Por Carmen González Enríquez
El País, Madrid
El rechazo a la inmigración tuvo un
papel relevante en el resultado del referéndum británico. Ganaron los
xenófobos: ¿y ahora qué? ¿Qué va a ocurrir con la inmigración al Reino
Unido en adelante?. La respuesta corta es “probablemente nada”. Vamos
por partes: sólo una parte de la inmigración que recibe el RU es
comunitaria y por tanto sólo a ellos les afectarían los cambios de la
eventual salida de la Unión Europea. Hay que insistir en que es
“eventual” porque en este momento ni siquiera está claro si va a
producirse efectivamente o será paralizada desde las instituciones
británicas.
Pero supongamos que efectivamente el RU
dejase mañana de ser un Estado miembro de la UE. Puesto que tampoco es
miembro del espacio Schengen de libre circulación de personas, o sólo lo
es en parte, podría imponer visados a los ciudadanos europeos que
deseasen entrar en el país. Eso no cambiaría la situación de los que ya
están dentro, 2.300.000 extranjeros comunitarios, aunque reduciría su
movilidad internacional. Para evitar un colapso económico el Gobierno y
el Parlamento tendrían que redactar nuevas normas que permitieran la
concesión de un permiso de estancia y trabajo a todos esos que ya están
trabajando allí. De la misma forma, para evitar el colapso del sistema
universitario, que vive en gran parte de los estudiantes extranjeros,
tendrían que conceder de prisa permisos a los estudiantes comunitarios. Y
qué decir del preciado NHS, el sistema de salud público, que se
mantiene gracias al trabajo de médicos y enfermeras extranjeros, en
buena parte comunitarios, mientras los médicos británicos emigran a
Estados Unidos donde pueden ganar mucho más dinero con una consulta
privada. Después los británicos deberían implantar políticas para
erradicar la inmigración irregular, algo que se han demostrado incapaces
de hacer en el pasado. No hay ningún signo de que ahora puedan hacerlo:
a fin de cuentas, el negocio de los que se aprovechan de la inmigración
irregular ha tenido hasta ahora más peso político que las quejas de los
trabajadores autóctonos desplazados por los inmigrantes. Recuerden: es
un sistema liberal.
¿Se atreverían los
británicos a exigir visado a todos los ciudadanos comunitarios? ¿Querrán
poner dificultades al empresario alemán, al alumno francés, al turista
italiano? ¿Qué pasaría con el negocio de tantas familias que hacen
literalmente su agosto gracias a los alumnos europeos que pasan el
verano con ellos mientras intentan aprender inglés? En realidad, de
entre los comunitarios, los únicos que parecen molestarles son los
emigrantes del Este Europeo. ¿Eximirán de visado entonces al resto?
Pueden hacerlo, claro está, pero eso no va a ganarles el apoyo de los
Estados del Este en las futuras negociaciones con la Unión Europea para
firmar un acuerdo comercial que les permita seguir accediendo al Mercado
Único. Polonia, Rumanía y Bulgaria podrían bloquear cualquier acuerdo
comercial o de otro tipo con un Reino Unido que impidiera entrar a sus
nacionales. ¿Serían tan insensatos los británicos como para sacrificar
su acceso al mercado único? Probablemente no.
En cuanto a los refugiados, su llegada
libre a la UE por la vía de los Balcanes durante meses ha aumentado en
el RU el temor a verse afectados por una Europa incapaz de gestionar sus
fronteras. Sin embargo, el Brexit puede reducir en vez de
aumentar la capacidad de gestión del RU en este tema. Por una parte, si
el RU sale de la UE el Gobierno francés podría dejar de cooperar con
ellos en el control del paso de Calais y, sin más, permitir que los
miles de inmigrantes y refugiados que intentan atravesar el Canal de la
Mancha lo hagan libremente. Ya no tendrían que esconderse en los bajos
de los camiones, podrían simplemente coger el ferry como cualquier otro
viajero, y los campamentos en el Norte de Francia se trasladarían al Sur
de Inglaterra. Por otra parte, el RU, que forma parte del Sistema
Europeo de Asilo, devuelve cada año miles de peticionarios de asilo, en
aplicación de la Regulación de Dublín, al país por el que entraron en la
UE. Esa regulación está ahora puesta en duda y sujeta a revisión y al
RU le va a resultar más difícil influir en la discusión si está fuera de
la UE.
¿Y qué puede pasarles a los británicos
que viven en otros países de la UE? Son 1.800.000, según las fuentes del
RU, que infraestiman la cifra. Los Estados donde residen, como España,
donde habitan unos 300.000 británicos (258.965 según el INE), decidirán
si concederles o no automáticamente un permiso de residencia y trabajo, o
bien obligarles a someterse a la legislación general de inmigración, lo
que dejaría en la ilegalidad y riesgo de expulsión a la muchos de
ellos, y firmar o no acuerdos con el RU que les permitan disfrutar de la
sanidad pública en los países de la UE. Los incentivos de los Estados
miembro para tratar con excepcionalidad generosa a los residentes
británicos estarán en proporción directa a la apertura hacia los
ciudadanos europeos que demuestre el futuro Gobierno británico. Es un
intercambio de personas: 1.800.000 británicos en otros países de la UE
frente a 2.300.000 comunitarios en RU. Con la gran diferencia de que muy
pocos de esos 2.300.000 son jubilados y por tanto su aportación
económica al Estado británico es mucho más importante que la del caso
contrario. Dicho de otra forma: la economía británica no puede
prescindir de golpe de sus trabajadores extranjeros comunitarios. Pero
el resto de las economías de la UE sí pueden prescindir de los jubilados
y los trabajadores británicos. Esto deja claro que el RU tiene poco o
ningún poder negociador en este tema ante la UE, cuando llegue el
momento de negociar desde fuera de ella.
En definitiva, lo más probable es que
poco o nada cambie en este tema y que el RU acabe teniendo que
conformarse, como mucho, con las migajas que la UE les ofreció antes del
referéndum para calmar a los euroescépticos. Desde luego, no van a
encontrar mucha simpatía en la negociación.
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