Friday, August 5, 2016

Economía elemental para candidatos

Manuel Suárez-Mier considera que tanto Hillary Clinton como Donald Trump necesitan aprender la lección básica de economía que enseñó Henry Hazlitt: tomar en cuenta no solo los efectos inmediatos, sino todos, incluso los más remotos.

Manuel Suárez-Mier es Profesor de Economía de American University en Washington, DC.
En 1946 el célebre periodista Henry Hazlitt escribió una joya de sólo 222 hojas que tituló Economía en una lección. La lección es: “El arte de la economía consiste en considerar todos los efectos, incluso los más remotos, de las acciones y políticas públicas y no sólo sus consecuencias inmediatas, y en determinar su impacto para todos y no sólo para grupos aislados.”
La validez de lo escrito por Hazlitt hace 70 años es evidente al revisar las propuestas de política económica que se escuchan con creciente frecuencia en todos los ámbitos del globo por movimientos populistas que dicen representar al segmento de la sociedad menos beneficiado por el sistema económico prevaleciente.



Los candidatos presidenciales en EE.UU. pretenden cerrar la puerta a la libertad de comercio iniciada al fin de la Segunda Guerra Mundial, que ha permitido el mayor abatimiento de pobreza en la historia de la humanidad, a nombre de los marginados de los frutos que este sistema ha dejado en EE.UU., lo que sería el remedio erróneo.
Desde que existe la división del trabajo, que implica la especialización en tareas estrechamente definidas en las que el trabajador se vuelve un especialista, es difícil encontrar casos en los que el avance tecnológico, que torna obsoletos productos y procesos productivos, no perjudique al trabajador que ve esfumarse su chamba.
Pero la división del trabajo y el avance tecnológico son dos de las fuentes esenciales del crecimiento económico que ha permitido que el nivel promedio del ingreso de los trabajadores sea enormemente mayor hoy que antes que si iniciara la Revolución Industrial, donde se origina la fase de progreso más acelerado del género humano.
Este fenómeno, que es parte consubstancial de una economía dinámica, siempre cambiante, se ve exacerbado por la globalización que permite la división del trabajo a nivel internacional en perjuicio de trabajadores que se ven obligados a competir con otros con menores salarios pero no siempre menor productividad.
Mientras que las ganancias de la globalización son generalizadas y difusas entre la población de todos los países vía menores precios y mayor acceso a bienes que incorporan avances tecnológicos de punta, las pérdidas se concentran en segmentos cuyas áreas de especialización ya no pagan como antes o desaparecieron del todo.
En EE.UU. la población afectada negativamente o que ha progresado a un ritmo menor que el promedio, ha sido en las últimas décadas aquella que perdió su ventaja comparativa, típicamente trabajadores en la industria que o se volvió obsoleta por el avance tecnológico o fue desplazada por trabajadores foráneos más productivos.
Estos son justamente los votantes que aceptan las consignas de Donald Trump de “hacer grandiosa a América de nuevo” o la “revolución” socializante de Bernie Sanders, en buena y lamentable medida adoptadas por Hillary Clinton, que promete traer los empleos perdidos de regreso a EE.UU., sin reparar que tal cosa es imposible o que de intentarse tendría costos descomunales.
Una guerra comercial iniciada por EE.UU. con la imposición unilateral de tarifas y una inequitativa revisión de acuerdos comerciales, resultaría en represalias que impactarían de inmediato 12 millones de empleos directamente vinculados a la industria exportadora e indirectamente a toda la economía, que entraría en recesión.
Una caída seria en las importaciones elevaría los precios de productos de consumo y los anaqueles de empresas como Walmart y Costco se vaciarían de mercancía barata pero de alta calidad, con grave perjuicio para los más pobres, que verían el poder adquisitivo de su ingreso esfumarse en una tercera parte.
El impacto para la economía mexicana sería devastador, lo que generaría incentivos para una emigración masiva hacia EE.UU. con o sin el muro prometido.
¡Mejor que los candidatos lean con detenimiento la lección de Hazlitt!

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