Por Gabriela Calderón de Burgos
Varias autoridades del Gobierno han
venido celebrando que el déficit en la balanza comercial se haya
convertido en superávit. No parece importarles que el desempleo esté
aumentando y que las proyecciones de crecimiento de la economía se
mantienen negativas (-4% en 2016 y 2017, según el Banco Mundial y
similares proyecciones del FMI). Esto debería hacernos cuestionar el
saldo en la balanza comercial como un indicador acerca del estado de una
economía.
Mi colega Daniel Ikenson suele decir que
es errado considerar la balanza comercial como un marcador. En un
artículo reciente señaló que EE.UU. cumple este año 41 años consecutivos
de registrar un déficit en su balanza comercial y explica que lejos de
ser una señal de debilidad, “el déficit comercial anual es una señal de
la hegemonía económica de EE.UU. –un respaldo global a la fortaleza
relativa de la economía estadounidense y de su dirección–”. Además,
agrega Ikenson:
“Durante esos 41 años consecutivos de
déficit en la balanza comercial, la economía estadounidense se triplicó
en tamaño, la manufactura real de valor agregado se cuadruplicó, y el
número de empleos en la economía casi se duplicó”.
Los mercantilistas modernos nos dicen
que un déficit comercial es algo malo pues nos estarían empobreciendo
los extranjeros. Todo déficit comercial debe financiarse de alguna forma
y por eso viene acompañado de un superávit en la cuenta capital.
Mientras que el déficit en la balanza comercial no importa, sí importa
es en qué se está gastando determinado país ese superávit en la cuenta
capital. Si la mayoría se destina a inversiones realizadas por el sector
privado, ese déficit refleja la confianza de los extranjeros en nuestra
economía, lo que a su vez genera mayor inversión, producción y empleo.
Si, en cambio, la mayoría se destina a financiar el gasto público,
acabamos con una deuda pública insostenible.
Así que la balanza comercial es un
indicador irrelevante acerca del estado de una economía. Por ejemplo,
Venezuela ha tenido un superávit promedio en su cuenta corriente de 7,4%
entre 2000 y 2015, mientras que Panamá ha registrado un déficit
promedio de -6,6%. Pero una de las economías estrella de los últimos
años en Latinoamérica ha sido Panamá, en tanto que Venezuela está
colapsando. Tampoco olvidemos que la última vez que nuestra balanza
comercial estuvo así de “bien” fue en el año 2000, cuando estábamos
todavía en medio de la crisis financiera y sin necesidad de que se
implementaran salvaguardias ni toda la tropelía de barreras arancelarias
y no arancelarias al comercio que se han venido implementado desde
2009.
Pero aquí siguen con el cuco del déficit
comercial. No sorprende, dado que la propaganda que lo ensalza proviene
de un gobierno cuyo presidente y secretario de Educación Superior,
Ciencia y Tecnología e Innovación no entienden conceptos tan básicos
como las ganancias del comercio derivadas de la división internacional
del trabajo y de las ventajas comparativas. En una sabatina celebraron
que Ecuador haya logrado fabricar cables de fibra óptica y que incluso
podría llegar a fabricar sus propias computadoras. Claro que sí, si ya
logramos fabricar el nanosatélite Pegaso y podríamos hacer muchas otras
cosas. La pregunta es a qué costo, para qué y con plata de quién.
No comments:
Post a Comment