El carisma es un magnetismo que se proyecta sobre otros a un nivel emocional desprovisto de racionalidad. El líder carismático es buen comunicador, persuasivo y egocéntrico
Los que se asombran de este estado de situación, provienen esencialmente de los países subdesarrollados porque en los culturalmente avanzados, hace siglos que han comprendido que la prosperidad es hija de las ideas, hábitos y leyes que caracterizan a un pueblo. En otras palabras, proviene del espíritu de la nación.
La mentalidad científica es una de las notas distintivas de los países desarrollados. La experiencia pasada por el tamiz de la razón, es lo que orienta el accionar tanto individual como de los gobernantes. No se asumen como verdades las “palabras seductoras” sino aquello que ha sido investigado rigurosamente y corroborado en los hechos.
Montesquieu afirmó que las leyes son las grandes responsables de la calidad de vida que hay dentro de un territorio. La buena legislación incentiva el progreso, tanto individual como del país en su conjunto; la mala, miseria generalizada. Las normas jurídicas a su vez, hunden sus raíces en las costumbres y doctrinas dominantes de ese pueblo.
Es importante resaltar que, para llegar a esa conclusión, este autor no hizo filosofía barata, sino que investigó y comparó las leyes que tenían diferentes comunidades de su tiempo (siglo XVIII) con los resultados obtenidos tanto económicos como de libertades.
Por su parte, Max Weber analizó las características de diferentes tipos de personas que han alcanzado –para bien o mal de sus conciudadanos- una posición política encumbrada. Fue él quien describió a los líderes carismáticos. Este autor define el carisma, como un atributo de ciertas personalidades que sobresalen, por salirse de lo común de una manera difícil de imitar por otros.
El carisma es un magnetismo intenso que se proyecta sobre otros a un nivel emocional desprovisto de racionalidad. El líder carismático es buen comunicador, persuasivo y egocéntrico. Adapta su lenguaje a las características del público a quien va dirigido. Ejerce su poder por medio de la persuasión verbal y la excitación emocional. Suelen ser un fenómeno peligroso porque frecuentemente hacen surgir fanatismo entre sus seguidores.
Hugo Chávez fue un líder carismático y hundió a Venezuela en la pobreza y la desesperación. José “Pepe” Mujica es otro, y sentó las bases para que Uruguay transitara un camino parecido. En ambos casos eso fue posible, porque la cultura y costumbres de los latinoamericanos son proclives al surgimiento de esta clase de caudillos.
La trayectoria de Chávez y lo que provocó, es bien conocida; la de Mujica todavía no, porque los uruguayos estamos en una etapa más atrasada del mismo proceso.
Veamos en qué nos basamos para hacer esa afirmación:
Mujica gobernó nuestro país en el período 2010-2015. En la mayor parte de ese tiempo, el precio de nuestros productos de exportación alcanzó niveles nunca antes vistos desde la década de 1950. En consecuencia, los ingresos públicos también crecieron en forma exponencial. Jamás había el Estado uruguayo contado con recursos tan cuantiosos como en esa etapa. Sin embargo, el déficit fiscal a enero de 2015 fue de 3,6 % del PBI, la misma magnitud que tuvo en diciembre de 2002, año en que estalló la traumática crisis bancaria que asoló a los habitantes de nuestro país.
Dada esa situación, ¿cómo fue administrado ese dinero? Dicho en forma sintética, hubo un colosal despilfarro del dinero público que fue manejads de modo desaprensivo. El norte de la administración fue fundamentalmente beneficiar a los amigos, a los correligionarios, perpetuarse en el poder y sentar las bases de un Socialismo al estilo cubano-chavista.
Daba la sensación de que el hecho de que esa plata no le pertenecía al presidente sino a los contribuyentes, carecía de importancia. En gran medida fue manejada discrecionalmente como si fuera propia. Esto quedó comprobado cuando Mujica reconoció, que les había dicho a los jerarcas de las empresas púbicas que invirtieran todo lo que pudieran sin hacerle caso al Ministro de Economía, porque éste tenía la misión de “machetear”.
Entre las principales decisiones funestas tomadas por Mujica, se encuentran las siguientes:
- Nombrar por amiguismo al frente de Ancap –la petrolera monopólica estatal- a alguien que notoriamente no estaba capacitado para dirigirla. El resultado fue que la fundió (aunque parezca increíble) y tuvo que ser capitalizada en forma urgente para que no tuviera que cerrar. Esa “gracia” le costó a los contribuyentes entre U$S 800 y U$S 1.200 millones.
- La información con respecto a Ancap fue conocida a raíz de la única comisión investigadora legislativa que permitió el partido gobernante. En ese momento Mujica declaró que era un grave error autorizarla. Por eso no se sabe cuál es la situación real de las otras empresas públicas, aunque se sospecha que será parecida a la de Ancap.
- Creó el Fondo de Desarrollo (Fondes), “la vela prendida al socialismo” según sus propias palabras. Ese organismo tuvo como misión promover las cooperativas de trabajadores. La ideología tras ese emprendimiento fue, que sus resultados no debían ser medidos con “una vara economicista”.
- Bajo su presidencia ingresaron 33.631 empleados públicos más. Se tiene una idea cabal de la magnitud de esa cifra, al considerar que la población total de Uruguay es de unos 3.300.000 habitantes. En el año electoral ingresaron 9.384. O sea que el Estado ocupa 1 de cada 5 trabajadores.
- Cerró intempestivamente Pluna, la aerolínea estatal uruguaya. Pero luego inventó la creación de una nueva, Alas-U, integrada por exfuncionarios de Pluna. A estos trabajadores les otorgó condiciones privilegiadas porque gozaron de un subsidio por desempleo por tres años (lo normal es que sea por 6 meses) y el Fondes les otorgó un crédito casi sin ningún tipo de garantías por US$ 15 millones. En total, el Estado desembolsó por este motivo US$ 24 millones.
La inercia de esa forma de dilapidar el fruto del trabajo ajeno continúa. Actualmente, el déficit fiscal es de 4% del PBI, la inflación supera el 10%, sube el desempleo en el sector privado, las empresas afrontan crecientes dificultades para seguir con sus puertas abiertas y disminuye el ingreso real de la población.
Los líderes carismáticos latinoamericanos -esos encantadores de serpientes- seguirán cautivando a los extranjeros con sus peroratas en contra del capitalismo y el consumismo. Y simultáneamente, los países regidos por ellos, continuarán sufriendo las consecuencias de tanta “filosofía barata”.
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