Mary Anastasia O'Grady señala por qué el
rechazo de Donald Trump al libre comercio no tiene respaldo en la teoría
económica, y aparentemente, tampoco sería respaldado por una clase
media que no cree en ese tipo de demagogia populista.
Un problema evidente es que Trump, quien tiene un título profesional de la Escuela de Negocios Wharton, de la Universidad de Pensilvania, reprueba economía. La primera evidencia es su promesa de hacer trizas el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA o TLCAN) con el argumento de que México, su bestia negra favorita, está robando empleos a EE.UU. Es la tecnología, no el libre comercio, lo que está detrás del decreciente número de puestos de trabajo en el sector manufacturero estadounidense.
Golpear al Nafta como una piñata funcionó bien en las primarias republicanas. Sin embargo, es probable que eso perjudique a Trump y a los candidatos que están en las listas legislativas republicanas para las elecciones generales de noviembre. México es, después de todo, el tercer mayor socio comercial de EE.UU. y su segundo mayor mercado de exportación.
Las diatribas comerciales de Trump socavan su credibilidad ante los votantes que entienden sobre el tema, los cuales son bastantes. Estadounidenses de todos los ámbitos de la vida son beneficiarios del comercio global de EE.UU.
Indiana, el hogar del candidato republicano a la vicepresidencia, el gobernador Mike Pence, exportó cerca de US$4.800 millones a México en 2015, lo que convierte a este país en el segundo mayor mercado de exportación del estado. Eso incluyó US$1.500 millones en equipo de transporte, US$1.400 millones en maquinaria y US$88 millones en subproductos de fructosa de maíz. Más de 120.000 puestos de trabajo en Indiana dependen del comercio con México.
Las exportaciones al vecino del sur representaron más de US$1.000 millones para 31 estados en 2015. Es el mayor mercado de exportación de California, Arizona, Nuevo México y Texas, y el segundo de otros 25 estados.
Según la campaña de Trump, los trabajadores estadounidenses que no quieren aumentar el proteccionismo son bufones de la “élite”. Sin embargo, la mayoría de las personas que hoy tienen empleos en una economía estadounidense conectada globalmente e impulsada por la tecnología, proviene de familias de clase media que se han sacrificado financieramente con el fin de prepararse para competir en el mercado laboral moderno. Es desalentador escuchar al candidato republicano denigrar a los exitosos y tratar de poner a los estadounidenses unos contra otros.
Los aranceles más altos a las importaciones de EE.UU. serán transferidos a los consumidores, muchos de los cuales ya están sufriendo económicamente debido a la lenta recuperación bajo el gobierno de Barack Obama. Las guerras comerciales también pueden dañar la competitividad estadounidense. Como explicó a principios de este mes el ex viceministro de Comercio de México, Luis de la Calle, en una conferencia telefónica para inversionistas en Nueva York, el traslado de la producción de Carrier Corp. de Indiana a México —muy atacado por Trump— significa que la empresa puede sobrevivir a la competencia asiática y a la vez retener en EE.UU. los empleos en investigación, desarrollo, comercialización y componentes de gama alta.
Tal vez la mayor mentira que Trump vende es que unos aranceles más altos pueden recuperar los empleos perdidos en el sector manufacturo de EE.UU. No lo harán, y sugerir lo contrario es un cruel engaño.
En un reciente ensayo publicado en la revista Foreign Affairs titulado "The Truth About Trade" (algo así como "La verdad sobre el comercio"), Douglas Irwin, economista de la Universidad de Dartmouth, observa que si bien la tecnología ha “permitido grandes mejoras de productividad y eficiencia”, también ha “vuelto obsoletos muchos trabajos manuales”. Irwin cita un estudio realizado por el Centro para la Investigación Económica y de Negocios de la Universidad Estatal Ball, en Indiana, que encontró que “el crecimiento de la productividad representó más de 85% de la pérdida de empleos en la industria manufacturera entre 2000 y 2010, un período en que el empleo en este sector se redujo en 5,6 millones”. Este 85% se compara, según el estudio, con 13% de pérdida de empleos atribuida al comercio internacional durante el mismo período. En otras palabras, para recuperar la mayoría de los trabajos, Trump tendría que declarar ilegal la mecanización. ¿Será Pence el encargado de dar la noticia a los agricultores de Indiana?
En un artículo publicado a mediados del año pasado en el Journal of Economic Perspectives, David Autor, economista del Instituto de Tecnología de Massachusetts, desentraña la razón por la cual la automatización ha afectado duramente a la clase media. Autor observa que con el fin de escribir un código informático para una tarea, un programador debe ser capaz de “enunciar las ‘reglas’ explícitas o procedimientos” necesarios para hacerla. Pero las labores que los humanos comprenden “tácitamente” no son fáciles de automatizar. Autor llama a esa restricción la “paradoja de Polanyi” por el químico y economista de origen húngaro quien observó que “sabemos más de lo que podemos decir”.
Los trabajos más difíciles de automatizar, nota Autor, son aquellos que requieren “alta educación” y “baja educación”, que exigen “interacción interpersonal, flexibilidad, adaptabilidad y capacidad de resolución de problemas”. Los tradicionales puestos de trabajo que requieren educación media han sido los más fáciles de reemplazar con la tecnología.
Sin embargo, también hay una fuerte evidencia de adaptación en este grupo del medio. Autor cita un par de economistas que han identificado evidencia de la creación de nuevo empleo para este segmento. El truco, dice, es que “la inversión en capital humano debe estar en el centro de cualquier estrategia a largo plazo para la producción de habilidades que se complementan con, en lugar de ser sustituidas por, el cambio tecnológico”.
El proteccionismo es parte de la demagogia populista y sólo empobrecerá a la clase media. Muchos estadounidenses pueden ver la verdad tras las falsas promesas de Trump, lo cual es una de las razones por las que la carrera está tan ajustada a pesar de los altos índices negativos de Hillary.
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