Andrea Rondón
Releyendo La fatal arrogancia del socialismo de Friedrich A. von Hayek (1899-1992), intelectual de la Escuela Austríaca del siglo XX, filósofo, jurista y economista, no puedo evitar asociarlo con los momentos que actualmente vivimos en el país. Recientemente destacan en los medios de comunicación noticias como la muerte de Oliver Sánchez, un niño con cáncer, quien murió por no conseguir los medicamentos para su tratamiento.Con La fatal arrogancia, errores del socialismo (1988), Hayek elabora su crítica al socialismo desde la sociología proponiendo una explicación del desarrollo de la sociedad, el derecho y la economía. Hayek argumenta cómo los intentos constructivistas por imponer valores, ideales y precios no toman en cuentan los procesos históricos de desarrollo, como el conocimiento disperso y el orden espontáneo.
Obviamente nuestra intención no es ser exhaustivos, sólo deseamos recordar las constantes advertencias que Hayek hiciera en un inicio con Camino de servidumbre (1944) y finalmente con La falta arrogancia.
Para Hayek en La fatal arrogancia, el socialismo es todo intento sistemático de diseñar u organizar, total o parcialmente, mediante medidas coactivas de ingeniería social, el mercado y la sociedad. En cambio el capitalismo es un orden que deriva de ciertos procesos de carácter evolutivo y que no es fruto del designio o intención.
Para Hayek en La fatal arrogancia, en el socialismo debe existir una autoridad centralizada que controle con el debido rigor el comportamiento de todos y se encargue de gestionar colectivamente la asignación de recursos productivos. En cambio en el capitalismo existe un amplio orden de cooperación humana.
Hayek nos explica en La fatal arrogancia que solo en el mercado, donde ocurre un intercambio de voluntades, se puede organizar de mejor manera la información que se encuentra dispersa (y en formación) en la sociedad; que los precios son importantes señales que transmiten de forma suscitan la información esencial para la toma de decisiones (el cálculo económico); con el resultado de un progreso gradual de las sociedades.
En La fatal arrogancia, la propiedad es una de las instituciones más importantes para el logro de la civilización, y Hayek es contundente al afirmar lo siguiente:
La libertad bajo la ley en modo alguno exige que la posesión de las propiedades alcance a todos: lo importante es que exista una pluralidad de propietarios. Personalmente preferiría carecer de propiedad en una sociedad en la que la gente poseyera algo, que vivir en otra en la que todo fuera colectivo y todo dependiera de la arbitrariedad del poder político.En esta obra, la idea central es advertir que el socialismo es un error de orgullo intelectual o arrogancia científica al pensar que ante la incertidumbre y la complejidad de la sociedad se puede diseñar y planificar en su totalidad, porque nunca podrá hacerse con toda la información de millones de personas, que son quienes pagan por este error que termina siendo fatal.
(La fatal arrogancia, errores del socialismo, Unión Editorial, 1990, p. 133).
La lección de Hayek es que siempre desconfiemos de toda pretensión de planificar lo que no debe (ni puede) ser planificado y es contrario a la naturaleza humana. El socialismo es un error; es una arrogancia intelectual; y ciertamente con el caso de Oliver Sánchez podemos decir por experiencia que es inhumano.
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