Los ingenieros de la matrix: ¿quién ordena internet?
Por Natalia Zuazo
Con más de 3.000 millones de personas
conectadas en cada punto del mundo, enviando y recibiendo información
desde computadoras y celulares, pero también desde televisores y autos,
internet podría ser un caos, pero no lo es. La Red, el sistema nervioso
de la humanidad, sigue creciendo y conecta cada vez más objetos pero sin
colapsar. Los cables no se cruzan; los datos llegan a destino; la
información se divide en paquetes, viaja desde varios sitios del GPS
planetario y vuelve a unirse. ¿Magia? No, ingeniería y protocolos
complejos. Hombres y máquinas cooperando en el mayor invento planetario
de la Historia.
Tras los años de la Guerra Fría -cuando
la corporación militar, las universidades y algunas empresas
desarrollaron internet-, la Red comenzó a extenderse masivamente para
llegar no solo a las grandes oficinas, sino también a las aulas y a las
casas de la gente; fue vital la creación de un idioma común. Al
expandirse, internet precisaba lenguajes que todos compartieran, más
allá de su ubicación en el mundo. En 1983, los ingenieros de software
Vint Cerf y Bob Kahn crearon el protocolo TCP/IP, que se convirtió en el
idioma de la Red, el código común con el que todavía hoy intercambian
información bajo una serie de estándares que permiten que computadoras y
dispositivos de distintos fabricantes, con distintos sistemas
operativos, se comuniquen entre sí y dialoguen. El cambio fue decisivo:
las computadoras no solo podían conectarse, sino charlar entre sí.
Mientras tanto, cada una podía decidir, haciendo al sistema más
horizontal.
Tres años después, en 1986, se
estableció la Fuerza de Tareas de Ingeniería para Internet (IETF, por
sus siglas en inglés), una organización que desde entonces reúne cada
nuevo estándar que la Red suma para su funcionamiento. Esas normas se
conocen en la industria como RFC (Request for Comments) y se publican
para toda la comunidad de internet desde que ella misma existe, es
decir, desde 1969. Son su ley y se van sumando en su "Constitución":
nadie puede no usarlos, porque si eso sucediera, entonces la Red
colapsaría. Dos de los protocolos más importantes son, por ejemplo, el
RFC 791 o "protocolo IP", que les da a los datos números de ubicación
para que siempre sepan adónde llegar, y el RFC 2616 o "protocolo HTTP",
que les da seguridad a las transferencias de datos en internet y fue
escrito por Tim Berners-Lee en 1989.
El dream team
Pero como la Red es el gran invento
planetario de la humanidad y sus usuarios son miles de millones, las
reglas para su funcionamiento no surgen en solitario. Al contrario, son
producto de un proceso ultracooperativo que, en cada caso, demanda mucho
tiempo hasta terminarse (cada regla precisa una certeza total, ya que
luego la utilizará todo el planeta). La IETF coordina alrededor del
mundo ese proceso. Lo hace a través de grupos de trabajo remotos, donde
participan ingenieros de todos los países posibles, que luego se ven las
caras en varias reuniones anuales. La primera, en 1986, se hizo en San
Diego, California. Y este año, en el cumpleaños 30 de la IETF, Buenos
Aires fue por primera vez sede de un encuentro, organizado por Internet
Society, otra institución de ingenieros de internet mundial, y Lacnic,
el registro de direcciones de internet para América latina.
En los pasillos de un hotel lujoso en
Puerto Madero, caminar por una reunión de los ingenieros de la matrix es
sumergirse en una mezcla de película de hotel de Las Vegas y un college
de nerds a lo Hogwarts. Los aires californianos de pelo largo, barbas
canosas, remeras gigantes con símbolos de universidades y camperas
deportivas dominan las reuniones, donde todos los asistentes (muchos de
ellos enviados por grandes empresas de la industria como Cisco,
Microsoft, Siemens o Ericsson) participan con sus propuestas para
avanzar en las nuevas reglas de internet. También predominan los
asiáticos, de pantalones caqui, anteojos livianos y chombas entalladas.
Las que no imperan son las mujeres, 113 entre los 1.265 participantes de
Buenos Aires, es decir, un 9 % del total. Pero, aun así, van ganando
peso en cada encuentro, se animan a disputar el liderazgo en las
reuniones, y son respetadas por el resto de la comunidad. ¿Quiénes son
los que forman este dream team mundial de la Red? Aquí, el perfil de
tres representantes latinoamericanos: dos argentinos y una colombiana.
Fernando Gont
Tiene 36 años
Nació en Haedo
Vive en Ramos Mejía
Es Investigador en Seguridad en S16 Networks
Fernando Gont se formó en la UTN, trabajó para el Gobierno de Inglaterra y hoy es Investigador en Seguridad en S16 Networks.
Gont está trabajando en un problema que
se repite en internet hace 30 años pero que todavía no tiene solución:
cómo asignar correctamente los números de internet sin que revele la
identidad del objeto que se conecta. La cuestión representa un problema
de seguridad de comunicaciones, el tema de especialidad de Fernando,
otro representante de la generación de niños que entraron en el mundo de
la computación en los 80 (en su caso, con una Commodore) y aprendieron
las primeras líneas de código en Basic. Para él, que nació sin la
obligación de la conexión permanente, mantener el anonimato en la Red es
un derecho vital que busca conservar a partir de su trabajo técnico y
su participación en la IETF, donde este año presentó su investigación y
posibles soluciones.
La privacidad, para Gont, todavía
importa. Para preservarla, él piensa desde la mente de un atacante, de
alguien que quiere interferir en la comunicación de otro. "Cuando ese
atacante busca sistemas, es como si jugara a la batalla naval: prueba
una y otra vez con distintas direcciones. El problema es que con la
estructura actual de las direcciones de internet, le estamos dando
algunas ventajas. Es como que le dijéramos que solo tenemos barcos en
los recuadros pares. Bueno, yo lo que busco es que el sistema no sea tan
predecible pero al mismo tiempo funcione, para que no sea vulnerable".
En su lucha, Gont es un salmón que avanza contra la corriente de un
sistema que hace tres décadas arrastra esa falla. Pero él lo sigue
intentando, en su tiempo libre, para que algún día se solucione.
Además de participar en la IETF, Gont
(maradoniano y católico creyente, como se autodefine) es parte del
Centro de Estudios de Informática de la Universidad Tecnológica Nacional
y trabaja en consultoría de redes y seguridad para una empresa a través
de la que da capacitaciones en Europa varias veces al año. Eslovenia y
Alemania fueron sus últimos destinos, y reconoce que allí el interés por
la seguridad informática es todavía mucho más alto que acá. También fue
contratado por el Gobierno de Inglaterra, al que llegó de la manera más
argentina posible: "Un día, por hobby, mientras trabajaba en un empresa
de electrónica naval en Buenos Aires, encontré un problema de seguridad
en uno de sus protocolos y se los reporté. Me contrataron y estuve con
ellos entre 2005 y 2012".
Su historia, la del self-made man que
creció contra los obstáculos, empezó de chico. Su mamá escondía el
triple para enchufar la computadora, la pantalla y el teclado, para que
él no se pasara toda la noche frente al aparato. "Yo igual seguía: le
robaba un cuaderno a mi hermana y escribía lo que quería hacer. Y en el
secundario iba a un curso horrible de computación en el barrio solo para
poder usar las computadoras en las horas de práctica. Enseñaban Pascal,
cosas estúpidas, pero a mí me interesaban los virus y cómo se
infectaban las máquinas".
María Inés Robles
Tiene 25 años
Nació en Mendoza
Vive en Finlandia
Es Ingeniera en Sistemas por la UTN / Investigadora en Ericsson
María Inés
Robles es mendocina. Actualmente completa un posgrado sobre internet de
las cosas en Finlandia y trabaja para Ericsson.
A los 25 años, Robles es la única mujer
latinoamericana a cargo de un grupo de trabajo de la IETF. Mendocina,
egresada de la UTN, vive en Finlandia, donde está haciendo un posgrado
sobre internet de las cosas y trabaja para Ericsson. Robles ya es
reconocida: "En los últimos años, fue la ingeniera con mayor exposición
en toda la comunidad. Tiene un futuro promisorio, puede hacer lo que
quiera, le van a ofrecer todos los trabajos que ella quiera", dice
Christian O'Flaherty, de Internet Society.
Su cercanía a la cordillera hizo que las
primeras "cosas" que Robles conectó a internet fueran plantas, en los
bosques, al pie de las montañas, para que los biólogos pudieran recibir
información de ellas y hacer estudios y seguimientos. "Fuimos a El
Chaltén, al glaciar Del Toro y al Huemul, con biólogos del Conicet de
Mendoza, y los ayudamos a conectar las lengas a unos dispositivos para
transmitir a bajas temperaturas, con lluvia o con hielo".
De los glaciares a su vida actual en un
país escandinavo, la temperatura no cambió tanto, pero sí su experiencia
del mundo, que empezó cuando a los 14 años se fue con una beca a
Alemania y hoy continúa en una empresa sueca internacionalmente conocida
por liderazgo en "objetos inteligentes" que se conectan a la Red.
Robles vive rodeada de ingenieros de todo el mundo, pero recuerda, a
cada momento, su paso por la universidad pública argentina: "Yo le debo
toda mi base a la UTN, a mis profesores. No siempre fue fácil, me
rechazaron a becas, pero yo siempre tuve claro algo: ¿quiero plata o
conocimiento? Siempre elegí el conocimiento, y eso me llevó adonde estoy
hoy". María Inés, además, le agradece a su clase de natación diaria,
que la mantiene vital luego de largas horas entre cuentas y cálculos
abstractos y días que empiezan y terminan de noche, con unas pocas horas
de luz.
Además de su juventud y su origen de
país austral, Robles reconoce que el mundo de ingenieros es muy
masculino, aunque no machista. "Los ingenieros no son machistas.
Simplemente no hay muchas mujeres, entonces cuando aparece una no saben
muy bien cómo hablarle", explica ella. Y agrega: "En realidad, yo lo veo
como todos los problemas que me toca resolver; para saber tratarnos,
tienen que tener más información. Creo que cuanto más nos conozcan,
mejor van a tratarnos".
Sandra Céspedes
Tiene 34 años
Nació en Bogotá
Vive en Chile
Es Doctora en Ingeniería Eléctrica y Computación / Profesora de la Universidad de Chile
Sandra Céspedes es colombiana, se recibió de Doctora en Ingeniería Eléctrica y Computación y enseña en la Universidad de Chile.
Sandra Céspedes es un modelo de la
generación de curiosos de la tecnología que nació a principios de los
80: aprendió programación en la escuela, con Basics y Logo, tuvo su
primera Pentium 486 en 1991, se conectó a internet cuando entró a la
universidad y chateó por primera vez en una ventana de ICQ. "Me anoté en
ingeniería telemática, una mezcla entre electrónica y computación, para
entender las redes de comunicación", dice desde Santiago, unos días
después de la reunión cumbre, donde se mudó hace dos años, con trabajo
en la Universidad de Chile.
En su país, Céspedes recorrió todo el
camino de internet: desde trabajar en un proveedor instalando equipos y
diseñando redes hasta probar servicios de DNS (el sistema que identifica
los equipos en internet y permite localizarlos mundialmente), y como
profesora de laboratorio de redes en la universidad. Con esa experiencia
de "manos en la masa", de entender por qué una conexión funciona y otra
no, encaró su doctorado (que realizó en Canadá), con una pregunta que,
desde entonces, guía su especialidad: las comunicaciones en movimiento.
"Investigo y trabajo para lograr que distintos dispositivos, como autos o
bicicletas, mantengan una conexión y transmitan información, a pesar de
estar en movimiento y de todas las interferencias que eso implique". En
la jerga, Céspedes se dedica a las "comunicaciones multisalto", que,
por ejemplo, consisten en conectar automóviles para que cada uno de
ellos también se convierta en un access point, es decir, en un punto con
conectividad propia a internet. En términos de marketing, trabaja en
internet de las cosas, ese concepto que se repite cada vez más para
decirnos que ya no estamos conectados solo los usuarios a la Red, sino
también los objetos que nos rodean.
"Cuando estás en la calle o tenés una
conexión compartida, van cambiando las IP y se te rompe la comunicación.
Yo trabajo para mantener la conexión activa, construyendo distintos
intermediarios fijos en el medio de manera de poder redireccionar el
tráfico a partir de ellos", cuenta Sandra Céspedes, que está comenzando a
desarrollar estas investigaciones en un grupo dedicado al tema que está
conformando la IETF: "Sistemas de transporte inteligente". También,
forma parte del Grupo de Mujeres de la IETF, que busca que los grupos de
trabajo vayan aumentando su liderazgo femenino.
El de Céspedes no es un tema menor: si
todos los objetos y las personas van a estar conectados, el problema
será reducir los obstáculos entre ellos, hacer que esas líneas de puntos
imaginarias que van de un lado a otro no se crucen o se corten en su
camino. La ingeniera, apasionada de las lecturas con historia y política
(García Márquez en Colombia y Roberto Ampuero en Chile), trabaja
actualmente en dos aplicaciones concretas de su especialidad. La
primera, un proyecto de bicicletas inteligentes, que permite que cada
vehículo esté conectado y reciba información coordinada para ajustar su
velocidad de acuerdo con lo que decide el líder del grupo. "Se utiliza
para entrenamientos, pero también para ciudades con alto porcentaje de
bicicletas, para que los conductores puedan recibir información de
conglomeraciones de tránsito y elegir mejor su camino. El desafío es que
esta información llegue de manera táctil, ya que no se puede molestar
ni la vista ni el oído de los ciclistas que están manejando".
La segunda aplicación en la que trabaja
hoy es un sistema por el cual los medidores de electricidad de las casas
o los edificios puedan transmitir el consumo diario o mensual a un
centro de recepción de la información, sin necesidad de que una persona
deba ir casa por casa recabando los datos. En ella, claro, se vislumbra
una de las contradicciones futuras de internet de las cosas: si los
propios objetos harán algunos trabajos de los hombres, el trabajo tal
como lo conocemos también cambiará.
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