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Monday, June 20, 2016

Santos juega peligrosamente con las FARC y el régimen de Maduro

¿Cómo ha influido Santos sobre el Presidente de Argentina, Mauricio Macri, cuyo papel es fundamental en el ajedrez político latinoamericano?

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¿Qué papel jugó Santos en la pasajera posición de Macri en contra de Almagro en la OEA? (Diario Chaco)
¿De dónde surgió la declaración conjunta de Mauricio Macri, Presidente de Argentina, y su homólogo colombiano Juan Manuel Santos a favor del referendo revocatorio contra Nicolás Maduro en Venezuela?
Durante su campaña a la presidencia de Argentina en el 2015, Mauricio Macri pronunció duras palabras contra el Socialismo del Siglo XXI, declarando en octubre que, bajo los Kirchner, su país “caminó bordes peligrosos, chavistas, digamos…”
Macri también criticó directamente al régimen venezolano de Nicolás Maduro. Tras las elecciones del 6 de diciembre en Venezuela, el entonces presidente electo Macri dijo que tenía “la esperanza de que pronto sean liberados los presos políticos y eso abra un camino prometedor para la democracia en Venezuela”.
Como presidente electo, Macri también declaró que impulsaría la suspensión de Venezuela de Mercosur al aplicar la Cláusula Democrática de ese organismo en contra del régimen de Maduro. El 22 de diciembre, en la cumbre de jefes de Estado de Mercosur en Paraguay, Macri dijo que “no puede haber lugar para la persecución política por razones ideológicas y la privación ilegítima de la libertad por pensar distinto”.



Para la oposición venezolana, de hecho, el triunfo definitivo de Macri el 22 de noviembre fue extremadamente alentador tan solo dos semanas antes de las elecciones parlamentarias en el país. Se podría argumentar, de hecho, que la derrota del kirchnerismo en Argentina les dio a las fuerzas opositoras el último impulso necesario para restarle el control de la Asamblea Nacional al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) por primera vez desde 1999, cuando Hugo Chávez subió al poder.
Al inicio del 2016, era evidente que, durante el año siguiente, Nicolás Maduro tendría que luchar por su sobrevivencia política. Mientras las encuestas mostraban – y muestran – un altísimo nivel de rechazo de los ciudadanos hacia Maduro, la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD) movilizó a su nueva mayoría parlamentaria para lanzar un referendo revocatorio en contra del mandamás venezolano.
Cuando el régimen de Maduro intentó obstaculizar el proceso constitucional del referendo – inclusive patrocinando una brutal violencia paramilitar contra la ciudadanía y los políticos opositores – el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), el uruguayo Luis Almagro, empezó a tomar las medidas iniciales para invocar la Carta Democrática contra Venezuela, con lo cual el país sería suspendido de la OEA.
La postura contundente de Almagro en contra de Maduro – o más bien a favor de la democracia venezolana – fue sorprendente por dos razones. En primer lugar, el Secretario General no es un representante de “la derecha imperialista” que Hugo Chávez denunciaba en sus paranoicos discursos. Almagro, de hecho, fue el Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de izquierda del ex-Presidente Pepe Mujica, la actual vedette de los socialistas latinoamericanos. El Frente Amplio de Uruguay, el partido al que pertenece Almagro, es, según Wikipedia, una “fuerza política uruguaya con definición democrática, artiguista, antioligárquica y antiimperialista ubicada a la izquierda del espectro político”.
Por otro lado, la OEA misma no se ha destacado por oponerse a los regímenes autoritarios de la región. Desde que existe, la OEA ha sido una entidad burocrática sin autoridad real, un club diseñado para que diplomáticos latinoamericanos – o políticos nombrados a dedo por el presidente de turno – puedan vivir cómodamente a costa del fisco en la parte rica de la capital del odiado imperio estadounidense. Como escribió el periodista colombiano Ramiro Andrade Teran en el 2010:
¿Para qué sirve la OEA? Para nada. Está quebrada y si se acaba los únicos damnificados serían los 34 embajadores y el ejército de burócratas de alto nivel que se desviven por permanecer en la bella Washington. Es un organismo inútil y costoso con 62 años de existencia que poco, o nada, ha dejado en su historia.
Dada la histórica irrelevancia de la OEA – Andrade Teran nota que ni siquiera fue capaz de prevenir la “Guerra del fútbol” entre El Salvador y Honduras – fue realmente asombroso presenciar la iniciativa de Almagro a favor de los derechos fundamentales de los venezolanos. Como escribió la analista uruguaya Hana Fischer en el PanAm Post:
Algunos mandatarios o expresidentes, para evitar condenar al chavismo -hacia el cual sentían una indisimulable admiración-, se escudaban en el ‘principio de no intervención’ ante los asuntos internos de otros países. Hipocresía que ha quedado reiteradamente de manifiesto, al constatar que esa postura es muy selectiva…
La decente actitud de Almagro dejó al descubierto la cobardía, hipocresía y falta de auténticas convicciones democráticas de la mayoría de las jerarquías nacionales e internacionales de Latinoamérica.
Como el niño de la fábula, con voz alta y clara, el Secretario General de la OEA gritó: ‘¡El rey está desnudo!’
Era de esperar que varios países miembros de la OEA resistieran la invocación de la Carta Democrática contra Venezuela. Después de todo, durante la década pasada, cuando el precio del petróleo superaba con creces los USD $100 por barril, Hugo Chávez prácticamente les regalaba 200 mil barriles de crudo a 13 países de la región diariamente, y su motivación era precisamente contar con el apoyo incondicional de sus nuevas colonias en organismos internacionales como la OEA.
No obstante, tanto la oposición venezolana como algunos analistas internacionales resultaron extrañados al enterarse que el país que realmente estaba frenando la aplicación de la Carta Democrática contra Venezuela en la OEA no era ni el Ecuador de Rafael Correa, ni la Bolivia de Evo Morales, ni la Nicaragua de Daniel Ortega, sino la Argentina de Mauricio Macri.
El primero de junio, la Ministra de Relaciones Exteriores de Argentina, Susana Malcorra, dijo que la aplicación de la Carta Democrática de la OEA para Venezuela no ayudaría al país a superar su crisis actual. Malcorra agregó que era necesario un “diálogo” entre las partes, oposición y gobierno, como si, desde el punto de vista de la oposición, fuera posible dialogar con los caimacanes de un régimen autoritario que envían a sus matones a agredir físicamente a parlamentarios que protestan pacíficamente, como ocurrió unos días después cuando Julio Borges fue víctima de los colectivos chavistas.
La repentina actitud pusilánime del gobierno argentino era especialmente preocupante porque su emajador ante la OEA, Juan José Arcuri, preside sobre el Consejo Permanente de la organización y, como tal, él debe convocar cualquier discusión oficial acerca de Venezuela. El 7 de junio, Almagro le dijo al diario británico The Guardian que Arcuri se resistía a “sostener esfuerzos para llamar a una Asamblea General para poder discutir la crisis humanitaria de Venezuela”. Almagro agregó que Arcuri
ha utilizado su cargo de presidente del Consejo Permanente del organismo regional para retrasar y desviar la decisión de invocar el artículo 20 de la Carta Democrática de la organización, lo que puede llevar a la suspensión (de Venezuela).
Como reportó el PanAm Post, la queja de Almagro coincidió con la sospecha de que Macri intentaba “llegar a un acuerdo con el régimen chavista en Caracas sobre el nombramiento del próximo secretario general de las Naciones Unidas (ONU). Algunos analistas han sugerido que Macri está en busca del apoyo para la canciller argentina, Susana Malcorra”, quien solía dirigir el gabinete de Ban Ki Moon, el actual Secretario General de la ONU. Malcorra se postuló oficialmente para el cargo el último 21 de mayo.
Con los procedimientos de la OEA estancados – el 15 de junio, 19 países apoyaron la petición de Venezuela ante la Asamblea General de evaluar la actuación de Almagro – el juego diplomático en Latinoamérica dio otro giro inesperado. El 16 de junio, Macri, quien se encontraba en una visita oficial en Bogotá, declaró junto al Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, que debe llevarse a cabo un referendo revocatorio contra Maduro en Venezuela este mismo año. Este pronunciamiento vino tres días después de que Macri se reuniera con el líder opositor venezolano Henrique Capriles, tres veces candidato presidencial contra Chávez y Maduro.
Aunque la declaración conjunta de Macri y Santos aún contiene referencias a un intento de diálogo entre el régimen chavista y la oposición, es evidente que su apoyo a un referendo revocatorio contra Maduro en el 2016 deja al mandamás venezolano de nuevo contra las cuerdas, justo cuando parecía que podría respirar tranquilo.
Aparentemente, Macri percibió que estaba pagando un alto costo político — y que su misma reputación estaba en peligro —a raíz de las duras críticas que recibió a nivel internacional, en la prensa y en redes sociales por su política en la OEA. De hecho, la actitud tenue ante el régimen de Venezuela perdió toda credibilidad el 7 de junio, cuando el Parlamento Europeo pasó una resolución exigiendo la liberación inmediata de todos los presos políticos en Venezuela y el respeto tanto al Estado de derecho, como a la separación de poderes y a la constitución, la cual permite el referendo revocatorio. La medida fue aprobada por 501 eurodiputados, entre ellos los socialistas europeos. Entre los meros 94 votos en contra y 73 abstenciones estaba la facción de Podemos, el partido de izquierda español acusado de financiarse con fondos del chavismo. Como reportó el PanAm Post,
El texto redactado (en el Parlamento Europeo) menciona a más de dos mil personas encarceladas, con casa por cárcel o con investigaciones abiertas por razones políticas, entre ellas los líderes de oposición Leopoldo López, Antonio Ledezma y Daniel Ceballos. Los 501 parlamentarios también expresaron su ‘grave preocupación’ por el deterioro de la democracia, los derechos humanos y la economía en Venezuela, refiriéndose a la ‘seria crisis humanitaria’ que enfrenta el país.
Tan solo un día antes, Leopoldo López, el líder del partido Voluntad Popular que se encuentra preso desde el 2014, había rechazado la propuesta del ex-Presidente español José Luis Rodríguez Zapatero de que los presos políticos venezolanos podrían recuperar su libertad a cambio de que se cancele el referendo revocatorio contra Maduro. Rodríguez Zapatero se reunió con López en la prisión de Ramo Verde como enviado de Unasur, una burocracia suramericana creada por la iniciativa de Hugo Chávez y actualmente dirigida por Ernesto Samper, un ex-presidente de Colombia cuya campaña fue financiada por el narcotráfico y cuyas simpatías políticas son abiertamente chavistas.
Macri y sus asesores también han debido notar el hecho de que la crisis humanitaria en Venezuela se ha convertido en uno de los grandes temas de la prensa mundial. Inclusive medios poderosos de centro-izquierda como el New York Times, que en el 2007 publicaba editoriales con títulos como “Gracias al Señor Chávez“, ahora saca reportajes con titulares como “Mueren los recién nacidos y faltan las medicinas: el colapso del sistema de salud en Venezuela“. Esta es una buena señal de que los formadores de la opinión pública mundial han cambiado su tono ante el socialismo chavista, y lo hacen justo cuando es innegable la catástrofe social de proporciones colosales que la Revolución Bolivariana ha causado en Venezuela.
De aquí surge el cambio de rumbo de Macri. Aunque amplios sectores de la oposición venezolana desconfían de Capriles por su tradicional postura conciliatoria frente a Chávez y Maduro y su total falta de pensamiento estratégico, el actual gobernador del estado de Miranda sigue siendo la figura más visible de la oposición en el extranjero. Al invitar a Capriles a Buenos Aires y al publicitar su reunión con él en la Casa Rosada vía Twitter, Macri le anunció al mundo que, tras unos meses de titubeos, su defensa de la democracia en Venezuela sigue siendo sólida.
Por otro lado, el pronunciamiento de Santos a favor del referendo revocatorio contra Maduro es del todo imprevisto. Santos, de hecho, ha sido quizá el mejor ejemplo del presidente pusilánime que no se pronuncia acerca de la represión en Venezuela escudándose en el “principio de no intervención”, inclusive cuando colombianos – tanto estudiantes como residentes en el país vecino – han sufrido las agresiones del régimen de Maduro.
Como le dijo Lilian Tintori, la esposa de Leopoldo López, al PanAm Post en Bogotá el 20 de mayo:
Necesitamos que el presidente Santos se pronuncie contundentemente… Ojalá lo haga en favor de todos los venezolanos porque de verdad que un pronunciamiento enfático de Colombia y de Brasil en este, el momento más oscuro que vive Venezuela en toda su historia, daría una luz de esperanza…
Mi mensaje al Presidente Santos y a los demás mandatarios del continente es que llegó la hora de alzar la voz. Es hora de pronunciarse de manera más fuerte y más contundente sobre la violación de derechos humanos en Venezuela… Necesitamos que se pronuncien en forma contundente y en bloque apoyando las declaraciones de Luis Almagro, secretario General de la OEA.
Santos ha sido excesivamente cauteloso frente a los asuntos venezolanos porque el gobierno de Nicolás Maduro es uno de los garantes de la negociación entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC, las cuales se llevan a cabo desde el 2012 en La Habana, Cuba. Los vínculos entre las FARC y el gobierno chavista son históricos. Como escribe Insight Crime,
Venezuela es una base de operaciones vital para las FARC, y tres de sus bloques están presentes en ese país. Venezuela le brinda a la guerrilla importantes corredores para exportar drogas y un refugio de la presión de las fuerzas de seguridad colombianas, un lugar donde pueden llevar a cabo sus entrenamientos y rebastecerse con armas.
Venezuela también es un jugador clave en la mesa de negociación en La Habana, y Santos ha percibido muy bien que, si se cae Maduro, se cae su proceso de paz, la principal apuesta de su presidencia. ¿Por qué, entonces, ha decidido pronunciarse junto a Macri a favor del referendo revocatorio en Venezuela?
Sin duda, Santos sabe que, ante la gravedad de la crisis humanitaria en Venezuela, su postura tradicional de no interferencia es impresentable. Posiblemente percibe también que Maduro tiene los días en el poder contados. Por ende a Santos sobre todo le conviene buscar una salida temporal para el problema de Venezuela, blindando su proceso de paz al asegurarse de que las FARC cuenten con ciertas garantías y, sobre todo, que sus santuarios en Venezuela sigan siendo protegidos.
Como suele pasar en la OEA y en los asuntos diplomáticos latinoamericanos en general, el elefante en el salón es Estados Unidos y, en este caso, su Secretario de Estado, John Kerry, cuya administración ha implementado junto a Colombia una estrategia conjunta que consiste de tres elementos: lograr un acuerdo de paz con las FARC; reanudar las relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba tras más de cinco décadas de embargo; apaciguar al régimen de Maduro en Venezuela para garantizar el éxito de las negociaciones con la guerrilla colombiana.
Desde el punto de vista tanto de la administración de Obama como de Juan Manuel Santos, un acuerdo provisional en Venezuela entre el chavismo y la oposición sería el mejor escenario posible para ganar tiempo mientras se concreta el ingreso de las Farc al Estado colombiano. Por ende, es de suponer que Kerry, Santos y la Cancillería colombiana —a través de su gran aliado Ernesto Samper—,  están realmente detrás del fallido intento de mediación de Rodríguez Zapatero y Unasur, el cual Leopoldo López rechazó valientemente. Esto también explicaría el temporal cambio de actitud de Macri frente a Venezuela y su pasajero apoyo a un imposible diálogo entre la oposición y Maduro.
En su ambición por hacer nombrar a Malcorra como secretaria general de la ONU, Macri necesita no solo el voto de Venezuela, sino también el de Colombia. Cabe recordar que la candidata con mayor posibilidad de derrotar a Malcorra en la ONU es la mexicana Alicia Bárcena, quien actualmente dirige la Cepal. Colombia, cuyos vínculos con México son fuertes, sobre todo después de la fundación de la Alianza del Pacífico en el 20111, podría fácilmente apoyar a Bárcena mas no a Malcorra. Por lo tanto es probable que la pasajera posición de Macri contra Almagro haya sido parte de una estrategia urdida en el Palacio de Nariño, donde Santos condicionaba su voto por Malcorra a la continuación del apaciguamiento de Maduro.
Cuando Macri reafirmó su posición original en contra del autoritarismo del régimen chavista, Santos no tuvo opción aparte de pronunciarse también a favor del referendo revocatorio en Venezuela. Sin embargo, sus intereses políticos inmediatos siguen vinculados a la permanencia de Maduro en el poder. Es decir, el repentino apoyo de Santos a la oposición venezolana no puede ser más que una fachada, una pose de cara al exterior precipitada por su creciente desesperación política.
El pasado jueves, 16 de junio, Santos declaró durante su discurso en el Foro Económico Mundial en Medellín que tenía
“información amplísima de que (los líderes de las FARC) están preparados para volver a la guerra y la guerra urbana, que es más demoledora que la guerra rural”.
Las declaraciones del presidente fueron interpretadas por gran parte de la opinión pública colombiana como una forma de amenaza o chantaje a la población, cuya mayoría piensa que el proceso de paz entre Santos y las FARC va por mal camino. Pero, más allá de su aprobación política, ¿pensó Santos cómo afectarían sus predicciones de cataclismo a la economía colombiana? ¿Pensó que puede haber un congelamiento total de las inversiones en el país mientras se define si hay acuerdo con la guerrilla, el cual puede ser derrotado en las urnas?  ¿Pensó que, en caso de que se caiga el acuerdo, sus palabras pueden causar un pánico financiero y una fuga masiva de capitales de Colombia?
El juego de Santos con las FARC, el régimen de los Castro en Cuba y la Venezuela chavista siempre ha sido peligroso, pero nunca tanto como ahora, cuando el mismo chavismo que las FARC quieren implementar en Colombia tiene al país vecino sometido al hambre, el tradicional método de control poblacional de los regímenes autoritarios de izquierda.

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