Robert J. Shiller
Robert J. Shiller, a 2013 Nobel
laureate in economics, is Professor of Economics at Yale University and
the co-creator of the Case-Shiller Index of US house prices. He is the
author of Irrational Exuberance, the third edition of which was published in January 2015, and, most recently, Phishing for P… read more
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HAVEN – Las desaceleraciones económicas a menudo pueden ser
caracterizadas como períodos de vacilación. Los consumidores vacilan
sobre la compra de una casa nueva o un automóvil nuevo, pensando que ya
sea su casa o su automóvil antiguos durarán en buenas condiciones por un
tiempo más. Los gerentes vacilan en cuanto a expandir su fuerza de
trabajo, sobre si deben comprar un nuevo edificio de oficinas o comprar
una nueva fábrica, todos ellos se quedan a la espera de noticias que les
permita dejar de lado sus preocupaciones sobre comprometerse con nuevas
ideas. Visto desde esta perspectiva, hoy en día ¿cuán preocupados
deberíamos estar sobre los efectos de las vacilaciones?
Vacilar
es a menudo un concepto similar a procrastinar. Uno puede tener dudas
vagas y sentir una necesidad de rumiar y reflexionar sobre asuntos;
mientras tanto, otros temas se entrometen en el pensamiento y no se
toman decisiones. Pregunte a las personas por qué procrastinan, y
probablemente no obtendrá una respuesta clara.
Por lo
tanto, ¿cómo tal comportamiento se generaliza lo suficiente para
provocar una caída económica? De hecho, puede ser difícil discernir
cuáles son las razones para posponer actividades que estimularían la
economía.
Uno
piensa primero en los comentarios de retroalimentación provenientes de
otros que están vacilando. Los efectos sobre los ingresos y la
psicología multitudinaria pueden amplificar cada vacilación. Sin
embargo, debe haber existido algún factor inicial que comenzó el ciclo
de retroalimentación – alguna fuente subyacente de vacilación.
La
pérdida de “confianza” económica es una posible causa. Los índices de
confianza publicados, disponibles desde la década de 1950, se basan en
encuestas que preguntan a consumidores o empresarios sobre sus
percepciones a cerca de la actividad empresarial y sus expectativas
sobre futuros ingresos y empleo.
La
“incertidumbre” sobre la política económica es otra posible fuente de
vacilación. Si los empresarios no saben qué regulaciones, qué impuestos,
o peor aún, qué nacionalizaciones sobrevendrán, pueden ponerse
nerviosos. La idea es antigua, y fue expresada durante la Gran Depresión
de la década de 1930; pero dicha incertidumbre no se midió bien, al
menos no hasta hace poco.
En un documento de trabajo del año 2015
los economistas Scott R. Baker, Nicholas Bloom y Steven J. Davis
construyeron índices de Incertidumbre sobre la Política Económica (EPU,
por su denominación en inglés) para una docena de países, para ello
utilizaron archivos digitales de noticias. Los índices (que incluyen
índices para Canadá, China, Francia, Alemania, India, Italia, Japón,
Rusia, Corea del Sur, España, Reino Unido y Estados Unidos) fueron
creados mediante el recuento, en cada país y cada mes, del número de
artículos de prensa que en los que aparecía la trifecta de términos
formada por las palabras “economía” (E), “política” (P) e
“incertidumbre” (U).
El
índice para cada mes se determinó según el número total de artículos
que contenían esas tres palabras, dividido por la cantidad mensual total
de artículos en los periódicos determinados como fuente de estudio
durante ese mismo período. Se consultó a personas cuya lengua materna es
la del país cuáles eran las traducciones apropiadas para las tres
palabras. Los índices preparados cubrieron varias décadas, y en dos
países, Estados Unidos y el Reino Unido, el estudio incluso se remontó
hasta el año 1900. El índice de Estados Unidos se correlaciona con la
volatilidad implícita de los precios de las acciones en los mercados de
opciones (VIX).
Estos
economistas hallaron que el índice EPU de su creación presagia las
contracciones económicas en los 12 países estudiados, y que en los dos
países para los que prepararon índices a largo plazo, los valores EPU
fueron altos durante la Gran Depresión. Pero, se preguntaron: ¿son las
contracciones las que provocan incertidumbre? o, ¿es la incertidumbre la
que provoca las contracciones? Dado que sabemos que las personas son
altamente reactivas a lo que una dice a la otra, la causalidad más
probable es la que funciona en ambos sentidos; es decir, en un bucle de
retroalimentación.
La
interrogante más profunda y más interesante se refiere a qué es lo que
inicia esta incertidumbre. Para responder a dicha interrogante se
requiere de caracterizaciones impresionistas de las historias e ideas
existentes que podrían influir en los pensamientos del público sobre la
economía – o podrían influir en la evitación de dichos pensamientos.
En
lo que se refiere a la Gran Depresión, uno se pregunta si el alto grado
de EPU estaba vinculado a las tendencias sociales después de los
excesos de la década de 1920, impulsadas por el temor al comunismo y, en
Estados Unidos, el temor a la política denominada como “New Deal”.
Uno se pregunta si el miedo a los regímenes fascistas, y el miedo a una
guerra que se avecina, prolongó la depresión después de que Hitler
llegó al poder en el año 1933. La atención dedicada al libro de Johannes
Steele del año 1934 titulado The Second World War, que predijo
que evento del mismo nombre, indica que se debe haber hablado lo
suficiente sobre el miedo a la guerra para apuntalar algunas
vacilaciones. Para las personas que vivieron durante la Primera Guerra
Mundial, la idea de una secuela de la misma debe haber sido una
pesadilla que les quitaba el sueño.
Por
supuesto, no se puede probar si la Gran Depresión fue o no fue
realmente prolongada por estas historias. ¿Cómo podemos saber cuáles
historias estaban afectando la forma de pensar de las personas? No
obstante, por otra parte, podemos estar lo suficientemente seguros de
que algunas de estas historias realmente afectan a la incertidumbre
económica percibida.
Los psicólogos han demostrado que las personas muestran una “heurística afectiva”
o una tendencia a etiquetar los recuerdos con las emociones y dejar que
las emociones afecten la toma de decisiones, incluso cuando la decisión
no se relaciona con lo que provocó las emociones. Un mal emparejamiento
de emociones puede causar disfunción ejecutiva, inacción y vacilación.
Algunos tipos de historias que circulan hoy en día
– que se relacionan con el creciente nacionalismo o el miedo a que los
inmigrantes desafíen los valores culturales tradicionales – podrían
apuntalar y dar lugar a mayores vacilaciones. La votación Brexit del mes
pasado en el Reino Unido ha sido vista en todo el mundo, con un nivel
extraordinario de alarma, como una señal de inestabilidad política. El
incremento de la incidencia de terrorismo ha añadido un vívido ángulo
emocional a tales acontecimientos.
¿Impulsarán
estos miedos la suficiente vacilación económica como para provocar otra
recesión mundial? Cualquier respuesta en este momento sería
impresionista e imprecisa. Dada la importancia de las consecuencias, sin
embargo, nosotros no debemos amilanarnos a momento de considerar cómo
tales temores están afectando la toma de decisiones económicas.
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