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Tuesday, August 23, 2016

Modernos antimodernidad

Macario Schettino señala que en América Latina los gobernantes se valieron de una inmensa desigualdad en el siglo XX para mantener privilegios que siguieron (y en algunos casos continúa) dificultando la movilidad económica.

Macario Schettino es profesor de la División de Humanidades y Ciencias Sociales del Tecnológico de Monterrey, en la ciudad de México y colaborador editorial y financiero de El Universal (México).
Hace 500 años, todos los humanos vivían mal. La diferencia de ingreso y riqueza entre países era pequeña, pero entre personas era inmensa. Quien nacía noble, tenía privilegios inalcanzables e inimaginables para quien nacía campesino. Cambiar la situación determinada por el nacimiento era prácticamente imposible, salvo muy raras excepciones asociadas a lo militar, y en menor medida, a lo religioso. Había un orden 'natural', que en Europa se asociaba al cristianismo, que legitimaba a reyes y señores, y mantenía tradiciones que servían para la serenidad de la población.



Las cosas empezaron a cambiar, especialmente en Países Bajos, donde los ciudadanos (es decir, los que vivían en las ciudades) lograron enfrentar exitosamente ese orden, dando lugar a transformaciones que ahora llamamos capitalismo, república y democracia. El ejemplo (muy asociado a lo religioso) se extendió a otros países europeos, y en 1688 la casa reinante en Países Bajos 'prestó' una pareja real a Gran Bretaña. En el siglo siguiente la nueva forma de pensar abrió el espacio a los técnicos y a los mercados, y para fines del siglo XVIII el crecimiento ya era notorio. Crecimiento que desestabiliza, y que para mediados del siglo XIX todavía parece un proceso más bien empobrecedor. Pero pocos años después los resultados ya son evidentes: se vive mejor, terminan los estamentos, se amplía la franquicia electoral.
Para fines del siglo XIX, Países Bajos, Gran Bretaña (incluyendo Canadá, Australia y Nueva Zelanda), Estados Unidos, Francia, Alemania y el centro del imperio Austro-Húngaro son economías que producen mucho más que el resto del mundo. En todas ellas, el gobierno se ha ido limitando y la opinión de las personas es cada vez más importante, especialmente a través del voto, que ya se ha ampliado a buena parte de los hombres (todavía falta un rato para que llegue a las mujeres). Más importante, en todos esos países, nacimiento no es destino. Puede ser difícil moverse de un estadio a otro, pero no es imposible, como lo era antes.
Ese proceso no ocurrió en el viejo Imperio Español. Primero, porque nos tocó la Contrarreforma; segundo, porque Felipe II fue el gran enemigo de la casa gobernante de Países Bajos, la casa de Orange; tercero, porque cuando Napoleón logró diseminar las ideas de las Revolución Francesa por toda Europa, nosotros optamos por independizarnos, para no sufrir la invasión de esas ideas exóticas: libertad, igualdad, fraternidad.
Precisamente por ello, la primera globalización, la ocurrida entre 1870 y 1914, que revolucionó la vida de los europeos, en América Latina fue el origen de unas pocas riquezas obscenas. El capitalismo de compadres, los mercados cerrados, la profunda discriminación racial que seguimos teniendo se construyó en esos años. No dejamos atrás la época previa a la modernidad, la enfatizamos.
En el siglo XX, los gobernantes en América Latina hicieron uso de esa inmensa desigualdad, porque salía barato repartirle mendrugos a los más pobres y negociar con los más ricos. Por eso seguimos siendo el continente más desigual del mundo. Por eso seguimos manteniendo privilegios. Por eso acá seguimos teniendo sociedades estamentarias, donde nacimiento sí es destino. Por eso el Pacífico sur en México (Guerrero, Oaxaca, Chiapas) es el espacio de la tragedia. Pero me dicen que proponerles la modernidad a esas entidades es 'colonización'. Que la postura reaccionaria de la CNTE tiene defensa. Que las tradiciones que los mantienen fuera de la democracia (usos y costumbres) y del desarrollo (economías de autoconsumo) son su esencia.
Me lo dicen personas de ingresos razonables y buenos estudios. Supongo que tienen razón.

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