por Daniel T. Griswold
La política comercial estadounidense casi siempre es debatida en términos de la utilidad económica: ¿El libre comercio aumenta o disminuye los ingresos? ¿Ayuda o daña a la industria estadounidense? ¿Crea o destruye empleo? Pero detrás de las estadísticas y anécdotas yacen supuestos morales acerca de la naturaleza humana, la soberanía del individuo y el papel del gobierno en una sociedad libre. Puede ser que el libre comercio estimule la eficiencia y logre resultados, pero ¿es moralmente superior al proteccionismo?
En el mes de abril de 2001, durante la Cumbre de las Américas en Québec, los manifestantes anticapitalistas respondieron con un rotundo no, condenando al libre comercio como una herramienta de los ricos que explota a los pobres y socava la democracia.
Algunos conservadores religiosos presentan al libre comercio como una herramienta del diablo. El candidato del Partido Reformista de los Estados Unidos, Pat Buchanan, en su libro de 1998 La Gran Traición llamó a la doctrina del libre comercio "una fe secular... nacida de la rebelión contra la iglesia y la corona". Gary Bauer, ex dirigente del Consejo de Investigación Familiar y aspirante fallido a la Casa Blanca, compara al comercio estadounidense con China con la política de apaciguamiento utilizada con la Unión Soviética.
En mayo, en un discurso frente al Consejo de las Américas, el presidente Bush se incorporó al debate moral, diciendo a su audiencia: "La apertura del comercio no es simplemente una oportunidad económica, es un imperativo moral. El comercio crea empleo para los desocupados. Cuando negociamos por la apertura de mercados, estamos proveyendo nuevas esperanzas a los pobres del mundo. Cuando promovemos la apertura comercial, estamos promoviendo la libertad política. Las sociedades que se abren al comercio a través de sus fronteras se abrirán a la democracia dentro de ellas, no siempre inmediatamente y no siempre prolijamente, pero a su debido tiempo".
Los simpatizantes del libre comercio no deben sustraerse de elaborar argumentos morales en apoyo a su causa; esos alegatos tienen raíces profundas en nuestra cultura. El poeta griego Homero, en su Odisea, alabó con poesías la influencia del comercio:
Ya que los Cíclopes no tienen naves con
proas púrpura,
ni artesanos que les construyan
buenos y ataviados navíos
que puedan llevarlos a puertos de visita extranjeros
como la mayoría de los hombres que se arriesga en los mares
para comerciar con otros
tales artesanos hubieran hecho de esta isla
también un lugar decente en el cual vivir...
proas púrpura,
ni artesanos que les construyan
buenos y ataviados navíos
que puedan llevarlos a puertos de visita extranjeros
como la mayoría de los hombres que se arriesga en los mares
para comerciar con otros
tales artesanos hubieran hecho de esta isla
también un lugar decente en el cual vivir...
La Biblia Judeocristiana advierte sobre el orgullo que puede acarrear las riquezas, pero no condena el comercio internacional de por sí. En Primeros Reyes, informa como un hecho que el comercio era parte del esplendor del Rey Salomón: "El rey tenia una flota de navíos comerciales junto con los buques de Hirma. Retornaban cada tres años, transportando oro, plata y marfil y monos y babuinos." En el Nuevo Testamento, en el segundo capítulo de Mateo, leemos acerca de los famosos reyes magos del Este, quienes viajaron desde Arabia o quizás desde tierras tan distantes como Persia para traer oro, incienso y mirra al niño Jesús (Por suerte no tuvieron que lidiar con las aduanas o el boicot árabe a Israel).
El profeta del antiguo testamento Ezequiel previene a los ciudadanos de Tiro, la bulliciosa ciudad portuaria mediterránea, "Por su gran habilidad en el comercio han incrementado sus riquezas, y debido a sus riquezas sus corazones se han vuelto orgullosos." Pero aun cuando la Biblia se refiere con severidad a "los mercaderes de la tierra" no es el comercio internacional en sí el que es condenado sino la ambición y carácter de los comerciantes. El pecado no es comerciar, sino las balanzas deshonestas, la codicia, el abandonarse a los lujos y la tentación al orgullo que puede venir de la riqueza. En este respecto, el comercio no es más pecaminoso que los descubrimientos tecnológicos o el trabajo duro.
Una cantidad de teólogos y filósofos en los primeros siglos después de Cristo, consideraban al comercio entre naciones un regalo de Dios. En su libro publicado en 1996, Contra la Corriente: Una Historia Intelectual del Libre Comercio, el profesor Douglas Irwin del Dartmouth College describe esta visión del comercio que ha sido llamada la Doctrina de la Economía Universal. щsta, sostenía que Dios había distribuido los bienes y recursos disparejamente a lo largo del mundo para fomentar el comercio entre distintas naciones y regiones.
En el siglo IV después de Cristo, el escritor pagano Libanius expandió la doctrina declarando:
"Dios no otorgó todos los productos a todas las partes de la tierra, sino que distribuyó sus regalos en diferentes regiones, con el fin de que los hombres cultiven una relación social, porque uno tendría la necesidad de la ayuda del otro. Y así, invocó la existencia del comercio; que todos los hombres tuvieran la posibilidad del disfrute en común de los frutos de la tierra, sin importar donde producidos."
El pensamiento moral occidental ofrece cimientos sólidos para la búsqueda de la apertura económica. Nutriéndose en esa tradición, aquí hay siete argumentos morales para abogar por el libre comercio entre las naciones.
Uno: El Libre Comercio Respeta la Dignidad y Soberanía del Individuo.
Un hombre que lleva a cabo un trabajo honesto tiene un derecho básico a disfrutar de los frutos de su labor. Es una violación de mi derecho a la propiedad que el gobierno me prohíba intercambiar lo que produzco por algo producido por otro ser humano, ya sea que la persona con la cual comercio esté en el pueblo vecino o en otro continente.
El proteccionismo es una forma de robo, una violación del Octavo Mandamiento y otras prohibiciones contra el robo. Le quita a un grupo de personas, usualmente un amplio numero de consumidores, y le da el botín a un pequeño grupo de productores que aducen que estarían peor bajo un régimen de competencia.
El libre comercio cumple con el test más elemental de justicia, darle a una persona control soberano sobre aquello que es suyo. En su ensayo de 1849, "Proteccionismo y Comunismo", Frederic Bastiat escribió:
Todo ciudadano que haya producido o adquirido un producto debe tener la opción de aplicarlo a su uso personal o transferirlo a quienquiera sobre la faz de la tierra que acuerde darle a cambio el objeto de sus deseos. Privarlo de esta opción cuando no ha cometido acto alguno contrario al orden publico o la moral, y tan solo para satisfacer la conveniencia de otro ciudadano, es legitimar un acto de saqueo y violar la ley de la justicia
Dos: El Libre Comercio Limita el Poder del Estado El libre comercio es moralmente superior al proteccionismo porque deposita su confianza en lo que Adam Smith llamó "el sistema natural de la libertad", en lugar de un sistema centralizado de política industrial. Al hacer esto le permite a los ciudadanos satisfacer su potencial creativo y productivo.
No hay una razón moral convincente por la cual un pequeño grupo de políticos debería decidir, sobre la mera base de donde son producidas las cosas, qué bienes y servicios un individuo puede comprar con sus ingresos. Al diseminar la toma de decisiones económicas tanto como sea posible, el libre comercio reduce el poder de las personas (siempre falibles y sujetas a la tentación y abuso del poder) en las altas esferas para inflingirle daño a la sociedad.
Tal como los economistas han venido señalando desde hace dos siglos, las ganancias que el proteccionismo dispensa a un selecto grupo de productores y a las arcas del gobierno, en prácticamente todos los casos, son superadas por las perdidas impuestas a la masa de los consumidores. Esta perdida debilita la capacidad productiva del país como un todo comparado con lo que sería si sus ciudadanos tuvieran permitido comerciar libremente.
Los productores que buscan protección no solo le están robando a sus conciudadanos ingresos y libertad de elección; están debilitando la fortaleza económica de su propia sociedad. Los proteccionistas tienden a disfrazar sus intenciones con palabras de patriotismo y compasión pero sus metas son egocéntricas y mezquinas.
Para ser exitoso en un mercado libre y abierto, los productores debe servir a sus prójimos mediante la provisión de los bienes y servicios que quieren y necesitan. Aquellos que provean no a unos pocos elegidos, sino al segmento amplio de los consumidores serán los más exitosos económicamente.
En 1991, en la encíclica Centesimus Annus, el Papa Juan Pablo II observó que un sistema de mercado alienta las importantes virtudes de "la diligencia, laboriosidad, prudencia en la toma de riesgos razonables, responsabilidad y lealtad en las relaciones interpersonales, como así también el coraje en la ejecución de decisiones que son difíciles pero necesarias". Además de tales virtudes de carácter, el comercio estimula el buen trato hacia los otros.
En el largo plazo, el comercio recompensa a aquellos participantes que actúan de una manera digna de confianza. Un proveedor que no cumple con las fechas de entrega o un comprador cuyo crédito no es bueno enseguida perderá negocios a manos de competidores con mejor reputación. Dicho de otro modo, no hay un conflicto inherente entre los buenos negocios y la virtud moral, y en un mercado libre y abierto, bajo el imperio de la ley, ambos se complementan.
El comercio abre puertas para relaciones que trascienden el intercambio económico. Cuando las naciones comercian, no solo los bienes materiales cruzan las fronteras, la gente y las ideas inevitablemente cruzan por las mismas puertas. Los teléfonos celulares, las maquinas de fax y la Internet se están difundiendo rápidamente como herramientas de los negocios internacionales, pero son también herramientas de amistad y evangelización.
En un Foro de Política del Cato Institute en 1999, Ned Graham, hijo de Billy Graham y presidente de East Gates International, habló acerca del impacto de la expansión del comercio en el trabajo de su organización misionera en China:
"Hace diez años, prácticamente no había tecnología de intercambio de información disponible para el ciudadano chino promedio. Si queríamos contactar un amigo en China normalmente teníamos que recurrir al correo a menos que tuviese un teléfono privado, lo cual era extremadamente raro en las provincias del interior.... Hoy, a pesar de las dificultades, mucho de esto ha cambiado. Nos comunicamos de manera rutinaria con miles de amigos en toda China vía fax, email o teléfono celular. La proliferación de tecnología de la información nos permitió ser mucho más efectivos en la organización y desarrollo de nuestro trabajo en la Republica Popular China".
Hoy en día más de 100 grupos misioneros occidentales están trabajando o tratando de trabajar abiertamente en China para difundir la fe. Desde 1992 la organización de Ned Graham en China, distribuyó legalmente 2,5 millones de Biblias a creyentes no registrados.
Este ministerio hubiera sido imposible sin la apertura económica que China comenzó hace 20 años y la política estadounidense, aun vigente, de involucrarse en esa apertura. Hoy en día mas de 20 millones de chinos están conectados a la Internet, y ese numero ha estado creciendo de forma exponencial. El número de líneas telefónicas y teléfonos celulares se ha más que duplicado en la ultima década. Las obras de Friedrich Hayek, probablemente el defensor más influyente de la sociedad libre en el siglo pasado, están siendo distribuidas legalmente en la China continental. El libre comercio trajo nuevas ideas y vínculos a China y otras economías que previamente estaban cerradas.
Este es probablemente el más debatible de los siete argumentos, y va directo al núcleo del debate corriente acerca del comercio con China y el uso de sanciones en el nombre de los derechos humanos y la democracia. Al aumentar el nivel general de vida, el libre comercio ayuda a la gente a alcanzar niveles superiores de educación y a lograr acceso a fuentes alternativas de información. Ayuda a crear una clase media con mayor independencia de criterio que puede formar la columna vertebral de formas de gobierno más representativas. La riqueza creada como resultado de un mayor grado de comercio puede ayudar a nutrir y dar sustento a instituciones civiles que pueden ofrecer ideas e influencia fuera del gobierno. El afloramiento de las libertades civiles y un gobierno más representativo en países como Taiwán, Corea del Sur y México se puede atribuir en buena parte al desarrollo económico incentivado por el libre comercio y las reformas de mercado.
Como regla general, las naciones más abiertas económicamente tienden a gozar de otras libertades también. En los últimos 25 años, a medida que el mundo se alejaba de los controles centralizados de la economía hacia un mercado global más abierto, las libertades políticas y civiles también se extendieron. En 1975 la organización sin fines de lucro Freedom House clasificó a tan solo 42 países como políticamente libres, entendiendo por tales a aquellos donde los ciudadanos disfrutan libertades civiles y políticas plenas. Hoy en día el numero ha crecido a 85. El porcentaje de gente en el mundo que disfruta de libertades civiles y políticas plenas también se ha más que duplicado durante este lapso, del 18 al 40 por ciento.
En su libro "Los Negocios Como un Llamamiento", Michael Novak explica la interrelación con lo que llama "la teoría de la cuña":
"Las prácticas capitalistas traen consigo contacto con las ideas y costumbres de las sociedades libres, generan el crecimiento económico que da la confianza política a una creciente clase media, y pone a la vista a los lideres de negocios que representan una alternativa política a los dirigentes militares o del partido. En resumen, las firmas capitalistas son una cuña en la roca del régimen autoritario".
Los conservadores religiosos que quieren terminar con las relaciones comerciales normales con China socavarían el progreso logrado en los derechos humanos al eliminar una de las influencias mas positivas en la sociedad china. Está claro que el gobierno chino hoy en día sigue siendo una dictadura opresora, un régimen que envía a la cárcel a sus oponentes políticos e interfiere en las vidas privadas de sus ciudadanos. Pero a pesar de todos sus defectos imperdonables, el gobierno chino de hoy no es ni por asomo tan malo como el existente bajo el dominio totalitario de Mao Tse-tung, cuando millones fueron asesinados y el orden social en su totalidad fue convulsionado por el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural. El pueblo de China no goza del espectro de libertades políticas y civiles que tenemos en Occidente, pero son más libres y están materialmente mejor que hace tres décadas. Esto es gracias a la liberalización económica y comercial.
En un discurso de 1845 en la Cámara de los Comunes británica, Richard Cobden llamó al libre comercio "ese adelanto que es premeditado a fin de entretejer más ajustadamente a las naciones en los lazos de la paz mediante el intercambio comercial". El libre comercio no garantiza la paz, pero la fortalece al incrementar el costo de la guerra para los gobiernos y ciudadanos. A medida que las naciones se tornan mas integradas mediante la expansión de mercados, tienen más que perder si el comercio fuese desestabilizado.
En años recientes, las tendencias hermanas de la globalización y la democratización han producido su propio "dividendo de paz"; desde 1987 el gasto real en armamentos en todo el mundo ha caído en mas de un 30 por ciento. Desde el fin de la guerra fría, la amenaza de guerras internacionales de gran escala ha retrocedido. De hecho, en la actualidad, prácticamente todos los conflictos armados del mundo no son entre naciones sino en ellas.
Durante los años 30 las naciones industrializadas emprendieron guerras comerciales entre ellas. Aumentaron los aranceles de importación e impusieron cupos a fin de proteger la industria local. Sin embargo, el resultado fue que las otras naciones aumentaron sus barreras aun más, asfixiando el comercio global y profundizando y prolongando la depresión económica global. Aquellos aciagos momentos económicos contribuyeron al conflicto que devino en la Segunda Guerra Mundial. La política de posguerra estadounidense, de aliento al libre comercio mediante acuerdos multilaterales, buscaba promover tanto la paz como la prosperidad.
El libre comercio y el mercado libre le dan a la gente pobre mayores oportunidades de crear riqueza y mantener a sus familias. Al dispersar el poder económico en un rango más amplio, el libre comercio y el mercado libre menoscaban la capacidad de las elites en los países subdesarrollados de depredar los recursos del país a expensas de sus pobres. Evidencia al respecto se puede encontrar en los patrones de inmigración de los pobres a lo largo del mundo. Millones de pobres buscan dejar economías cerradas y controladas centralmente y van a aquellas que son más abiertas y menos controladas. Los pobres mismos entienden que una economía libre sirve mejor a sus intereses, aun cuando muchos de sus auto nombrados defensores intelectuales en Occidente no.
Las naciones abiertas al comercio tienden a ser más prosperas, así como las ciudades a lo largo de los litorales tienden a ser más ricas que aquellas localizadas en sitios más remotos y tierra adentro. El más reciente estudio de Libertad Económica del Mundo, de James Gwartney y Robert Lawson, encontró que las naciones que eran más abiertas económicamente desde 1980 hasta 1998 crecieron casi cinco veces más rápido que aquellas que eran más cerradas. También concluyeron que el crecimiento económico relacionado al comercio eleva el nivel de vida del conjunto de los pobres. Para citar el ejemplo más impresionante de esto, el Banco Mundial estima que el número de ciudadanos chinos que viven en la pobreza absoluta (es decir, menos de US$1 por día) ha caído desde 1978 en 200 millones. La abolición del status de comercio normal, entre todas sus otras consecuencias negativas, detendría uno de los programas de reducción de la pobreza más exitosos en la historia del mundo. En contraposición, el África Subsahariana y el sur de Asia, las regiones del mundo donde la pobreza ha sido más resistente, fueron las menos abiertas al comercio y la inversión extranjera.
Por todas estas razones, las sanciones comerciales caen con mayor fuerza sobre los pobres de las naciones que son objeto de las mismas. Los gobernantes de estos países tienen el poder de proteger sus cómodos estilos de vida, mientras que los pobres deben sufrir las consecuencias de las políticas estadounidenses que fueron puestas en vigencia con el fin de ayudar a las personas que termina dañando. Pueden tener la certeza que los lideres comunistas de Cuba y la junta gobernante de Birmania continuarán disfrutando sus sabrosas cenas y autos con chofer mientras que los millones de pobres que oprimen viven vidas aun más miserables debido a las sanciones comerciales estadounidenses.
Cuando todos los argumentos son puestos en la balanza, debería resultar claro que una política de libre comercio es moral y también eficiente. El libre comercio limita el poder del estado e incrementa la libertad, autonomía y responsabilidad individual de la persona. Promueve comportamientos personales virtuosos y responsables. Acerca a la gente en "comunidades de trabajo" que cruzan fronteras y culturas. Abre las puertas a las ideas y al evangelismo. Socava la autoridad de los dictadores al expandir la libertad, oportunidad e independencia de la gente que tratan de controlar. Promueve la paz entre las naciones, ayuda a los pobres a vestirse y cuidarse a sí mismos y crea un mejor futuro para sus hijos. ¿Por cual de estas virtudes deberíamos rechazarlo?
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