Hebe de Bonafini: ¿defensora de los derechos humanos?
Por Hana Fischer
Panam Post
Hebe de Bonafini -una de las fundadoras
de la ONG “Madres de Plaza de Mayo”- suele ser presentada como una
activista a favor de los derechos humanos. Esa designación se repite sin mucho análisis y presentándolo como un dato de la realidad. Pero, ¿realmente será así?
Bonafini saltó a la palestra pública durante la última dictadura militar argentina (1976-1983). Al igual que tantas otras madres cuyos hijos habían sido detenidos por las fuerzas de represión en
circunstancias poco claras, realizaba pacíficamente todos los esfuerzos
imaginables por averiguar su paradero y rescatarlos con vida.
En momentos en que la mayoría de los
habitantes se movían entre la ignorancia, la indiferencia y el miedo por
lo que estaba sucediendo en su país, estas madres demostraron un coraje
admirable; se reunían todos los jueves de 15,30 a 16 hrs. en la Plaza
de Mayo (que queda frente a la Casa Rosada, la sede gubernamental) con
la intención de ser recibidas por el entonces presidente de facto Jorge
Videla. Con el fin de reconocerse –y como símbolo de sus hijos- usaban
un pañuelo blanco sobre sus cabezas, que en un principio eran hechos con
la tela que se usaba para los pañales de los bebés.
Poco a poco estas mujeres comenzaron a
ser notadas por la gente común y por la prensa internacional, pero
principalmente su presencia irritaba al régimen quien mandaba a la
guardia policial a amedrentarlas. Incluso, algunas de ellas fueron
secuestradas por los militares como advertencia hacia las otras, con el
objetivo de que dejaran de “molestar”.
En 1981 se instauraron las denominadas
“Marchas de la resistencia” que eran anuales y cuyo fin era reclamar por
la vigencia de los derechos humanos en Argentina.
Una vez recuperada la democracia, la
Madres de Plaza de Mayo volcaron sus energías en lograr que fueran
castigados los culpables de los crímenes de lesa humanidad, que
se supiera la verdad sobre lo sucedido en aquellos tiempos oscuros y
que en lo posible, se reparara económicamente a las víctimas y
familiares de los desparecidos.
Con el correr del tiempo, Hebe de Bonafini se fue convirtiendo en la cabeza más visible de esa organización.
Los hechos aquí narrados muestran a unas
madres angustiadas que guiadas por el amor hacia sus hijos, se
comportaron de forma valerosa y digna de admiración, y por supuesto que
esa definición también comprende a Bonafini.
Pero, ¿esa circunstancia, por sí sola,
las convierte en activista a favor de los derechos humanos, entendido
este término en sentido cabal? Es decir, ¿en defensoras de la dignidad
intrínseca de todo ser humano, de los derechos inalienables de toda
persona, en denunciantes de toda dictadura sin importar en base a qué
“cuento” subyuga y atormenta a los ciudadanos?
Nosotros no creemos en los “colectivos”
sino que pensamos que cada persona se mueve de acuerdo a sus propios
intereses e incentivos, por más que en un momento determinado se asocie
con otros en procura de alcanzar objetivos comunes. En el caso de las
Madres de Plaza de Mayo, el propósito era rescatar con vida a sus
respectivos hijos. Ese era el fin principal. La defensa de los DD.HH.
era sólo un elemento adicional, un argumento más para alcanzar esa meta.
Hubiera sido posible que Bonafini, tras
la terrible tragedia personal que sufrió y movida por la empatía, se
hubiera convertido en una auténtica defensora de los DD.HH. Ella misma
reconoce el papel relevante que jugó la Asociación Neerlandesa de
Mujeres (SAAM) para ayudar a difundir su causa y contribuir a aliviar su
dolor. La propia Hebe expresa la siguiente:
“Tal vez la que
marcó fue lo que te digo ahora, que las mujeres holandesas se
comunicaran con nosotras ni bien nos vieron dar vueltas, esa vuelta que
nadie conocía y ya tenía más de un año”.
No obstante no ha sido así. Asusta su
indiferencia e incluso la crueldad exhibida frente al dolor ajeno.
Resulta obvio que para ella sólo algunos son dignos de gozar de DD.HH.
Por ejemplo, condena a Estados Unidos porque tortura y enseña a hacerlo,
pero alaba a Fidel Castro que hace otro tanto. Apoya a grupos violentos
como la ETA o las FARC, que destrozan y mutilan vidas inocentes.
Pontifica acerca de quiénes “merecen” una muerte atroz y quiénes no.
Para colmo, encima lo hace mediante la falsedad o mala fe. En base a esa
tesitura es que cuando sucedió el atentado de los Torres Gemelas en
Nueva York el 11 de setiembre de 2011, afirmó:
“Por eso cuando pasó lo del atentado […], sentí alegría. No voy a ser hipócrita, no me dolió para nada.
[…] Ahí [en las Torres Gemelas] no murieron pobres, no murieron
poblaciones, no murieron viejos. […] El día del atentado yo sentí que
había hombres y mujeres muy valientes […] Declararon la guerra con sus
cuerpos, manejando un avión para estrellarse y hacer mierda al poder más
grande del mundo. Brindé por mis hijos, brindé por tantos muertos,
contra el bloqueo, por todo lo que se me venía a la cabeza.”
En los hechos, ese día murieron
2992 personas de todo tipo, nacionalidad, religión y condición social:
mujeres, niños, bebes, hombres, ancianos; ricos y pobres; blancos,
negros y amarillos. Entre ellos, 247 latinoamericanos.
En otra ocasión apoyó públicamente a las
madres de los presos vascos. En el 2000 publicó una carta abierta en la
página web de su agrupación, afirmando que esos individuos estaban tras
las rejas simplemente por expresar sus ideas o “conocer a alguien que
conoce a alguien”. Sus acusaciones fueron respondidas por Amnistía
Internacional, quien la desmintió señalando que dicha organización
internacional de defensa de los DD.HH “no tiene constancia de casos de
presos de conciencia en las prisiones españolas”.
Pero Bonafini no siente empatía por
ciertas madres de presos políticos como por ejemplo las Damas de Blanco
cubanas. Mujeres que tiene conciencia de la proporción y no se visten
con ropajes ajenos. Las antillanas no se autodefinen con palabras
grandilocuentes, sino como simples mujeres de diferentes credos e
ideologías, que están unidas por el dolor que sienten por la
encarcelación injusta de sus seres queridos por la dictadura castrista, y
que luchan por su liberación.
Hebe no usa el prestigio adquirido por
las Madres argentinas para ayudarlas –como en su momento hicieron las
mujeres holandesas con ellas- sino que por el contrario, apoya a los
violadores de los DD.HH. en Cuba, Venezuela y en cualquier otro país que
comulgue con su ideología.
En conclusión, Hebe de Bonafini no puede
ser catalogada de activista a favor de los DD.HH., sino simplemente
como una mujer que en el pasado combatió a una dictadura específica
cuando la afectó directamente.
Hana Fischer es
uruguaya. Es escritora, investigadora y columnista de temas
internacionales en distintos medios de prensa. Especializada en
filosofía, política y economía, es autora de varios libros y ha recibido
menciones honoríficas.
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