Peter Sutherland
Peter Sutherland, United Nations
Special Representative of the Secretary-General for International
Migration and Development, is former Director General of the World Trade
Organization, EU Commissioner for Competition, and Attorney General of
Ireland. He will issue a report on improving internationa… read more
CORK – En muchos países, particularmente en Europa, la inmigración
se presenta cada vez más como una cuestión de seguridad. Ante la
presión del populismo alarmista, los políticos tradicionales han
comenzado a pedir que se la restrinja más, y algunos países están
ignorando abiertamente su obligación legal y su responsabilidad moral de
dar protección a los refugiados que huyen de conflictos.
Pero
no todo son malas noticias. Mientras en los niveles nacional e
internacional, un discurso político corrosivo impide una acción
efectiva, proliferan en el nivel municipal iniciativas progresistas y
eficaces para la integración de los inmigrantes.
Alcaldes
y administradores locales están creando infraestructuras sociales y
físicas para facilitar la recepción de inmigrantes y refugiados en las
comunidades locales. No consideran a los recién llegados como meras
estadísticas, sino como gente real, con el potencial de convertirse en
miembros productivos de la comunidad local. Y los funcionarios de las
ciudades saben que la clave para aprovechar ese potencial es un proceso
de integración bien gestionado.
Por
supuesto, tal proceso será complejo y puede generar inquietudes entre
los residentes. Los recién llegados suelen crear presión sobre los
centros urbanos, particularmente en ciudades que ya se enfrentan a
escasez de recursos. Los desafíos (desde dar acceso a vivienda decente y
atención de la salud hasta garantizar que las redes de transporte y las
escuelas puedan hacer frente al aumento de demanda) son numerosos y
difíciles.
Por
eso es tan importante aplicar una visión proactiva (además de un montón
de ingenio). Que es precisamente lo que están exhibiendo muchos
administradores municipales.
La
tarjeta de identidad municipal de la ciudad de Nueva York (“iDNYC”) da a
todos los residentes, cualquiera sea su situación, acceso a una
variedad de servicios. En São Paulo, los inmigrantes pueden contribuir a
la deliberación pública de políticas a través de un consejo
participativo. El ayuntamiento de Barcelona, como parte de un plan mayor
de cohesión social, lanzó una “campaña antirrumores”, que combate los
estereotipos negativos sobre los inmigrantes usando libros de
historietas.
También
hay colaboración entre empresas locales y autoridades municipales para
canalizar recursos hacia la promoción del emprendedorismo y la
capacitación laboral de los inmigrantes. En Auckland (Nueva Zelanda),
donde un tercio de la población nació en el extranjero, hay un proyecto
llamado Omega (inspirado por una iniciativa canadiense) que conecta a
los inmigrantes con profesionales locales que puedan darles
asesoramiento y les ofrece pasantías pagas. En Londres, otro proyecto se
ocupa de reacondicionar bicicletas en desuso y dárselas a los
inmigrantes para que tengan un medio de transporte económico. Y como
estas, hay miles de iniciativas que ayudan a los inmigrantes y
refugiados a forjarse una vida nueva en las comunidades que los reciben.
Lo
mejor es que estas iniciativas ya no son aisladas. Es cada vez más
frecuente que dirigentes y autoridades locales creen alianzas con sus
homólogos de todo el mundo para hallar soluciones a problemas comunes,
compartir experiencias prácticas y convertir los desafíos de la
integración en oportunidades. Por ejemplo, la policía de Toronto (una
ciudad altamente multicultural) dio capacitación a sus pares de
Ámsterdam en temas de extensión comunitaria.
El
Foro de Alcaldes sobre Movilidad, Migraciones y Desarrollo (una
plataforma con apoyo de las Naciones Unidas) busca promover precisamente
esta clase de diálogo y cooperación entre alcaldes, líderes municipales
y autoridades regionales de todo el mundo. El foro, que se creó en 2014
en Barcelona y se reúne una vez al año, se basa en el principio de que
la salud y sostenibilidad de los centros urbanos (un elemento clave del
dinamismo y el éxito de cualquier país) depende de la igualdad de
derechos, deberes y oportunidades entre sus residentes.
El
foro también alienta a la comunidad internacional a ver las ciudades
como “actores clave en los procesos deliberativos y decisorios sobre el
diseño de las políticas migratorias”. Al fin y al cabo, las ciudades
(que ya albergan a más de la mitad de la población mundial, proporción
que en 2050 aumentará
a 66%) tienen abundante experiencia en la integración de residentes
nuevos, tanto venidos de otros países como de zonas rurales.
El
problema es que a pesar de la devolución de poderes a los gobiernos
locales (una tendencia de los países desarrollados que se está
difundiendo a los países en desarrollo) muchas ciudades todavía
funcionan con recursos y autoridad limitados. Es una situación que hay
que cambiar, tal como hace poco señaló el Vaticano.
Cuando la Pontificia Academia de las Ciencias anunció que este año va a
organizar una cumbre sobre las migraciones, destacó que los alcaldes
deben tener “competencias para satisfacer las necesidades de todos los
tipos de inmigrantes y refugiados, incluidos el alojamiento y la
regularización”.
Los
debates nacionales e internacionales sobre migraciones tienen serias
falencias (debidas a su énfasis en la seguridad) que se trasladan a las
políticas surgidas de ellos. Las autoridades municipales han demostrado
voluntad y capacidad para hacer frente a los desafíos prácticos de la
integración en forma innovadora; empoderarlas para darles un papel más
activo en el diseño de las políticas migratorias nos beneficiará a
todos.
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