En EE.UU., 1 de cada 4 negocios pertenecen a inmigrantes
Por Maurizio Guerrero
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Sobre el tema inmigratorio puede leerse el libro del Independent Institute Global Crossings: Immigration, Civilization, and America escrito por Álvaro Vargas Llosa.
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Nueva York.- Los mexicanos han sido una
de las columnas principales del éxito económico de Estados Unidos. Su
fuerza de trabajo, documentada e indocumentada, es clave en el
funcionamiento cotidiano del país más poderoso del mundo.
Es bien conocido y está ampliamente
documentado que el empleo de mexicanos, y a menudo su cínica
explotación, resultan esenciales para mantener el nivel de vida y de
consumo en el país con el mayor número de multimillonarios y donde se
hacen las mayores fortunas.
Menos conocido, aunque quizá tan
relevante como la fuerza laboral, es el empuje empresarial de los
mexicanos en este país. Sus pequeños y medianos negocios emplean a
millones y han revitalizado las comunidades y los barrios donde se
establecen. En Nueva York, este empuje empresarial es innegable, y en
buena medida ha tomado la estafeta de los migrantes de Puerto Rico y
República Dominicana, que llegaron a la Gran Manzana antes que los
mexicanos. Las tiendas de abarrotes en Nueva York son conocidas como
“bodegas”, en español, y las lavanderías, gasolineras y tintorerías son
todas giros dominados por inmigrantes.
Un informe de 2014 de la Sociedad de las
Américas documentó que los inmigrantes crean negocios en los sectores
de bienes y servicios dirigidos al consumidor final en una proporción
que está muy por encima del porcentaje que representan de la población
estadounidense.
Entre este grupo de negocios (comercios
minoristas, de la industria de la hospitalidad y establecimientos de
servicios), los inmigrantes constituyen 28% de los empresarios
establecidos, pese a que sólo cuentan con 16% de la población de Estados
Unidos.
Asimismo, los inmigrantes participan en
una proporción mucho mayor a su presencia demográfica en salones de
manicura, licorerías y restaurantes, de los que poseen 38%. El informe
recuerda estudios que han mostrado que, en comparación con los nacidos
en Estados Unidos, los inmigrantes son entre 10 y 15% más propensos a
crear sus propios negocios.
Si bien no se dispone de cifras de
emprendedores y empresarios mexicanos en Estados Unidos, es visible su
presencia en Nueva York, donde la migración proveniente de México es
relativamente reciente y se volvió masiva en la década de 1990. Es menos
evidente que en ciudades como Los Angeles o San José, California, donde
constituyen buena parte de los pequeños y medianos empresarios.
Hoy se ve en La Gran Manzana la huella
emprendedora que ya está bien asentada en Los Angeles, explica Gaspar
Orozco, director adjunto del Instituto Jaime Lucero de Estudios
Mexicanos de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY). “Vemos
una fuerza emprendedora muy fuerte de la comunidad mexicana que se
traduce en pequeños negocios, tiendas de abarrotes o incluso en negocios
ambulantes como venta de frutas. Es el germen emprendedor de los
mexicanos”, señala Orozco, también un poeta galardonado y quien
fungiera como el cónsul responsable de los asuntos de la comunidad en
Nueva York y posteriormente en Los Ángeles.
Una de las claves del éxito del
emprendimiento de los mexicanos en Estados Unidos es que llegan bajo un
cierto patrón. Los mexicanos migran siguiendo las huellas de un
familiar, que a su vez sigue los pasos de personas de la misma
comunidad, zona, etnia o estado. A Nueva York han arribado migrantes de
Puebla y luego de Oaxaca que componen, de acuerdo con cifras del
Consulado de México en Nueva York, cerca de 70% del total de los
mexicanos de la llamada zona triestatal, compuesta por los estados de
Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut. Ese lazo ayuda a que los recién
llegados se empleen en negocios de familiares y de amigos, y el
emprendimiento es aprendido de primera mano.
“El estatus migratorio es un obstáculo
para muchas cuestiones, pero de todas maneras nuestra gente puede darle
la vuelta a ese reto buscando apoyo de amigos y de empresarios con los
que se asocian y puedan seguir generando recursos”, explica Orozco. De
alguna manera, los inmigrantes mexicanos son en sí mismo
emprendedores natos. El mismo hecho de emigrar, agrega, en especial
como indocumentado, en condiciones de mucho peligro, revela enorme
iniciativa y determinación.
El caso de Passaic
Un ejemplo claro de esta multiplicación
de emprendedores es Passaic, una comunidad en el estado de Nueva
Jersey que fue virtualmente abandonada por la industria cuando la
economía de Estados Unidos viró hacia los servicios. En un par de
décadas, la migración mexicana convirtió a Passaic en un centro
distribuidor de productos mexicanos para toda la costa Este.
La contribución mexicana para la
revitalización de Passaic ha sido reconocida incluso por la alcaldía,
que consintió en erigir una estatua del general Ignacio Zaragoza en su
plaza principal, donde se organizan desfiles del 5 de Mayo y procesiones
de la Pasión de Cristo en Semana Santa.
Griselda García, originaria de Izúcar de
Matamoros, en Puebla, es junto con su padre la dueña de la tienda de
abarrotes El Tepeyac, en el barrio de Harlem del Este. García acepta que
la mayor dificultad para los emprendedores mexicanos es la condición de
indocumentados. Pese a todo, asegura que en su experiencia de 17 años
como comerciante, los pequeños negocios son emprendidos de manera
abrumadora por inmigrantes.
“Un gran porcentaje de dueños de
negocios pequeños es en su gran mayoría de inmigrantes. Hoy por hoy no
conozco a un gringo que me diga que abrirá un comercio”, explica García.
Añade que tal como sucedió en su caso, en que su padre emigró primero y
comenzó El Tepeyac, muchas familias mexicanas migrantes arriban a un
negocio como punto de empleo central y a partir de ahí se multiplican en
otros comercios. Su hermano, por ejemplo, tiene una carnicería también
en Harlem del Este, igualmente llamada El Tepeyac.
El negocio de García y su hermano, que
vende longaniza, chicharrón y cecina de Yecapixtla, apuntan además a una
de las armas principales de los emprendedores mexicanos aquí: la
comida. Si los mexicanos florecen y se expanden culturalmente en su
vecino del norte es debido en buena medida a la cocina nacional,
claramente superior a la estadounidense en su variedad, sabores y
sofisticación.
Los tacos se han convertido, al margen
de los burritos inspirados en la cultura mexicano-estadunidense de la
frontera, en un alimento ubicuo en el país, y las salsas picantes y las
enchiladas ya son parte del menú cotidiano de hogares estadounidenses.
El barrio de Harlem del Este ha sido uno
de los que más han sufrido de “gentrificación” en Nueva York, que es el
proceso mediante el cual residentes blancos se mudan a vecindarios
ocupados por minorías. Pese a la transformación, García asegura que
ahora sus ingredientes mexicanos son adquiridos por estadounidenses.
“Los gringos no quieren ya ir a sentarse
a comer enchiladas, sino que las están aprendiendo a hacer. Y yo les
digo cómo se cocina lo auténtico cuando vienen con sus listas en las
manos y las recetas impresas de platillos complicados como cochinita
pibil. Ya no se quedan en el guacamole y las salsas”, expone García.
Aunque ajeno al ámbito de la comida,
quizás el ejemplo de inmigrante mexicano exitoso en Nueva York es Jaime
Lucero, que en la década de 1970 abandonó el pueblo de la sierra poblana
donde nació para cruzar a nado el Río Bravo. Lucero siguió los pasos de
su hermano mayor, y luego de trabajar como lavaplatos en la cocina de
un restaurante, varias décadas más tarde creó una empresa distribuidora
de ropa.
El de Lucero, un hombre de una sagaz
inteligencia que apenas terminó la secundaria, es un negocio millonario
con 270 empleados de base que incluye también un restaurante en
Manhattan. Su fortuna le ha permitido convertirse en un mecenas de la
comunidad mexicana en el área triestatal mediante Casa Puebla y
generosas donaciones a la CUNY, que en una ceremonia a principios de
mayo decidió dar el nombre de su principal donador al Instituto de
Estudios Mexicanos.
Lucero debió vencer como empresario la
enorme discriminación que sufren los mexicanos en Estados Unidos, que
el virtual candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos,
Donald Trump, ha hecho dolorosamente visibles. La afirmación de Trump
al iniciar su campaña política de que los mexicanos son “violadores” que
traen crimen y drogas a Estados Unidos, fue considerada por numerosos
observadores como una declaración que hundiría su campaña desde el
inicio. El efecto, sin embargo, fue exactamente el contrario, lo que
reveló el sentimiento antimexicano que hay en este país, pese a que
pocas naciones en el mundo tienen tan amplia vinculación comercial,
económica y de sus sociedades.
Pese a esta animosidad contra los
mexicanos, varios emprendedores apuntan a que el racismo, clasismo y la
exclusión en México son tan o más intensos que en Estados Unidos. Sobre
la comunidad mexicana en NY, Lucero asegura: “usted conoce México, pues
transpórtelo aquí. Existen los mismos comportamientos: los mexicanos de
recursos, que están muy bien educados y colocados en grandes empresas, y
los mexicanos que nos la venimos jugando. Esos mundos no se mezclan, y
hasta hace muy poco nunca había sentido que son nuestros aliados”.
Muchos emprendedores mexicanos
consideran que cuando en Estados Unidos demuestran su compromiso, su
ética de trabajo, su honestidad y que han aprendido la mecánica de un
negocio, los ascensos suceden, pese a su color de piel, procedencia y
nivel educativo. Uno de los ejemplos fue el chef Carlos Llaguno,
heredero de la celebridad Anthony Bourdain en el restaurante neoyorquino
Les Halles, donde llegó como asistente de cocina. Pese a nunca haber
estudiado de manera formal para ser chef profesional o administrar
negocios, Llaguno fue hasta antes de su muerte en 2015 el administrador
de la cocina de dos restaurantes, con responsabilidades que iban desde
comprar alimentos hasta supervisar la comida en uno de los
establecimientos de comida francesa más tradicionales de Manhattan.
Muchos otros mexicanos, que son uno de
los pilares de las cocinas en todo Estados Unidos, han comenzado en las
labores más modestas y han terminado por dirigirlos.
“El racismo, la discriminación y el
clasismo que en México aún se arrastran como un lastre es un factor que
inhibe el desarrollo social. En una sociedad más democrática como la de
Estados Unidos hay también más oportunidades para todos, pese a los
evidentes problemas que existen”, opina Orozco. Bajo ese contexto, el
poder de emprendimiento de los mexicanos parece ser mejor recompensado
en Estados Unidos. García señala que en este país “se desarrolla una fe”
de que si uno se esfuerza pueda haber una recompensa al paso del
tiempo, en tanto que en México, según su experiencia, a veces se tiene
la sensación de que poco sirve el puro trabajo si no se cuentan con las
conexiones o los amigos en lugares adecuados.
Los obstáculos para los mexicanos
podrían ir en aumento en Estados Unidos. Trump ha evidenciado un
sentimiento racista, y en cierto sentido lo ha naturalizado. Ha culpado a
los mexicanos de las dificultades que enfrentan muchos estadounidenses
que han perdido sus formas de vida en una economía que ya no genera
empleos industriales, lo que ha afectado a grandes sectores. Las
cifras, sin embargo, no respaldan sus declaraciones.
Los inmigrantes de América Latina que
viven en Estados Unidos contribuyeron con 86,000 millones de dólares
(mdd) al fisco de este país en 2013, según un informe difundido en 2014
por el organismo civil Alianza para una Nueva Economía Estadounidense.
Ese mismo documento reveló que el gasto después de impuestos de los
hispanos en Estados Unidos en 2013 fue de 605,000 mdd. La conclusión
del informe es que los hispanos están fortaleciendo a las comunidades
estadounidenses, no sólo con su trabajo sino con su contribución fiscal y
con su poder de consumo.
Otro estudio del mismo organismo
concluyó además que contrario a lo que aseguran algunos oponentes a la
migración en Estados Unidos, los inmigrantes no constituyen un gasto
para el sistema de salud del país sino que le aportaron a éste 182,400
mdd de 1996 a 2011. El estudio concluyó que de no ser por las
aportaciones de los inmigrantes, que en los hechos están subsidiando el
fondo de salud para las personas de bajos ingresos, conocido como
Medicare, este sistema sería prácticamente insolvente.
Las aportaciones de los mexicanos en EU
van mucho más allá de lo económico, y se extienden a los ámbitos
sociales y culturales, como demuestra el caso de El Tepeyac y de los
cientos de miles de negocios de abarrotes y restaurantes que dan
colorido y variedad al país. La fuerza de los empresarios mexicanos será
esencial en el futuro de EU, un país que se precia de haber sido
forjado por inmigrantes y por el emprendimiento posible en el
capitalismo. “Estamos en el ciclo en que se van a jubilar todos los baby
boomers, la gente que nació tras las Segunda Guerra Mundial, y no hay
quien tome el relevo entre los anglosajones. Los que vamos a entrar al
quite somos los hispanos”, dice García.
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