La pobreza es un problema mundial de enorme
gravedad, de hecho erradicarla es el objetivo número uno en la agenda de
objetivos para el desarrollo sostenible de las Naciones Unidas con
horizonte en el año 2030. La pobreza es un problema mundial porque crea
barreras al desarrollo humano, generando un círculo vicioso difícil de
romper, que termina afectando a todas las naciones a través de los
flujos migratorios y crecimiento de hechos delictivos.
Según el premio Nóbel de Economía, Amartya Sen, existen dos tipos de pobreza, la pobreza de ingreso o pobreza de origen netamente económico y la pobreza estructural que deviene de la privación del desarrollo de capacidades y satisfacción sostenible de necesidades de naturaleza biológica y social. Ante una situación de crisis o recesión económica, cualquier país que vea desmejorar sus indicadores macroeconómicos se enfrentará al primer tipo de pobreza. La alerta se enciende cuando nos enfrentamos al segundo tipo de pobreza.
El caso venezolano comienza a mostrar una combinación nefasta de ambos tipos de pobreza. De acuerdo a los resultados del último Índice de Miseria 2015 del Instituto Cato de Estados Unidos, Venezuela tiene la economía más pobre de América y el mundo por tercer año consecutivo. El índice de Miseria se calcula con base a la tasa de desempleo formal, tasa de interés y tasa de inflación, además de la variación anual del PIB real per cápita. De acuerdo a este índice, Venezuela lidera el ranking por sus desorbitados niveles de inflación, que erosionan de manera dramática los ingresos de su población.
Lamentablemente, existen además importantes indicadores que revelan pobreza estructural en la sociedad venezolana. La escasez de alimentos, que priva a muchos del acceso a una nutrición de calidad, el estado crítico del sistema de salud y educación pública, los altos niveles de inseguridad, los altos niveles de desinformación económica y de la realidad, convierten al venezolano promedio en un individuo sujeto a un proceso progresivo de depauperización, con limitado acceso a la satisfacción de sus necesidades, y con cada vez más limitadas posibilidades de ejercer derechos y mejorar las condiciones de vida.
La ignorancia es el centro de la pobreza. Una de las condiciones que agravan la situación de pobreza es el tema de la educación. Pero más que el acceso a la educación pública, que se ha masificado en los últimos veinte años en Venezuela, el problema de fondo es la calidad de la educación pública y la situación de la institución familiar. La emergencia financiera de las universidades públicas autónomas es un reflejo muy real de la insuficiente inversión en educación que está haciendo el país, pero lo más preocupante es la deserción escolar en los primeros niveles y las carencias educativas en hogares cada vez más disfuncionales.
También es posible definir a la pobreza económica como ausencia de riqueza económica. Para algunas personas los países con muchos recursos naturales son países ricos, precisamente por su dotación de recursos. Pero desde la definición más estricta de riqueza económica, un país es rico cuando tiene la capacidad para producir bienes y servicios que mejoren la calidad de vida de la sociedad, haciendo un uso óptimo de los recursos disponibles. La pobreza económica sería entonces, la incapacidad de un país para producir esos bienes y servicios que satisfacen las distintas necesidades, que, aunado a las limitadas oportunidades de desarrollo de las capacidades individuales, hacen que los venezolanos estén cada vez más expuestos a ambos tipos de pobreza.
La pobreza y la exclusión están fuertemente correlacionadas, a tal punto que la pobreza genera exclusión y la exclusión agrava la situación de pobreza. En el mundo aproximadamente sólo el 15% de la población participa en la generación del 50% de la riqueza económica, lo que significa un inmenso grado de exclusión. Por otra parte, no debe confundirse pobreza y desigualdad, aunque la desigualdad sea causante de exclusión y por tanto, cause pobreza en el largo plazo. Algunos ven en el coeficiente de Gini sobre la desigualdad un indicador de pobreza, pero la relación no es tan directa, pues hay países pobres económicamente con bajos niveles de desigualdad, y países con indicadores de riqueza económica y altos niveles de desigualdad y una situación potencial de pobreza.
Las políticas sociales de transferencia monetaria directa (aumentos del salario mínimo, pensiones, subsidios y ayudas) han resultado insuficientes en la erradicación de la pobreza económica y estructural en países como Venezuela, por efecto de una inflación galopante y crecimiento del desempleo formal. El desequilibrio macroeconómico que se ha ido profundizando desde el 2009 con la crisis mundial, ha tenido mayor influencia en los ingresos de los hogares que las transferencias que éstos han recibido de los entes gubernamentales.
Cuando comparamos el volumen de gasto social con los indicadores sociales, nos encontramos que las mejoras en el coeficiente de Gini y el porcentaje de hogares pobres y en pobreza extrema no es significativo, porque no se ha logrado erradicar la pobreza y la desigualdad, a pesar de todos los ingresos petroleros que Venezuela ha obtenido entre los años 2002 y 2014. La realidad macroeconómica venezolana refleja por otra parte, una profunda erosión del aparato productivo por desaparición y expropiación de empresas, un PIB real que no se ha recuperado suficientemente desde el año 2009, una inflación galopante que alcanzó un cifra oficial máxima de 142% a septiembre del 2015 (que publicó el Banco Central de Venezuela recientemente) y un porcentaje crítico de empleo formal. Sin duda, no existe posibilidad de superar la desigualdad, exclusión y erradicar la pobreza económica y estructural en Venezuela, si no se logra recuperar la economía de manera sostenible.
Según el premio Nóbel de Economía, Amartya Sen, existen dos tipos de pobreza, la pobreza de ingreso o pobreza de origen netamente económico y la pobreza estructural que deviene de la privación del desarrollo de capacidades y satisfacción sostenible de necesidades de naturaleza biológica y social. Ante una situación de crisis o recesión económica, cualquier país que vea desmejorar sus indicadores macroeconómicos se enfrentará al primer tipo de pobreza. La alerta se enciende cuando nos enfrentamos al segundo tipo de pobreza.
El caso venezolano comienza a mostrar una combinación nefasta de ambos tipos de pobreza. De acuerdo a los resultados del último Índice de Miseria 2015 del Instituto Cato de Estados Unidos, Venezuela tiene la economía más pobre de América y el mundo por tercer año consecutivo.La pobreza, cuando se instaura en todos los ámbitos de la sociedad, puede definirse como una degradación generalizada de las condiciones que afectan el nivel de bienestar de los individuos, a nivel de alimentación, salud, educación, seguridad, que los afecta tan física como psicológicamente, privándolos del desarrollo de sus capacidades básicas e incapacitándolos para ejercer sus derechos civiles y mejorar su calidad de vida.
El caso venezolano comienza a mostrar una combinación nefasta de ambos tipos de pobreza. De acuerdo a los resultados del último Índice de Miseria 2015 del Instituto Cato de Estados Unidos, Venezuela tiene la economía más pobre de América y el mundo por tercer año consecutivo. El índice de Miseria se calcula con base a la tasa de desempleo formal, tasa de interés y tasa de inflación, además de la variación anual del PIB real per cápita. De acuerdo a este índice, Venezuela lidera el ranking por sus desorbitados niveles de inflación, que erosionan de manera dramática los ingresos de su población.
Lamentablemente, existen además importantes indicadores que revelan pobreza estructural en la sociedad venezolana. La escasez de alimentos, que priva a muchos del acceso a una nutrición de calidad, el estado crítico del sistema de salud y educación pública, los altos niveles de inseguridad, los altos niveles de desinformación económica y de la realidad, convierten al venezolano promedio en un individuo sujeto a un proceso progresivo de depauperización, con limitado acceso a la satisfacción de sus necesidades, y con cada vez más limitadas posibilidades de ejercer derechos y mejorar las condiciones de vida.
La ignorancia es el centro de la pobreza. Una de las condiciones que agravan la situación de pobreza es el tema de la educación. Pero más que el acceso a la educación pública, que se ha masificado en los últimos veinte años en Venezuela, el problema de fondo es la calidad de la educación pública y la situación de la institución familiar. La emergencia financiera de las universidades públicas autónomas es un reflejo muy real de la insuficiente inversión en educación que está haciendo el país, pero lo más preocupante es la deserción escolar en los primeros niveles y las carencias educativas en hogares cada vez más disfuncionales.
También es posible definir a la pobreza económica como ausencia de riqueza económica. Para algunas personas los países con muchos recursos naturales son países ricos, precisamente por su dotación de recursos. Pero desde la definición más estricta de riqueza económica, un país es rico cuando tiene la capacidad para producir bienes y servicios que mejoren la calidad de vida de la sociedad, haciendo un uso óptimo de los recursos disponibles. La pobreza económica sería entonces, la incapacidad de un país para producir esos bienes y servicios que satisfacen las distintas necesidades, que, aunado a las limitadas oportunidades de desarrollo de las capacidades individuales, hacen que los venezolanos estén cada vez más expuestos a ambos tipos de pobreza.
La pobreza y la exclusión están fuertemente correlacionadas, a tal punto que la pobreza genera exclusión y la exclusión agrava la situación de pobreza. En el mundo aproximadamente sólo el 15% de la población participa en la generación del 50% de la riqueza económica, lo que significa un inmenso grado de exclusión. Por otra parte, no debe confundirse pobreza y desigualdad, aunque la desigualdad sea causante de exclusión y por tanto, cause pobreza en el largo plazo. Algunos ven en el coeficiente de Gini sobre la desigualdad un indicador de pobreza, pero la relación no es tan directa, pues hay países pobres económicamente con bajos niveles de desigualdad, y países con indicadores de riqueza económica y altos niveles de desigualdad y una situación potencial de pobreza.
Las políticas sociales de transferencia monetaria directa (aumentos del salario mínimo, pensiones, subsidios y ayudas) han resultado insuficientes en la erradicación de la pobreza económica y estructural en países como Venezuela, por efecto de una inflación galopante y crecimiento del desempleo formal. El desequilibrio macroeconómico que se ha ido profundizando desde el 2009 con la crisis mundial, ha tenido mayor influencia en los ingresos de los hogares que las transferencias que éstos han recibido de los entes gubernamentales.
Cuando comparamos el volumen de gasto social con los indicadores sociales, nos encontramos que las mejoras en el coeficiente de Gini y el porcentaje de hogares pobres y en pobreza extrema no es significativo, porque no se ha logrado erradicar la pobreza y la desigualdad, a pesar de todos los ingresos petroleros que Venezuela ha obtenido entre los años 2002 y 2014. La realidad macroeconómica venezolana refleja por otra parte, una profunda erosión del aparato productivo por desaparición y expropiación de empresas, un PIB real que no se ha recuperado suficientemente desde el año 2009, una inflación galopante que alcanzó un cifra oficial máxima de 142% a septiembre del 2015 (que publicó el Banco Central de Venezuela recientemente) y un porcentaje crítico de empleo formal. Sin duda, no existe posibilidad de superar la desigualdad, exclusión y erradicar la pobreza económica y estructural en Venezuela, si no se logra recuperar la economía de manera sostenible.
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