Alberto
Mansueti
Son ciertos defectos, a los que tendemos en
América Latina, en general, todos (primera persona del plural). Y son lo
contrario a ciertos buenos hábitos requeridos en el capitalismo, los cuales por
su parte la Biblia, y la buena tradición cristiana, encomian como virtudes muy
recomendables.
¿Cuáles? Diez malos hábitos culturales (MHC):
(1) Procrastinación. La tendencia a dejar todo
para “mañana”, lo que quizá es decir para nunca. O para último momento, si hay
fechas límites, lo cual se liga con la tendencia a improvisar. Es una muestra
de pereza, uno de los pecados capitales, opuesto a diligencia, una de las
virtudes cardinales. Y la virtud primera del capitalismo es el trabajo
diligente, productivo y responsable.
(2) “Parlomanía”: mucho hablar y poco hacer. De
todo nos quejamos; y poco hacemos por resolver. Nos gusta “dar ideas”, ya que
nos creemos muy “creativos”; pero que otro las haga. Hay una brecha enorme entre
decir y realizar, prometer y cumplir. Y el capitalismo requiere que los
acuerdos sean cumplidos.
(3) “Sabelotodismo”: con frecuencia opinamos sin
saber, sin consultar información en fuentes confiables. Y nos disgusta admitir
yerros. Este defecto, como otros que siguen, es resultado de la autoestima
demasiado elevada que nos caracteriza: tenemos muy alta opinión de nosotros
mismos, por eso tendemos a opinar de cualquier asunto; muy a favor o muy en
contra, con pasión, sin ver los matices, porque este hábito combina con un
moralismo apasionado, un tanto maniqueo.
(4) Mínimo esfuerzo. Queremos “almuerzo gratis”, sin
esfuerzo, por eso nos seducen las falsas y demagógicas promesas del socialismo.
Por el alto concepto de nosotros mismos, nos creemos con infinidad de
“derechos”, y queremos todo lo que “nos merecemos”.
(5) Inmediatismo. Y lo queremos, ¡ya mismo, de
inmediato! El motor del capitalismo (y otra de sus virtudes) no es el crédito,
como dicen los “economicidas” de la escuela de los “keynesiasnos”, sino el
ahorro, que es lo contrario: posponer una gratificación momentánea, con vistas a
una ganancia más grande, aunque posterior. Se requiere así un enfoque a futuro,
poco habitual entre nosotros, muy enfocados casi siempre al presente, o al
pasado.
(6) Individualismo mal entendido. ¿Cuál es el bien
entendido? El que se opone al colectivismo, y al instinto gregario de manada.
¿Y el mal entendido? El que se opone al trabajo en equipo, según previos acuerdos
concertados, otra virtud capitalista. Nos gusta el papel de “Llanero
Solitario”. Nos negamos a esfuerzos sostenidos, y muy en especial a planearlos
y a coordinarlos con los de otros, para el logro de metas comunes a mediano o
largo plazo, elemento indispensable en toda empresa capitalista. (¿Ya notaste
que los defectos de la lista van muy ligados unos con otros?)
(7) Baja disposición a asumir responsabilidad. Todas
estas tendencias, nos suelen llevar al fracaso. Y tendemos a buscar excusas, y
culpables, en otras personas, otras circunstancias, otros eventos, a veces del
pasado remoto, pero fuera de nuestro control; así tranquilizamos nuestra
conciencia.
(8) Tendencia al disimulo, y a cultivar las
apariencias. En especial el fracaso ha de disfrazarse, taparse, negarse: “somos
el mejor país del mundo”, dice la autoestima colectiva. La gran brecha aquí no
es entre ser y decir, sino entre ser y parecer. Admitir los propios fallos sirve
para sacar lecciones, pero nosotros tendemos a seguir el viejo dicho: “Si no
has podido almorzar, sal a la calle con un palillo en la boca, para que nadie
se entere.”
(9) Somos halagadores. A veces amoldamos nuestras
opiniones a las de los demás, por temor a que la discrepancia suene ofensiva. Nos
gusta ser halagados, y halagar a otros. Y para caer simpáticos somos complacientes:
decimos que sí. Por “no decir que no”, tomamos compromisos que luego no
cumplimos, y quedamos mal, lo que no queríamos, en vez de quedar bien, lo que
queríamos. Compare con Mateo 5:37 “Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no;
porque lo que es más de esto, de mal procede.”
(10) Por fin tal vez lo más grave: tendencia al
pensamiento mágico, lo opuesto al pensamiento racional. Somos crédulos y
supersticiosos. Amamos los horóscopos, y los socialismos y caudillismos, porque
nos creemos cualquier cosa que nos digan para halagarnos, sobre todo si nos
augura un futuro de felicidad sin esfuerzo: “almuerzos gratis” todos los días.
No cuidamos el mañana, y por eso caemos en deudas que no podemos pagar; nos
metemos en problemas, y evadimos responsabilidades.
En “La ética protestante y el espíritu del
capitalismo” (1905), Max Weber tiene razón en lo básico, más allá de los
detalles. Pero el protestantismo recién ahora está llegando a nuestra América;
lo que hay aquí es “religiosidad popular” de trasfondo católico romano, un
cristianismo tan subdesarrollado como su similar más reciente, otra “religiosidad popular” de trasfondo neo pentecostal.
Con esto termino, y pido disculpas por si acaso.
Son “tendencias”, no digo que todos fatalmente caemos en ellas, ¿me explico? Sin
ofender, lo que quiero es mostrar “inclinaciones”, que son algunos de los obstáculos
que se interponen en la ruta al capitalismo liberal, en este barrio del planeta.
¡Hasta la próxima!
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