Thursday, July 7, 2016

Las buenas intenciones no bastan: ¿Debería la filantropía operar como un negocio?

Las buenas intenciones no bastan: ¿Debería la filantropía operar como un negocio?

PHCOVER
Por Charles B. Bronfman y Jeffrey R. Solomon
Hay muchas personas que, como Bill Gates, tienen la visión y la disciplina para ser grandes filántropos. O al menos deberían.
Porque Gates entiende lo que cualquier donante, grande o pequeño, debería entender: que para tener un impacto sostenido y estratégico, la filantropía debe ser administrada como un negocio: con disciplina, estrategia y un enfoque sólido en los resultados. Las organizaciones que reciben su apoyo deberían rendir cuentas como lo hace el directorio de una empresa ante sus accionistas. Y eso significa, por encima de todo, que usted debe conocer el rendimiento sobre la inversión.


Por ejemplo, se han comprometido recursos privados para eliminar el polio porque los donantes consideran que el esfuerzo tiene un plan de negocios racional que sigue una misión. En general, todo patrocinador de una causa debería esperar eficiencia en las operaciones y estrategias que se adopten.
En nuestra opinión, los argumentos contra un enfoque más empresarial en la filantropía simplemente no se sostienen. Por ejemplo, quienes lo rechazan señalan que un énfasis en el rendimiento evitará que los donantes ayuden a los más pobres, porque el tipo de problemas que tienen suelen ser los menos propensos a producir resultados positivos, rápidos y medibles.
No aceptamos esa premisa. Concentrarse en la eficiencia y los resultados es un enfoque que funciona en toda clase de entidad benéfica. Siempre debe haber un equilibrio entre ingresos y gastos, y se deben establecer y cumplir metas para que continúe la financiación.
La Fundación Robin Hood, que combate la pobreza en la ciudad de Nueva York desde 1988, ofrece un ejemplo elocuente. El grupo evalúa el rendimiento de las inversiones que realiza en varios programas en toda la ciudad. Pero no toma decisiones de financiación sólo con base en las mediciones. También apela a la experiencia de administradores en el terreno y realiza juicios cualitativos al comparar beneficios y costos.
Quienes se oponen también sostienen que si se afianza la filantropía con mentalidad empresarial, menos gente intentará provocar cambios sociales a través de donaciones a movimientos sociales u organizaciones políticas de base. Eso tampoco es verdad. Nada relacionado a los movimientos de base impediría que se beneficien de un enfoque disciplinado. Como donantes, nos gustaría que hubiera claridad sobre los objetivos. Si un grupo quiere obtener mejor infraestructura para una comunidad, puede mostrar el impacto que está teniendo al contar los pozos y las cocinas solares en África Central, o las plazoletas con juegos en un vecindario pobre de Nueva York. Adoptar principios empresariales saludables hace que una organización sin fines de lucro cumpla con su misión.
—Charles Bronfman es presidente del directorio y Jeffrey Solomon es director general de Andrea and Charles Bronfman Philanthropies, una red de fundaciones benéficas.
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NO, LOS MÁS POBRES SEGUIRÁN SUFRIENDO
Por Michael Edwards
No hay duda de que a veces la mentalidad empresarial puede ayudar a la filantropía. Hay problemas que pueden solucionarse al usar tasas de rendimiento e indicadores de éxito fácilmente medibles.
Pero la expresión clave aquí es "a veces". Cuando se trata de filantropía, se pueden tener tantas teorías, sistemas métricos y planes como uno quiera. Pero en la práctica, lo que alimenta el éxito es algo mucho más simple: el deseo y capacidad de hacer lo que haga falta para alcanzar la meta y la libertad de hacerlo de forma creativa. Y ambas cosas están amenazadas por el ascenso de la filantropía administrada como un negocio.
¿Por qué? para empezar, no olvidemos por qué existe la filantropía. Es para llenar un vacio dejado por el mercado y los gobiernos. Por definición, entonces, una mentalidad demasiado empresarial alejará los recursos de las personas más pobres, los problemas más difíciles y las soluciones más importantes, que suelen ser costosas, complejas y lentas.
En ese sentido, la diversidad de estilos de financiación es vital en la comunidad filantrópica, para apoyar distintos tipos de ideas.
¿Qué significa esto? Que hay muchas causas que difícilmente obtienen financiación por parte de enfoques empresariales. Entre ellas: causas que apoyan gobiernos sólidos, movimientos sociales y acciones de base, las cuales pueden ser cruciales para obtener resultados donde más importan. Filántropos con mentalidad demasiado empresarial consideran que el gobierno es un inconveniente que estorba a la hora de solucionar problemas que les incumben. Pero ninguna sociedad en la historia ha prosperado sin inversión pública, infraestructura, leyes y regulación. La filantropía debería generar la demanda para estas cosas en lugar de sustituir la acción del gobierno. Pero para hacerlo, debe apoyar a organizaciones sin fines de lucro, para que impulsen cambios, no sólo para que entreguen resultados medibles predeterminados.
Una monocultura empresarial, en la que todos cumplen el mismo criterio para dar, es inefectiva, no democrática y menos divertida. Reduce la filantropía a poco menos que un ejercicio de contabilidad.
Al final, los donantes de organizaciones sin fines de lucro no son accionistas. No tienen un rango superior a otros miembros. Las agencias deben rendir cuentas no sólo a los donantes y reguladores, sino a quienes ayudan. Y eso es bueno: los afianza en sus comunidades y los mantiene independientes de intereses poderosos que podrían buscar manipularlos, sin importar cuán bien intencionados sean.
Si no tenemos cuidado, la filantropía podría degenerar en un sistema de control, no un sistema de apoyo al cambio social.
Edwards es un distinguido investigador de Demos, un grupo de investigación y activismo con sede en Nueva York.

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