Por qué soy anarquista
Extraído de The Conscience of an Anarchist: Why It’s Time to Say Goodbye to the State and Build a Free Society (Cobden Press, 2011) de Gary Chartier. Una reseña del libro por David Gordon puede leerse aquí.Soy anarquista porque creo que no existe un derecho natural a gobernar. Creo que las personas son iguales en esencial dignidad y valor, lo que significa, a su vez, que tienen igual status moral. Eso hace difícil justificar otorgar a algunos —los que gobiernan el estado y los que hacen cumplir las decisiones de los gobernantes— derechos que otros no poseen. Y soy anarquista porque creo que el estado carece de legitimidad. Algunos argumentan que los gobernantes merecen tener más derechos que aquéllos a quienes gobiernan porque sus súbditos han consentido y continúan consintiendo a su autoridad. Pero yo creo que no lo han hecho.
Soy anarquista porque creo que el estado es innecesario. Los estatistas frecuentemente sostienen que la única forma de tener una sociedad pacífica es con un estado. Yo estoy en desacuerdo, tanto en fundamentos teóricos como empíricos. Creo que instituciones no estatales pueden proveer los servicios que el estado provee –pero de manera más eficiente y flexible; y hay buena evidencia de que son capaces de hacerlo. Además, estoy convencido de que si el estado tiene el poder de hacer cosas buenas, incluso cosas muy buenas, muy útiles, muy importantes, usará ese poder casi inevitablemente en formas autoritarias: usará el poder que tiene para regular la vida de las personas –y para adquirir más poder.
Soy anarquista porque el estado inclina la balanza a favor de las élites privilegiadas y en contra de la gente común (contrariamente a lo que te dirán los apologistas del “gobierno bueno”, está diseñado precisamente para hacer eso). El estado tiende a promover ineficiencias a través de subsidios, monopolios, patentes, aranceles y otros mecanismos que posibilitan a las élites evitar tener que pagar los costos reales de lo que hacen. Obliga a la gente común a soportar los costos de las decisiones de las élites y a ajustar sus preferencias y comportamientos para adaptarse a las mayorías conformistas. Creo que una sociedad sin estado probablemente fomentaría la eficiencia y la productividad más que la nuestra, y evitaría varias formas de jerarquías y exclusiones que los estados tienden a promover y proteger. Todo aquél preocupado por el poder de los ricos y las grandes empresas, la prosperidad de la gente común y el bienestar de los pobres y vulnerables, debe dar un no rotundo al estado.
Soy anarquista porque el estado tiende a ser destructivo. Emprende guerras y saqueos, y parece persistentemente estar involucrado en elevar el nivel de violencia e injusticia entre fronteras —las cuales son, por supuesto, ellas mismas creaciones estatales. Creo que una sociedad sin estado mostraría mucha menos violencia a gran escala que la nuestra.
Soy anarquista porque el estado restringe la libertad personal –como una forma de mantener el orden, beneficiar a los privilegiados, preservar su propio poder, o subsidiar las preferencias moralistas de algunas personas. Y existe una conexión natural entre el poder estatal y la imposición de límites a la libertad.
Soy anarquista porque quiero una sociedad caracterizada por la diversidad, la exploración, y la experimentación, porque creo que los estados imponen conformismo y se resisten a la creatividad, y porque creo que una sociedad sin estado proveería oportunidades a las personas de explorar diversas maneras de vidas realizadas y prósperas, y de exhibir los resultados de sus exploraciones.
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