Tuesday, June 28, 2016

Un día más en la Europa regulada


Euro flag
Ha sido una noche pacífica en Europa, donde todas las mujeres son fuertes, los hombres son apuestos y los niños están por encima de la media. Martín despertó en su cama regulada por la UE y miró a través de su ventana regulada por la UE. Esta noche Martín ha dormido como un bebé gracias a las 109 regulaciones de la UE con respecto a las almohadas, las 5 regulaciones de la UE con respecto a las fundas de almohada y las 50 leyes de la UE regulando edredones y sábanas. Martín fue a lavarse los dientes con su cepillo regulado por 31 leyes de la UE.
Después de eso, nuestro hombre fue a su cocina regulada por la UE para tomar en una manzana de clase 1 regulada por la UE. En beneficio de la sociedad, la UE ha definido lo que es realmente una fruta de “clase 1”: para clasificar una manzana de “variedad roja” como “clase 1”, el 50% de su superficie debe ser roja.



Para clasificar una “variedad de color rojo mixto” de manzana como una manzana de “clase 1”, el 33% de su superficie debe ser roja y así sucesivamente para las tres clases de calidades y 287 variedades de manzana nombradas individualmente. Martín comía frutas y verduras porque el gobierno le decía que era lo correcto. Puso la televisión y escuchó con atención el anuncio del gobierno de “coma frutas y verduras”. La manzana de Martín no era demasiado sabrosa, pero al menos estaba controlada por una autoridad central europea. “¿No es estupendo”, pensó Martín, “que la UE se preocupe de nuestra comida? ¡Ahora sólo podemos comer productos buenos y sanos!” Martín paga un 40% más por su comida, debido a las políticas agrícolas altamente proteccionistas de la UE, pero ese es el precio que hay que pagar por la civilización.
Martín no podía entender las críticas espurias hacia el superestado regulador europeo. Las regulaciones son necesarias, son las reglas del juego, sin ellas ¿cómo podría la gente siquiera cooperar unida? ¿Construir carreteras? ¿Escuelas? ¡Producción de plátanos! Sin la UE, ¿quién protegería a los consumidores frente a los capitalistas con ánimo de lucro vendiendo kiwis pequeños? ¿Quién rescataría a los países quebrados y sus gobiernos corruptos? Por supuesto, algunos podrían argumentar que las personas cooperarían e intercambiarían libremente entre sí, pero esto a Martín le parecía una completa utopía. Esa visión de la sociedad defendida por los fundamentalistas de libre mercado estaba evidentemente condenada a fracasar.
Martin, como orgulloso europeo, confiaba en la capacidad de los ilustrados burócratas de la UE para traer paz y prosperidad a Europa gracias a regulaciones detalladas con respecto a todos los aspectos de la vida humana. Como Martín entendía la importancia de limitar mediante regulaciones las relaciones libremente contraídas entre los individuos, dejó de comer pepinos en 2009, cuando la UE dejó de imponer restricciones sobre cuánto podían doblarse los pepinos si se quería vender la fruta como “clase 1” o “extra”. La consiguiente anarquía en la producción de pepinos fue insoportable y acabó aniquilando todo el mercado del pepino. Martín había trabajado mucho tiempo en Bruselas para la Unión Europea como director de la “subcomisión de puertas, ventanas y otras cosas a regular”. Sabía cómo funcionaba toda esta burocracia, sabía que deshacerse de la burocracia sería destructivo social y humanamente. ¿Qué harían los burócratas de la UE si perdieran su empleo? ¡Nunca han trabajado en el sector privado! ¡No saben cómo funciona! Su ventaja comparativa es dirigir, regular, dictar, modelar y, por favor, ¡la gente debería respetar eso!
Martín quiso limpiar su apartamento con la nueva aspiradora ecológicamente compatible de baja potencia regulada por la UE. Pero esta belleza regulada no pudo aspirar nada porque su potencia estaba limitada por el centro de la vitalidad europea: Bruselas. Podía haber sido lo mejor, porque ese mes Martín estaba escaso de dinero y la electricidad en Europa era muy cara, para satisfacer las necesidades del planeta. De hecho, las energías verdes estaban creciendo fuerte en Europa. La Unión Europea se aseguraba de que esas energías verdes tuvieran prioridad en la red eléctrica. Pero esto suponía que había centrales flexibles de energía eléctrica complementarias de la energía solar y eólica. Así que, para satisfacer las necesidades del planeta, se estaban cerrando con las centrales nucleares en toda Europa y se estaban reemplazando por las muy ecológicas centrales eléctricas de carbón. Martín siempre consideró extraño que la gente no entendiera el valor estético de una gigantesca turbina eólica en el campo francés. Evidentemente, los burócratas de Bruselas tenían mejor gusto.
A pesar de su reloj regulado por la UE, Martín llegó tarde a comer con su hermano Daniel. Daniel era un joven idealista tratando de crear (para bien o para mal) una nueva empresa que vendería servicios logísticos a pequeñas empresas. Martín siempre pensó que ser humano era limitado intelectualmente. Se sentaron ambos y ordenaron una salade niçoise. Daniel pidió más aceite de oliva, pero debido a la última interferencia gastronómica que procedía directamente de Bruselas, jarras y platos de aceite oliva estaban prohibidos en los restaurantes. Daniel sabía que su hermano quería hablar de su tema favorito: la Unión Europea. No podía resistirse a picar a su hermano.
“Leí un artículo en Internet quejándose del derroche en las instituciones de la UE”, dijo Daniel, escondiendo una sonrisa.
“No te preocupes, tu dinero se está gasta bien en la UE”, replicó Martín, molesto.
“¿Cómo lo sabes?”
“Bueno, creamos una comisión para investigar posibles derroches del dinero de los contribuyentes”.
“¿Y cuáles fueron sus conclusiones?”
“Tenemos que aumentar el presupuesto en un 25%”.
“¡Un 25%! ¿Cómo es posible? ¿A dónde va todo este dinero?”
“Como te he dicho, se gasta bien. Además, no es muy importante, después de todo, solo hay 30.000 funcionarios europeos”.
“Es muy fácil decirlo cuando la UE escribe las leyes y deja a los estados miembros pagar los gastos”.
“¡Una tradición burocrática que ha sobrevivido a siglos, realmente!”
“Sigo pensando que la UE no necesita todo ese dinero”.
“El gasto público no tiene que ver con lo que necesites”.
“¿Con qué tiene que ver entonces?”
“Daniel, si estás en el sector público y empiezas a devolver dinero, te darán menos la próxima vez y no podrás financiar todas las cosas grandes y necesarias que estamos financiando hoy”.
“¿Qué cosas grandes y necesarias?”
“¿Cómo puedes siquiera hacer esa pregunta?”, dijo Martín, enfurecido.
“¿Y más exactamente?”
“¡Erasmus, por ejemplo! Dar a los estudiantes la oportunidad de estudiar en el extranjero”.
“¡Ah, sí! Un amigo mío hizo eso. No sé si está financiando estudios, pero seguro que está financiando beber y divertirse”.
“¡Eres un cínico! También está el FEDER para financiar a las regiones subdesarrolladas de Europa”.
“¿Quieres decir para subvencionar a gobiernos corruptos regionales y nacionales, como en Grecia?”
“¡Pero no podemos no hacer nada!”
“Ya sé que no”.
“¡La UE también está gastando para salvar nuestra agricultura!”
“Como me dijo alguien una vez: ‘Primero, regúlalo. Segundo, grávalo. Tercero, subvenciónalo’. Por no mencionar los altos precios pagados por los consumidores”.
“Con que la UE solo pudiera gravar…”
“¿Qué otras cosas útiles está proporcionando entonces la UE?”
“Algún gasto en infraestructura, cultura, etc.”.
“¿Pero por qué es la UE la mejor entidad política para ocuparse de estas cosas? ¿No es una contradicción con el principio de subsidiariedad?”
“¡La UE no tiene contradicciones!”
“Todavía no ha respondido a mi primera pregunta”.
“La UE debe financiar esas cosas porque obligan a la gente a vivir junta”.
“Quieres decir que obliga a la gente a pagar por cosas que no le benefician. No obligáis a la gente a vivir junta, viuda junta porque le resulta de interés común”.
“Pero Daniel, ¡no gastar en todas esas cosas afectaría a la misma base de nuestra civilización!”
“Pero los recursos deberían economizarse tanto como fuera posible, ¿no?”
“¡No entiendes cómo funciona el sector público! En el sector privado, mides tu rendimiento por el tamaño de tus beneficios, en el sector público, mides tu rendimiento por el tamaño de tu presupuesto. Es parte de la división del trabajo: el sector privado economiza recursos y el sector público los gasta”.
“No estoy seguro de lo que dices, Martín. ¿Qué pasa con el Brexit? ¿Crees que los británicos deberían abandonar la UE?”
Martín era un demócrata, pero no tanto como un defensor de la UE. En su opinión, la democracia es buena mientras sea compatible con la idea de la UE. Martín no era un ingenuo y sabía que, en su mayor parte, la gente es increíblemente estúpida y debe estar dirigida en sus decisiones. Estaba completamente de acuerdo con Jean-Claude Juncker, el presidente de la comisión europea, en que “cuando las cosas se ponen feas, hay que mentir” y en que “Tomamos una decisión y la presentamos al público, y luego esperamos durante un tiempo a ver lo que pasa. Si no hay quejas ni protestas notables, porque la mayoría la gente tampoco ha entendido lo que hemos decidido, seguimos en marcha, paso a paso, hasta que llegamos al punto de no retorno”.
Como Junker, Martín estaba “a favor del secreto” y de los “debates en la sombra”, porque no era posible que gente como su hermano entendiera lo que estaba en juego. Junker dijo una vez: “No puede haber alternativa democrática contra los tratados europeos”.
“¡Por supuesto que no!”, continuó Martín con pasión. ¡Como dejó claro recientemente George Osborne, dejar la UE significaría que el gobierno de Reino Unido tendría que reducir su déficit en 30.000 millones de libras!
“¿Eso no es bueno?”
“¡Por supuesto que no! ¡Si ocurriera eso no podríamos gastar tanto!”
“¿Quieres decir que los políticos nacionales no pueden ser tan irresponsables como lo son ahora sin la UE?”
“¡Gracias a Dios, la UE limita la competencia fiscal y regulatoria injusta y desleal!”
“¿Quieres decir que la UE es un instrumento de cartelización fiscal e impide que los contribuyentes escapen de entornos fiscales y regulatorias hostiles?”
“¡No eres un buen pensador, Daniel! Deja esas cuestiones a los expertos. Tu escepticismo está injustificado. ¡Sin la UE no habría libre movimiento de capital, trabajo, ni personas!”
“Pero cuanto mayor es una entidad política, menores son sus costes para ser proteccionista. Suiza no se puede permitirse ser proteccionista, pues los suizos están obligados a cooperar con los extranjeros sí quieren ser ricos. Pero con la UE nos podemos permitir ser proteccionistas. La prueba es la existencia de un arancel externo común”.
“¡Esto no es proteccionismo, es luchar en la guerra comercial contra China y EEUU! Necesitamos una Europa fuerte en un contexto globalizado”, dijo Martín. “Por ejemplo, mira el terrorismo. Necesitamos coordinación. Como dijo Guy Verhofstadt, necesitamos un FBI europeo”.
Daniel era escéptico. No le gustaba la idea de un estado vigilante violando la privacidad de sus ciudadanos. Sabía que después del 11-S la organización que fue más responsable que cualquier otra de planes terroristas a lo largo de la pasada década fue el FBI.
Finalmente, Daniel tuvo que irse. Era tarde y tenía trabajo que hacer. Después de un día agotador, cansado de todo este sinsentido contra la UE, Martín subió los 6 pisos hasta su apartamento por las escaleras. Le hubiera gustado usar el ascensor, pero tenía que reemplazarse para ajustarse a las nuevas regulaciones de la UE que, según el lobby de los ascensores, eran muy recomendables para mejorar la seguridad y los beneficios. Después de haber escuchado un discurso muy entusiasta de Guy Verhofstadt sobre el nuevo programa de rescate bancario, Martín estaba demasiado entusiasmado como para poder dormir. Así que Martín se tomó una pastilla para dormir regulada por la UE y se acostó en su cama regulada por la UE. Había sido un buen día para Martín en Europa, donde todos los hombres están exasperados, las mujeres, en su mayor parte, están desempleadas y los niños no siempre están tan felices. Pero Martín tenía la solución: dar más dinero a la UE y algún otro resolverá por ti tus problemas.

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