¿El libre comercio es libre de verdad?
La información de que las tres principales aerolíneas de Estados Unidos — American, United y Delta— habían protestado por el permiso concedido a las tres principales compañías aéreas del Golfo Pérsico para volar en el mercado de Estados Unidos salió a relucir de forma reciente. Las empresas estadounidenses dicen que las compañías del Golfo (Qatar Airways, Emirates y Etihad) recibieron US$ 42 mil millones en subsidios de sus gobiernos en los últimos años, lo que daría lugar a ventajas comerciales injustas que les permitiría ofrecer un mejor servicio a un coste más bajo.
La controversia no sorprende a Reuben Abraham, consejero delegado e investigador en el Instituto IDFC (think tank de Bombay) y miembro del Consejo sobre Multinacionales Emergentes del Foro Económico Mundial. “No hay duda: las compañías aéreas del Golfo, o [por ejemplo] las estatales chinas, todas cuentan con algún tipo de subvención del Estado. Sin embargo, no debemos olvidar que también hay subsidios incorporados en los productos de otras partes del mundo”.
El cita como ejemplo el iPhone. “La mayor parte de la tecnología dentro de un iPhone, en un momento u otro, ha sido subvencionada por el Gobierno de Estados Unidos […] Las baterías de iones de litio fueron el resultado directo de la inversión para la investigación [del Departamento de Energía]”, dice, citando una serie de otros inventos clave —pantallas de cristal líquido, discos duros, microprocesadores y click wheels [anillo sensible al tacto que se utiliza para navegar a través de todos los menús del iPod y controlar sus recursos]— que, según Abraham, se ajustan a la categoría de productos subvencionados por el Gobierno. Este argumento fue presentado por la economista Mariana Mazzacuto en su libro de 2013, “El Estado empresarial” [The Entrepreneurial State].
“Ahora, quieren igualdad de condiciones para que el iPhone pueda competir en mercados abiertos como la India, por ejemplo”, dice Abraham. “Sin embargo, si yo estuviera en la India y fuese a fabricar, por ejemplo, un teléfono inteligente sería un poco difícil para mí competir con algo que cuenta con una subvención del Estado”.
El proteccionismo no ha desaparecido, sólo está encubierto
En 2009, los líderes de la cumbre del G20 en Londres —un grupo que representa a mercados desarrollados y en desarrollo y representa el 85% de la economía mundial— se comprometieron a “no repetir los errores históricos del proteccionismo en épocas anteriores”. Más de una década antes, a principios de 1995, se creó la Organización Mundial del Comercio (OMC) para promover el libre comercio y reducir las barreras comerciales entre las naciones. Hoy la organización cuenta con 162 países miembros.
Sin embargo, parece que el proteccionismo no está muerto, según Abraham y Ann Harrison, profesora de Gestión de Wharton, y Tarun Khanna, profesor de Harvard Business School y colega de Abraham en el Consejo sobre Multinacionales Emergentes del Foro Económico Mundial. Ellos dicen que el proteccionismo, desde luego no de forma tan abierta como hace 50 o 60 años, todavía existe de formas sutiles y variadas.
“Ya no es algo blanco o negro”, dice Khanna. El proteccionismo del pasado era explícito, dijo, como, por ejemplo, a través de la imposición de aranceles del 40%, 50% o incluso del 80% sobre los automóviles importados. “En los viejos tiempos, había esos aranceles en la India y muchos países de África”. El resultado obvio, dice, es que “los proveedores de artículos domésticos como los automóviles, por ejemplo, estaban totalmente protegidos, por lo que se continuaban produciendo coches terribles”.
Harrison describe las políticas actuales de antidumping y los derechos compensatorios como una forma común de proteccionismo utilizado por la mayoría de los países, incluyendo los EEUU, la UE, China y México, aunque, dijo, las políticas se presentan a veces como una manera de forzar la práctica del comercio justo. En escenarios así, una empresa extranjera introduce un producto de bajo costo en un país industrializado como Estados Unidos. Si EEUU cree que la compañía recibe ventajas injustas por parte de su gobierno, impondrá aranceles. “Al jugo de naranja brasileño, al tomate mexicano […] y la lista continúa,” dijo Harrison, quien añadió que los aranceles pueden ser muy altos. “Cuando China fue acusada de practicar dumping con el ajo, la tasa impuesta fue del 300%”.
Abraham cita los subsidios agrícolas como otra forma de proteccionismo. “Se protege la industria agrícola interna básicamente por razones políticas”. Khanna está de acuerdo: “Vemos mucho proteccionismo de ese tipo en Japón […] en el medio oeste de Estados Unidos, etc”.
También puede haber “proteccionismo encubierto” en forma de requisitos de salud y seguridad, dice Harrison. Este es el caso, por ejemplo, de un país que bloquea una importación alegando que se trata de un elemento peligroso para sus consumidores. El proteccionismo puede incluso transmitirse a través de un mensaje de marketing. Harrison cita la campaña llevada a cabo por EEUU, “Buy American” [Compre Americano].
Khanna identificó el predominio de lo que llama “paquete de acuerdos”, algo así como “sí, usted puede hacer esto, pero sólo si hace aquello”, que, según dice, es difícil de caracterizar como proteccionismo puro. Dice que en China, por ejemplo, hubo una tendencia en los últimos siete u ocho años en que las empresas extranjeras que querían construir fábricas en el país debían transferir, a su vez, de forma parcial la propiedad intelectual a los fabricantes locales. “Es una especie de política industrial. No es estrictamente proteccionismo en el sentido de imponer barreras arancelarias […] Forma parte de la capacidad de negociación del país”.
El proteccionismo no se limita al movimiento de bienes, dice Abraham. Otro aspecto, dijo, tiene que ver con la mano de obra, y aquí hay un “extraño tipo de hipocresía” en el mundo desarrollado. “En términos generales, cuando se trata de libre comercio en Occidente, se habla de bienes de capital y de capital, porque ahí es donde Occidente es competitivo. Sin embargo […] un mercado emergente es en realidad competitivo en relación a la mano de obra”. Añade que desde la perspectiva de la India, por ejemplo, “mi ventaja competitiva no es el iPhone […] es mi técnico”.
Para Abraham, el visado —y cuotas de visas— es una “barrera no arancelaria. Es muy difícil para un hombre de negocios indio obtener una visa en Estados Unidos”. Y añade que si un profesional de la India quieren participar en varias conferencias en Europa, por ejemplo, las políticas en vigor exigen que el participante solicite varios visados de corta duración que le garanticen unos pocos días de estancia en cada evento. “El occidental medio no tiene ni idea de lo que es eso”, dijo.
Los mercados emergentes, ¿objetivos del proteccionismo?
Los expertos coinciden en que, en general, un ambiente comercial más libre, en lugar de proteccionista, es mejor para la economía mundial. Khanna dice que con el proteccionismo, “se impide el libre flujo de bienes que tal vez deseemos comprar, o del dinero en que nos gustaría invertir, o del talento que tal vez tengamos y que debe ser canalizado al mejor uso posible”.
Harrison dice que los mercados emergentes pueden tener alguna justificación para ser proteccionistas, ya que sus economías se enfrentan a dificultades para consolidarse. Por otra parte, ella señala que no siempre funciona muy bien en la práctica. “Muchos países han tratado de usar el proteccionismo para alimentar sus industrias nacionales, pero mientras esto tiene sentido en teoría, ellas fracasan el 75% de las veces”.
Ella cita a la India como ejemplo diciendo que en el pasado, hubo un intento de utilizar el proteccionismo para promover sus industrias nacientes, pero el país sólo se convirtió en un verdadero éxito y creció rápidamente después de que liberalizara su economía a principios de los años 90.
Los países en desarrollo serían un objetivo específico del proteccionismo por parte de las naciones desarrolladas, ¿tal y como dicen algunos? Harrison dice que no. “No creo que las multinacionales de los mercados emergentes estén en el punto de mira de una forma especial. Creo que los países de origen de las empresas sólo quieren proteger sus mercados y promover sus industrias, así que no creo que hagan ninguna distinción al actuar de esa manera”.
Por ejemplo, los franceses están “realmente luchando por preservar su herencia cultural”, dice Harrison. Si analizamos el comportamiento de la industria del entretenimiento francés, vemos que “está tratando de mantenerse tan francesa como sea posible”, y “no importa de dónde vengan las empresas extranjeras, si de los mercados emergentes o EEUU”. Ella cita un ejemplo similar en el mundo en desarrollo. “En la actualidad, la India protege su sector minorista, y no le importa si se trata de Walmart, Carrefour o un minorista chino. India quiere sólo preservar el pequeño comercio familiar local.
Abraham, por otro lado, no descarta la posibilidad de que el racismo sea uno de los elementos proteccionistas. Y cita la adquisición bastante comentada de Arcelor, fabricante francés de acero, por parte de la empresa de origen indio Mittal. Según el New York Times, el consejero delegado de Arcelor en aquel momento, Guy Dollé, hizo comentarios que hacían referencia a los productos de Mittal como “colonia barata” en comparación con el “perfume” producido por su compañía. Pero el comentario de Dollé en que “más salió a relucir el racismo”, en opinión de Abraham y de otros, fue cuando, “refiriéndose al dinero Mitall, tuvo el descaro de decir que se trataba de ‘dinero de mono’”.
Abraham también dijo que Arcelor intentó un acuerdo con una fábrica de acero de Rusia, cuyo propietario, según Dollé, era un “verdadero europeo”.
Para Khanna, el nivel de proteccionismo de los países puede moverse al ritmo de los cambios en el clima político. Los intereses de las empresas extranjeras pueden convertirse en el objetivo de la política. “Si usted es político y las cosas no van bien económicamente y quiere ser reelegido, un grupo fácil de demonizar son los extranjeros. Ellos no votan”. Esto sucede en todas partes, añadió, tanto en los mercados emergentes como en el mundo desarrollado.
En este sentido, Abraham se refirió a la película norteamericana de 1993 “Sol Naciente” [Rising Sun], que, según él, jugó con los sentimientos populares de la época para retratar de qué modo los intereses de las empresas japonesas se fueron “apropiando de EEUU […] Todo depende del objetivo del momento, que pueden ser los japoneses, los chinos o los indios. Son ciclos”.
Mediante el análisis de las tendencias actuales, Khanna dice que el proteccionismo “es un gran riesgo al alza”, y se refiere a él como “una de esas cosas insidiosas a las que tenemos que estar alertas todo el tiempo”. El cita varios posibles factores que contribuyen a esto, incluyendo el dominio creciente de extrema derecha y de centro-derecha en Europa, un gran número de “lugares viviendo una crisis política y económica” en el mundo y la desaceleración general de la economía. Esto puede conducir a una situación, dijo, en que “los países tienden a favorecer lo que es local y tratan de prepararse para tiempos difíciles”.
El peligro de los bloques
Tanto Harrison como Abraham observan una tendencia que favorece a los bloques comerciales preferenciales o regionales, en lugar del libre comercio multilateral mundial. La predicción de ambos es que esta tendencia continuará. Harrison dice que el mundo está “moviéndose claramente hacia […] tres grandes bloques: América, Europa y Asia”. Se observa que esta tendencia beneficia a países como EEUU, pero los países de muy bajos ingresos —aquellos que “no son lo suficientemente grandes como para sentarse a la mesa”— a menudo se quedan fuera.
Y añade que la Asociación Trans-Pacífico (TPP, por sus siglas en Inglés) es un ejemplo de acuerdo comercial regional y es “efectivamente una forma de mantener algunos países dentro y otros fuera como, por ejemplo, China”. Es un ejemplo de “proteccionismo que continúa vivo y activo”. Abraham está de acuerdo y dice: “Estados Unidos quiere escribir las reglas de este acuerdo para invitar más tarde a China a participar en él […] ¿Pero si China, la India y algunos otros países hacen su propio acuerdo preferencial y dejan a EEUU fuera? A medida que la influencia de estos países aumenta, es posible que veamos más cosas de este estilo”.
La controversia no sorprende a Reuben Abraham, consejero delegado e investigador en el Instituto IDFC (think tank de Bombay) y miembro del Consejo sobre Multinacionales Emergentes del Foro Económico Mundial. “No hay duda: las compañías aéreas del Golfo, o [por ejemplo] las estatales chinas, todas cuentan con algún tipo de subvención del Estado. Sin embargo, no debemos olvidar que también hay subsidios incorporados en los productos de otras partes del mundo”.
El cita como ejemplo el iPhone. “La mayor parte de la tecnología dentro de un iPhone, en un momento u otro, ha sido subvencionada por el Gobierno de Estados Unidos […] Las baterías de iones de litio fueron el resultado directo de la inversión para la investigación [del Departamento de Energía]”, dice, citando una serie de otros inventos clave —pantallas de cristal líquido, discos duros, microprocesadores y click wheels [anillo sensible al tacto que se utiliza para navegar a través de todos los menús del iPod y controlar sus recursos]— que, según Abraham, se ajustan a la categoría de productos subvencionados por el Gobierno. Este argumento fue presentado por la economista Mariana Mazzacuto en su libro de 2013, “El Estado empresarial” [The Entrepreneurial State].
“Ahora, quieren igualdad de condiciones para que el iPhone pueda competir en mercados abiertos como la India, por ejemplo”, dice Abraham. “Sin embargo, si yo estuviera en la India y fuese a fabricar, por ejemplo, un teléfono inteligente sería un poco difícil para mí competir con algo que cuenta con una subvención del Estado”.
El proteccionismo no ha desaparecido, sólo está encubierto
En 2009, los líderes de la cumbre del G20 en Londres —un grupo que representa a mercados desarrollados y en desarrollo y representa el 85% de la economía mundial— se comprometieron a “no repetir los errores históricos del proteccionismo en épocas anteriores”. Más de una década antes, a principios de 1995, se creó la Organización Mundial del Comercio (OMC) para promover el libre comercio y reducir las barreras comerciales entre las naciones. Hoy la organización cuenta con 162 países miembros.
Sin embargo, parece que el proteccionismo no está muerto, según Abraham y Ann Harrison, profesora de Gestión de Wharton, y Tarun Khanna, profesor de Harvard Business School y colega de Abraham en el Consejo sobre Multinacionales Emergentes del Foro Económico Mundial. Ellos dicen que el proteccionismo, desde luego no de forma tan abierta como hace 50 o 60 años, todavía existe de formas sutiles y variadas.
“Ya no es algo blanco o negro”, dice Khanna. El proteccionismo del pasado era explícito, dijo, como, por ejemplo, a través de la imposición de aranceles del 40%, 50% o incluso del 80% sobre los automóviles importados. “En los viejos tiempos, había esos aranceles en la India y muchos países de África”. El resultado obvio, dice, es que “los proveedores de artículos domésticos como los automóviles, por ejemplo, estaban totalmente protegidos, por lo que se continuaban produciendo coches terribles”.
Harrison describe las políticas actuales de antidumping y los derechos compensatorios como una forma común de proteccionismo utilizado por la mayoría de los países, incluyendo los EEUU, la UE, China y México, aunque, dijo, las políticas se presentan a veces como una manera de forzar la práctica del comercio justo. En escenarios así, una empresa extranjera introduce un producto de bajo costo en un país industrializado como Estados Unidos. Si EEUU cree que la compañía recibe ventajas injustas por parte de su gobierno, impondrá aranceles. “Al jugo de naranja brasileño, al tomate mexicano […] y la lista continúa,” dijo Harrison, quien añadió que los aranceles pueden ser muy altos. “Cuando China fue acusada de practicar dumping con el ajo, la tasa impuesta fue del 300%”.
Abraham cita los subsidios agrícolas como otra forma de proteccionismo. “Se protege la industria agrícola interna básicamente por razones políticas”. Khanna está de acuerdo: “Vemos mucho proteccionismo de ese tipo en Japón […] en el medio oeste de Estados Unidos, etc”.
También puede haber “proteccionismo encubierto” en forma de requisitos de salud y seguridad, dice Harrison. Este es el caso, por ejemplo, de un país que bloquea una importación alegando que se trata de un elemento peligroso para sus consumidores. El proteccionismo puede incluso transmitirse a través de un mensaje de marketing. Harrison cita la campaña llevada a cabo por EEUU, “Buy American” [Compre Americano].
Khanna identificó el predominio de lo que llama “paquete de acuerdos”, algo así como “sí, usted puede hacer esto, pero sólo si hace aquello”, que, según dice, es difícil de caracterizar como proteccionismo puro. Dice que en China, por ejemplo, hubo una tendencia en los últimos siete u ocho años en que las empresas extranjeras que querían construir fábricas en el país debían transferir, a su vez, de forma parcial la propiedad intelectual a los fabricantes locales. “Es una especie de política industrial. No es estrictamente proteccionismo en el sentido de imponer barreras arancelarias […] Forma parte de la capacidad de negociación del país”.
El proteccionismo no se limita al movimiento de bienes, dice Abraham. Otro aspecto, dijo, tiene que ver con la mano de obra, y aquí hay un “extraño tipo de hipocresía” en el mundo desarrollado. “En términos generales, cuando se trata de libre comercio en Occidente, se habla de bienes de capital y de capital, porque ahí es donde Occidente es competitivo. Sin embargo […] un mercado emergente es en realidad competitivo en relación a la mano de obra”. Añade que desde la perspectiva de la India, por ejemplo, “mi ventaja competitiva no es el iPhone […] es mi técnico”.
Para Abraham, el visado —y cuotas de visas— es una “barrera no arancelaria. Es muy difícil para un hombre de negocios indio obtener una visa en Estados Unidos”. Y añade que si un profesional de la India quieren participar en varias conferencias en Europa, por ejemplo, las políticas en vigor exigen que el participante solicite varios visados de corta duración que le garanticen unos pocos días de estancia en cada evento. “El occidental medio no tiene ni idea de lo que es eso”, dijo.
Los mercados emergentes, ¿objetivos del proteccionismo?
Los expertos coinciden en que, en general, un ambiente comercial más libre, en lugar de proteccionista, es mejor para la economía mundial. Khanna dice que con el proteccionismo, “se impide el libre flujo de bienes que tal vez deseemos comprar, o del dinero en que nos gustaría invertir, o del talento que tal vez tengamos y que debe ser canalizado al mejor uso posible”.
Harrison dice que los mercados emergentes pueden tener alguna justificación para ser proteccionistas, ya que sus economías se enfrentan a dificultades para consolidarse. Por otra parte, ella señala que no siempre funciona muy bien en la práctica. “Muchos países han tratado de usar el proteccionismo para alimentar sus industrias nacionales, pero mientras esto tiene sentido en teoría, ellas fracasan el 75% de las veces”.
Ella cita a la India como ejemplo diciendo que en el pasado, hubo un intento de utilizar el proteccionismo para promover sus industrias nacientes, pero el país sólo se convirtió en un verdadero éxito y creció rápidamente después de que liberalizara su economía a principios de los años 90.
Los países en desarrollo serían un objetivo específico del proteccionismo por parte de las naciones desarrolladas, ¿tal y como dicen algunos? Harrison dice que no. “No creo que las multinacionales de los mercados emergentes estén en el punto de mira de una forma especial. Creo que los países de origen de las empresas sólo quieren proteger sus mercados y promover sus industrias, así que no creo que hagan ninguna distinción al actuar de esa manera”.
Por ejemplo, los franceses están “realmente luchando por preservar su herencia cultural”, dice Harrison. Si analizamos el comportamiento de la industria del entretenimiento francés, vemos que “está tratando de mantenerse tan francesa como sea posible”, y “no importa de dónde vengan las empresas extranjeras, si de los mercados emergentes o EEUU”. Ella cita un ejemplo similar en el mundo en desarrollo. “En la actualidad, la India protege su sector minorista, y no le importa si se trata de Walmart, Carrefour o un minorista chino. India quiere sólo preservar el pequeño comercio familiar local.
Abraham, por otro lado, no descarta la posibilidad de que el racismo sea uno de los elementos proteccionistas. Y cita la adquisición bastante comentada de Arcelor, fabricante francés de acero, por parte de la empresa de origen indio Mittal. Según el New York Times, el consejero delegado de Arcelor en aquel momento, Guy Dollé, hizo comentarios que hacían referencia a los productos de Mittal como “colonia barata” en comparación con el “perfume” producido por su compañía. Pero el comentario de Dollé en que “más salió a relucir el racismo”, en opinión de Abraham y de otros, fue cuando, “refiriéndose al dinero Mitall, tuvo el descaro de decir que se trataba de ‘dinero de mono’”.
Abraham también dijo que Arcelor intentó un acuerdo con una fábrica de acero de Rusia, cuyo propietario, según Dollé, era un “verdadero europeo”.
Para Khanna, el nivel de proteccionismo de los países puede moverse al ritmo de los cambios en el clima político. Los intereses de las empresas extranjeras pueden convertirse en el objetivo de la política. “Si usted es político y las cosas no van bien económicamente y quiere ser reelegido, un grupo fácil de demonizar son los extranjeros. Ellos no votan”. Esto sucede en todas partes, añadió, tanto en los mercados emergentes como en el mundo desarrollado.
En este sentido, Abraham se refirió a la película norteamericana de 1993 “Sol Naciente” [Rising Sun], que, según él, jugó con los sentimientos populares de la época para retratar de qué modo los intereses de las empresas japonesas se fueron “apropiando de EEUU […] Todo depende del objetivo del momento, que pueden ser los japoneses, los chinos o los indios. Son ciclos”.
Mediante el análisis de las tendencias actuales, Khanna dice que el proteccionismo “es un gran riesgo al alza”, y se refiere a él como “una de esas cosas insidiosas a las que tenemos que estar alertas todo el tiempo”. El cita varios posibles factores que contribuyen a esto, incluyendo el dominio creciente de extrema derecha y de centro-derecha en Europa, un gran número de “lugares viviendo una crisis política y económica” en el mundo y la desaceleración general de la economía. Esto puede conducir a una situación, dijo, en que “los países tienden a favorecer lo que es local y tratan de prepararse para tiempos difíciles”.
El peligro de los bloques
Tanto Harrison como Abraham observan una tendencia que favorece a los bloques comerciales preferenciales o regionales, en lugar del libre comercio multilateral mundial. La predicción de ambos es que esta tendencia continuará. Harrison dice que el mundo está “moviéndose claramente hacia […] tres grandes bloques: América, Europa y Asia”. Se observa que esta tendencia beneficia a países como EEUU, pero los países de muy bajos ingresos —aquellos que “no son lo suficientemente grandes como para sentarse a la mesa”— a menudo se quedan fuera.
Y añade que la Asociación Trans-Pacífico (TPP, por sus siglas en Inglés) es un ejemplo de acuerdo comercial regional y es “efectivamente una forma de mantener algunos países dentro y otros fuera como, por ejemplo, China”. Es un ejemplo de “proteccionismo que continúa vivo y activo”. Abraham está de acuerdo y dice: “Estados Unidos quiere escribir las reglas de este acuerdo para invitar más tarde a China a participar en él […] ¿Pero si China, la India y algunos otros países hacen su propio acuerdo preferencial y dejan a EEUU fuera? A medida que la influencia de estos países aumenta, es posible que veamos más cosas de este estilo”.
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