Los alarmistas de la desigualdad, ¿quieren la igualdad total?
En el libro “Equal Is Unfair: American´s Misguided Figh Against Income Inequality” (Igual es injusto: la errada lucha en USA contra la igualdad salarial),
argumentamos que la campaña para erradicar la desigualdad económica es
injusta. Una de las reacciones de gente que sólo ha visto el título del
libro (y alguna crítica) es decir que estamos atacando a un hombre de
paja. “Nadie defiende la igualdad económica total”, dicen.
Para empezar, no es cierto que nadie
quiera la igualdad total. El Kmehr Rouge de Camboya ciertamente buscaba
la igualdad total, como han hecho muchos filósofos. Las corrientes
modernas no proponen que el gobierno elimine completmente cualquier
desigualdad económica, pero sí dicen que debe actuar para reducirla (y
se obstinan en no decirnos cuánta desigualdad están dispuestos a
tolerar).
¿Por qué, entonces, el título de “Equal
Is Unfair”? Porque el problema no son los objetivos concretos de los
críticos actuales; la esencia del problema es su posición: afirmar que
la igualdad económica en sí es un ideal moral.
Para muchos críticos, desde luego, la
igualdad es un ideal moral. Según ellos, en un mundo ideal todos
tendríamos la misma cantidad de bienes y de ingresos. ¿Por qué es eso
ideal? Porque, desde su punto de vista, nadie merece tener una parte
mayor de la “riqueza de la sociedad” que cualquier otro; porque los
individuos inteligentes, ambiciosos y productivos lo son gracias a la
suerte: por sus genes, por su educación, o por sus padres ricos. Ellos
no pueden exigir por derecho lo que no han creado, porque ellos “no lo han creado”, todo ha sido creado por fuerzas externas a su control.
Eso es lo que piensa el filósofo John
Rawls, un punto de vista respaldado desde el presidente Obama hasta el
economista Thomas Piketty. Para muchos críticos de la desigualdad, no
habría nada moralmente reprobable en un gobierno que confiscase y
redistribuyese la riqueza para que todos fuésemos perfectamente iguales.
Su única objeción a tal programa es que
es impracticable: todos estaríamos peor en ese escenario. Los comunistas
habían imaginado que la gente podría estar motivada a producir por “el
bien de la sociedad”, por algo más allá de su propio bienestar personal,
pero los modernos críticos de la desigualdad reconocen que eso es una
quimera. Reconocen que nivelar a todo el mundo al denominador común más
bajo destruiría el incentivo de producir e innovar.
Así que su meta es reducir la
desigualdad económica al máximo, pero siempre evitando que afecte al
crecimiento económico y empeore la situación.
Economistas como Piketty y Paul Krugman
dicen que debemos subir las tasas marginales de impuestos hasta el 70 ó
el 80%, siempre que podamos hacerlo sin perjudicar a la economía. El
debate se presenta sólo como un problema práctico, empírico; ellos no
ven ningún problema en robarle a alguien la mayor parte de lo que gana.
Eso es lo que refutamos en ‘Equal is Unfair’. No consideramos la igualdad moral un ideal; al contrario, la consideramos inmoral.
La gente gana cantidades muy diferentes de riqueza cuando es libre,
cuando quien produce tiene el derecho moral a la riqueza que crea. Es
malvado que el gobierno use su poder de coerción para “reducir la
desigualdad”, no porque vaya a crear perversos incentivos (lo cual
ciertamente hará), sino porque priva a la gente de recompensas que por
justicia les corresponden.
Los logros de la gente son desiguales; por lo tanto, la igualdad es injusta.
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