por Esteban
Es
común que la perspectiva libertaria comparta partes de su mensaje con
algunos programas ideológicos. Después de todo a todos nos importa de alguna manera
la libertad, y el arsenal de argumentos libertarios podría parecer
atractivo para cualquiera que tenga un programa que defender y no sepa
muy bien como hacerlo. Walter Block
podría ser arrojado por todos los buscadores en la red cuando uno
realiza una pesquisa sobre como defender algo, ante la vista de la
mayoría, indefendible.
Tras una serie de intercambios con seguidores de la fanpage del
movimiento y usuarios de libertarios.info me da la impresión de que
algo similar ocurre en torno al debate alrededor de las fronteras y el
derecho de los Estados a hacer valer ciertas reglas que implican la
regulación (exclusión y asimilación) de la pertenencia individual a
grupos sociales.
Cómo ya expliqué en otra entrada,
el marco de derechos de propiedad es compatible con algunas partes de
los argumentos tradicionales (ejemplificados en el debate de Wellman y
Cole). La perspectiva libertaria permite reconocer a la vez la falta de congruencia en las sociedades que permiten el libre flujo de capital, bienes y servicios “sin permitir” el libre paso de individuos (lo que en el fondo revela la falta de legitimidad que tiene el Estado frente a los derechos humanos comprendidos como derechos de propiedad), pero también reconoce el derecho de asociación y exclusión que implica el respeto a la autonomía individual y la libertad.
Esa
entrada, que según yo es una mera revisión del estado del debate, me
hizo “desbloquear el logro” del mote de “fascista moderado” entre los
anarcocapitalistas (¿de izquierda?) españoles, y de posibles aliados del
programa de las fronteras cerradas. Aquí quiero compartir por que no puedo argumentar en favor de las fronteras cerradas. Partiré de una carta que alguien, que al igual que yo le preocupa el tamaño del gobierno y la preservación de la libertad individual,
escribe a los migrantes que buscan entrar de manera ilegal a Estados
Unidos para explicar porque la perspectiva libertaria está tan cerca y a
la vez tan lejos de los programas de fronteras cerradas. Su carta dice:
Es el respeto a la ley lo que hace a los Estados Unidos de América un país excepcional, y ese mismo respeto a nuestras leyes los protegerá si ustedes quieren ser ciudadanos o residentes legales en América. La ley no ha sido respetada en sus países de origen, eso es lo que los ha obligado a escapar; pero ahora nos piden a nosotros que no respetemos nuestras leyes y hagamos algunas excepciones para favorecerlos. Sean cuidadosos en lo que piden, ustedes ya han vivido las consecuencias de hacer excepciones en la ley. Nosotros estamos exigiendo a nuestro corrupto gobierno que sea responsable, y nos sentimos obligados a enseñarles cómo hacerlo con sus propios gobiernos. Les damos la bienvenida a todos los que buscan la libertad en nuestro país, solo les pedimos que respeten nuestras leyes y que vengan de una manera legal y ordenada. Nuestros políticos los están utilizando y ustedes ya han sido utilizados por sus propios gobiernos, DESPIERTEN! Nuestra protesta es en contra de nuestro gobierno, y no en contra de ustedes como seres humanos. Nuestros políticos, Republicanos y Demócratas, están abusando de ustedes, los continúan utilizando para sus propios intereses. Ustedes han sido engañados por sus gobiernos y el nuestro. Aquí NO hay trabajo disponible y tenemos una deuda de 17 trillones de dólares! Es tiempo de dejar de ser engañados, exijan a sus gobiernos a cumplir y hacer cumplir la ley, y déjenos hacer lo mismo con el nuestro. Al final todos saldremos ganando.
Al igual que con los argumentos de Philip Cole (el defensor de las fronteras abiertas del otro post)
hay varios argumentos que comparto con la autora de la carta y me
parecen importantes de subrayar. Por un lado, los Estados al sur de la
Frontera de EEUU son corruptos y no hay un respeto por la ley (ni de esta por los derechos individuales).
Esta corrupción legal degrada no solo la libertad individual sino
también las posibilidades de desarrollo de la misma. Es cierto que esa
es gran parte de la historia detrás de la migración. En eso estamos de
acuerdo, y también en que los políticos de ambos lados de la frontera
utilizan a los inmigrantes y el discurso político que los rodea como un
medio más en su búsqueda de poder. Personalmente inclusive aplaudo la
lucha que hacen individuos como Paty Newman frente a su gobierno, y por eso utilizo su carta como punto de partida para esta reflexión.
Pero
entonces ¿dónde radica la distancia? Parecería que Paty y yo estamos de
acuerdo en que, así como el capital, bienes y servicios pueden traspasar
fronteras e ir a donde haya personas que voluntariamente quieren
acceder a ellas, el propietario de si mismo debería
poder incorporar su actividad en el mercado que más oportuno considere.
Esto sin la restricción por parte de un tercero no involucrado en sus
intercambios. Evidentemente, el fracaso o éxito de sus apuesta, sus
ganancias o los costos que signifiquen, deberán recaer en el individuo y
sería injusto exigir a terceros que se responsabilicen por la él.
Me parece que la diferencia radica en nuestra concepción de la sociedad y las reglas bajo las que vive Paty. Por eso difiero de su defensa del reino de la ley en EEUU y de la obligación que tiene cualquier individuo de respetarla. Para cualquier defensor del gobierno limitado y los derechos de propiedad,
el “rule of law” que hizo de Estados Unidos de América un país
excepcional está relacionado con la tradición anglosajona del
descubrimiento del derecho a través del arbitraje de conflictos y de los
derechos de propiedad como marco que emerge de este sistema. Los EEUU
son el mejor experimento constitucional que representa dicha tradición
liberal, y quizá el siglo XIX pueda ser recordado como un momento
excepcional en el que el poder Judicial emerge para defender a
legislaturas locales frente al crecimiento de la Federación, así como a
los individuos y sus derechos de propiedad frente a los ataques del
gobierno. Pero ese “rule of law” muy poco tiene que ver con un siglo XX
caracterizado por la agenda progresiva politica y judicial en EEUU y el
mundo.
La cosmovisión
en la cual el Estado de EEUU (y muchos otros) es un gobierno legitimo
que defiende los derechos humanos de sus ciudadanos mediante el rule of law
y que por lo tanto tiene la autoridad para, en nombre de la autonomía,
cerrar sus fronteras y establecer los mecanismos de entrada a su
comunidad política es similar a la de Wellman. Pero los derechos
humanos y el papel del gobierno en la sociedad para el defensor de las
fronteras cerrads del otro post son
incompatibles con la perspectiva libertaria. Si un individuo no puede
legítimamente exigir la disposición de la propiedad a otro, el Estado
tampoco puede hacerlo. Dado que “garantizar” derechos humanos, como los
define el mainstream al que pertenece Wellman, requiere de la violación
de derechos individuales, un Estado Wellmaniano no sería legitimo al
medir con la vara libertaria. Por eso la etiqueta de “Estado legítimo”
que forma parte de ese argumento en favor de las fronteras cerradas no
significa mucho para el defensor de los derechos individuales y la propiedad privada.
Si Paty
no comparte la teoría del Estado de Wellman, y considera que su
gobierno es corrupto y traiciona a los principios sobre los que fue
fundado, no debería compartir la conclusión legitimadora del programa de fronteras cerradas.
Hace bien en combatir a su gobierno, también en invitarnos a combatir a
los nuestros, pero de allí no se desprende ninguna obligación a
respetar los gobiernos ilegitimos ajenos. Si un individuo quiere ir de
un territorio gobernado por Gobierno Ilegitimo A, a uno donde el
monopolio de la violencia lo ejerce un Gobierno Ilegitimo B, debería
poder hacerlo sin prestar atención alguna a los marcos establecidos por ambos.
Entonces, ¿la perspectiva libertaria es más cercana al programa de
fronteras abiertas? Como diría Fernando Arteaga, no necesariamente.
Como expliqué en el post que
dio origen a todo esto, la perspectiva libertaria ofrece el marco que
limita aparente libertad absoluta a transitar y establecerse donde mejor
te parezca. Para el lector de este sitio será común la referencia a derechos humanos como derechos de propiedad que permiten establecer un marco universal para el análisis moral sin necesidad de casos ad hoc. El marco es la propiedad privada y la libertad contractual
de los individuos que viven en dicha sociedad. Al tratarse todo de
intercambios voluntarios, y al recaer costos y beneficios en agentes
individuales, nadie podría exigir un derecho a rentar la habitación de
otro, ni a consumir bienes o servicios provistos por otro agente sin su
acuerdo voluntario.
Eso me
lleva al argumento económico del final de la carta. De entrada habría
que señalar que la deuda pública no refleja la situación del mercado
laboral. Afortunadamente, como episodios como la gran depresión parecen
confirmar, la acción humana no se detiene y avanza a pesar de los errores que comete el gobierno.
Pero sobre todo hay que remarcar la imposibilidad epistémica para
afirmar que no hay trabajos en una economía. Aún si no hay trabajos para
“x” numero de residentes legales no significa que no haya trabajo para
alguien más, quizá con mayor capacitación, disposición a trabajar, etc.
Defender un sistema
coercitivo que limite la entrada a individuos requiere de dos elementos
que no están presentes en el caso norteamericano. Primero un agente coercitivo legítimo.
Desde donde yo lo veo eso puede suceder únicamente en una ciudad donde
todos sus habitantes acepten explícitamente las reglas de convivencia
que parten del respeto a la propiedad privada. Allí los
individuos son libres de decidir que hacer con su propiedad y el rol
del gobierno se limitaría únicamente a sancionar detractores a ese
principio. En segundo lugar necesitaría un sistema institucional que
garantice que no hay ningún agente económico en la población dispuesto a participar en dinámicas de intercambio
con aquel al que se le pretenda restringir el paso. De existir tales
cosas, quedaría aún espacio para discutir ideas cosmopolitas de la
actitud que se toma frente a los viajeros, por ejemplo. Después de todo
el libertarismo puede echar mano de algunas ideas que la escuela de
Salamanca elaboró en torno a este tema, pero eso sería tema de otra
entrada.
En lo personal no puedo realizar ninguna defensa en favor del programa de fronteras cerradas
sin esas condiciones (probablemente inexistentes en el corto y mediano
plazo). Si la carta de Paty fuera escrita desde la primera ciudad marina
o una charter city, con la certeza de que ningún agente económico en la
ciudad quiere intercambiar con ningún otro inmigrante, estaría de
acuerdo. Pero no puedo argumentar la obligación de pedir permiso
a un gobierno corrupto e ilegitimo para huir de otro igual o peor.
Mucho menos ante la certeza de que dicho gobierno no habla en nombre de
todos, ni con el respaldo de todos. Pero la mejor de las suertes en su
lucha por lograr que el gobierno norteamericano regrese a los ideales de
libertad individual que algunos de sus fundadores defendieron.
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