La OCDE impone sus decisiones pasando
por encima de la soberanía de las naciones más débiles, creando “listas
negras” o “grises” que hacen recordar al marcanthismo y su caza de
brujas. Es bien conocida la clase de “ética” que se oculta tras ese tipo
de persecuciones. A su vez frecuentemente –como está ocurriendo en
Uruguay- las autoridades locales aprovechan la “bolada” para acabar con
el secreto bancario y la protección de los jueces ante los desmanes de
la impositiva.
Con medidas como el AEOI y la
eliminación del secreto bancario, los jerarcas de la OCDE y los
gobernantes uruguayos delatan que para ellos los habitantes son meros
súbditos. La inmoralidad de su conducta queda en evidencia al constatar
que la mayoría de esos “expertos” y funcionarios internacionales que van
perfeccionando los mecanismos para exprimir al máximo a cada
contribuyente, perciben suculentos sueldos libres de impuestos.
En ancas de este gobierno mundial que
pretende imponer la OCDE, estamos volviendo a la situación imperante en
el Antiguo Régimen, con sectores privilegiados y el “tercer estado”. Los
primeros no pagan impuestos pero los cobran y se benefician de tal
situación; los segundos tienen que trabajar el doble o el triple para
mantener a sus familias y a esos sectores privilegiados vía presión
tributaria.
¿Cómo la gente no va a tratar de
protegerse del expolio de los gobernantes cuando la presión impositiva
sobre las empresas en algunos lados es brutal? Por ejemplo, en España es
de 58,2%, en Italia de 65.4%, en Francia de 66.6%.
Para colmo, nunca les alcanza y las
deudas públicas suelen ser colosales. Es un despilfarro completo, un
pozo sin fondo, al cual nadie le pone coto.
Medidas como el AEOI -que tanto alegran a
gobernantes y funcionarios de organismos internacionales que no pagan
impuestos sobre sus ingresos- son una preocupante noticia. Van a
disminuir la riqueza de las naciones, las libertades menguarán, los
individuos quedarán cada vez más sometidos a la arbitrariedad estatal
sin posibilidades de defensa, porque no contarán con los recursos –ni
económicos ni judiciales- para hacerlo.
La OCDE es una amenaza para el hombre
común porque como Lord Acton advierte, el poder corrompe y el poder
absoluto corrompe absolutamente.
Hana Fischer es
uruguaya. Es escritora, investigadora y columnista de temas
internacionales en distintos medios de prensa. Especializada en
filosofía, política y economía, es autora de varios libros y ha recibido
menciones honoríficas.
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