Por Pablo Carabias
Imaginemos. El Estado, preocupado por el
enorme gasto de las familias, pone en marcha el Ministerio de Ropa,
Moda y Complementos. Al frente, por supuesto, la ex vice, toda una experta en el tema.
Así, en la línea de políticas sociales que ayuden a los más
necesitados, el gobierno se encarga de suministrar ropa a la población.
Primer paso. Un nuevo impuesto para
poder pagar la ropa estatal, así como la creación de una red de
almacenes y fábricas textiles, con funcionarios pagados por el Estado,
que se encargarían del proceso de fabricación y distribución del
producto.
Aunque como opción, en un mix
con la iniciativa privada, se podría recurrir a proveedores privados que
fabricasen las prendas requeridas por el Estado mediante contratos. Eso
sí, algunos dirían que con este sistema existiría la posibilidad de que
se dieran casos de corrupción, de que el Estado pagara prendas por
encima del coste, de que se pagaran comisiones a partidos políticos a
cambio de dichos contratos, de que se dieran negocios a familiares… Las
típicas insidias sin fundamento que tratan de dañar a nuestra clase
política. No es problema. Nombrando a algún destacado miembro de dicha
clase, un Chaves o un Bono, como asesor/supervisor de dicho Ministerio,
estas prácticas estarían bajo control.
Segundo paso. Definición de producto. En
las elecciones, cada partido propondrá los modelos de ropa que
considere más adecuados para los votantes, de forma que el pueblo
español podrá elegir las indumentarias que le parezcan más adecuadas de
entre aquellas propuestas por los diferentes partidos. O sea, que si
gana el PP, la ropa tendrá un toque más o menos pijo, con polos y barbours; si gana el PSOE, cazadoras de pana. Aunque si ha de pactar con IU, también se suministrarán pañuelos palestinos como peaje.
Por supuesto, en cada autonomía los
poderes públicos podrán introducir elementos étnico-identitarios propios
como chapelas en el País Vasco o barretinas en Cataluña, de obligado
uso al igual que los idiomas locales.
Desde el Ministerio, perdón, Secretaría
de Igualdad, se pondrá especial empeño en que la ropa “pública” respete
la igualdad sexual, creando un “Código de Ropa No Sexista” de obligado
cumplimiento, aunque a la vez garantizando el suministro de ropa
específica para minorías tradicionalmente marginadas como los
homosexuales (cuero y gorras de plato), los musulmanes (burkas y
chilabas) o los “perro- flautas” (mallas).
Adicionalmente, desde las diferentes
instituciones de la "Juventud” que hay en cada autonomía y municipio, se
llevarían a cabo estudios sobre las preferencias indumentarias de los
jóvenes para, según la tribu urbana a la que pertenezcan, suministrarles
el equipamiento adecuado.
Por otro lado, el Estado suministraría unas prendas determinadas en función de la climatología de cada zona, asesorado por el PICC
(Panel Intergubernamental del cambio climático). Así, a un ciudadano de
León le correspondería una pelliza, mientras que de Despeñaperros para
abajo dicha prenda sería sustituida por una cazadora de algodón.
Y no nos olvidemos de la ropa deportiva. En cada municipio, región o autonomía, el gobierno suministrará merchandising
de los equipos representativos de la zona. Así, la Generalitat
proveería a sus jóvenes de equipaciones con los colores del Barsa; en el
País Vasco lucirían camisetas del Bilbao, etc. En Madrid, se
suministrará ropa del Real Madrid, lógicamente, aunque también se podría
conseguir ropa del Atleti, pero, eso sí, acogiéndose a la categoría de
“Minoría Discriminada” a la que me he referido en un párrafo anterior.
Pero la iniciativa privada podrá seguir
existiendo. La gente de dinero, políticos, sindicalistas, etc., tendrían
a su disposición todo tipo de establecimientos privados y modelos
exclusivos, mientras que el resto se vería obligado a vestir la ropa que
el Estado generosamente les concede y que ellos financian con sus
impuestos, pues lógicamente, al serles descontado de su renta el dinero
para fabricar la ropa “pública”, el ciudadano medio español no
dispondría de dinero para recurrir a dicha iniciativa.
Bueno, vale ya de decir chorradas.
¡Menudo disparate! ¿Cómo va a encargarse el Estado de la ropa? Es
absurdo, ineficaz, carísimo y derrochador, es un foco de enchufismo y
corrupción, atenta contra la libertad individual…
Pues esto mismo pasa con la Educación.
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