Por: Javier Aguilar
La noticia sobre la deuda pública
española no nos coge por sorpresa, sino que confirma lo que muchos hemos
estado advirtiendo: no se han hecho los ajustes necesarios.
El gasto público en España apenas se ha
reducido un 4% durante la última legislatura, después de haber aumentado
casi un 10% desde 2007 a 2012. Y lo que es peor, se han seguido
manteniendo estructuras políticas y gasto superfluo como duplicidades
administrativas, diputaciones, subvenciones y esos llamados
“observatorios” que ciertamente se dedican a poco más que a observar.
Por otra parte, la tímida reforma
laboral, si bien ha tenido efectos positivos, no ha permitido crecer al
ritmo que muy optimistamente preveía el Gobierno.
Esta peligrosa combinación genera un
déficit en las arcas públicas del cual no podemos culpar a los ingresos,
puesto que recuperaron los niveles anteriores a la crisis tras el
brutal sablazo fiscal que nos dio Montoro a los españoles. Cabe añadir
que “sorprendendemente”, los ingresos subieron también después de la
bajada impositiva previa a las elecciones. Quizás escucharon hablar en
el último momento de la Curva de Laffer.
Para cubrir el déficit y poder seguir
financiando los servicios públicos y los chiringuitos políticos se
recurre a la deuda, y es esto lo que hace que haya aumentado tan
drásticamente. Recordemos que España solo cumplió un año de los 4 (y por
los pelos) el objetivo de déficit.
Lo peor de todo, a mi manera de ver, es
que se endeudan con nuestro dinero sin que podamos evitarlo y para colmo
tendremos que pagarlo. Es como si contrataran una hipoteca en su nombre
y no le estuviera permitido cancelarla. Concretamente, a cada ciudadano
español le toca pagar 23.045 euros, cifra por supuesto mucho mayor si
solo contamos a los que trabajan, que son los que realmente lo pagan
(más específicamente los trabajadores del sector privado).
Aunque algún político se jacte de que
endeudarse es beneficioso para l a economía, basta echar un vistazo a
los países más endeudados. Entre los primeros encontramos a Japón,
Zimbabue, Grecia, Antigua y Barbuda, Líbano, Jamaica, etc. Mientras que
países con mucha menos deuda como Estonia, Australia, Noruega o Hong
Kong tienen unas economías más saludables. Cierto es que no se trata de
un hecho determinante, pero sí que tener la deuda tan alta pone en
riesgo la estabilidad económica y la confianza de nuestro país de cara a
los mercados.
Afortunadamente, Mariano Rajoy ha
informado a la Comisión Europea de que si son necesarios más ajustes,
los llevará a cabo. Pero no se fíen mucho de alguien que, además de
haber mentido repetidas veces siendo Presidente del Gobierno, no cree en
lo que hace. Y es que el PP no está orgulloso de haber tenido que hacer
recortes (ya oímos a Margallo decir que se habían pasado varios
pueblos). Sin embargo, no queda otra.
A pesar de todo, sí que podemos destacar
algo en lo que acierta el Partido Popular, y es que necesitamos crecer y
crear empleo para que la deuda sea sostenible, de forma que haya más
contribuyentes y el peso se distribuya mejor. Dicho esto en boca de la
Vicepresidenta, podríamos inferir que solo quiere que trabajemos para
arreglar sus desmanes y pagarle a su clientela política, pero no seamos
malpensados.
Por lo tanto, para que no nos asfixiemos
en la deuda ni entre los impuestos que muchos prometen (que es como
prometernos que nos van a robar la tele para que les dejemos entrar en
casa), hay que realizar reformas liberalizadoras del mercado laboral que
permitan disminuir el desempleo, así como bajar impuestos para que los
contribuyentes puedan desarrollar más eficientemente su actividad
económica, además de seguir reduciendo el gasto del elefantiásico
Estado.
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