¿Qué es la inflación?
Por Ricardo Manuel Rojas
En las últimas décadas, muchos políticos
–y economistas que avalan académicamente sus discursos-, se han empeñado
en sostener que la inflación es el aumento de los precios. Ello es muy
conveniente, pues permite echarle la culpa a alguien más que al propio
gobierno por sus nefastas consecuencias (por ejemplo a los comerciantes
que “suben” los precios, a los “especuladores”, a las variaciones del
comercio internacional, etc.).
Sin embargo, la teoría económica más
ortodoxa ha explicado desde siempre que la inflación es el aumento en la
cantidad de dinero circulante en relación con los bienes disponibles.
El aumento de los precios es una consecuencia de la inflación, al igual
que la fiebre es una consecuencia de la infección. Son efectos, no
causas; y el único ente capaz de generar inflación es el gobierno, al
emitir moneda sin respaldo.
Pensando en esta distorsión del concepto,
se me ocurrió consultar el diccionario de la Real Academia Española
para ver cómo la define. Esto lo hice con cierto recelo ideológico,
basado en el rechazo de que exista una autoridad política del lenguaje.
Ya en el siglo XVIII, los autores morales
escoceses explicaban que las mayor parte de las instituciones sociales
son el producto de una evolución espontánea que, si bien requiere de la
participación humana, no son organizadas o diseñadas por ninguna
autoridad o director. Adam Ferguson lo decía con estas palabras: “Las
naciones tropiezan con instituciones que ciertamente son el resultado de
la acción humana, pero no la ejecución del designio humano”. Es bueno
recordar que tanto Ferguson como Adam Smith ubicaban entre estas
instituciones que crecían espontáneamente, al derecho, el mercado, la
moneda y el lenguaje.
Por eso probablemente el idioma inglés no
tiene, como el castellano, una autoridad que se arrogue el monopolio de
determinar el significado de las palabras que las personas utilizan. Al
igual que en el mercado, existe una “mano invisible” que termina
consensuando el significado de los términos entre los distintos
diccionarios, sin que medie imposición de autoridad alguna.
Consulté en la página web de la Real
Academia Española cuál es el significado de la palabra “inflación” en su
acepción económica en la actualidad, y me encontré con esta definición:
“Econ. Elevación notable del nivel de precios con efectos desfavorables
para la economía de un país”.
Desalentado por esta diferencia entre la
acepción “oficial” del término y su significado real, decidí consultar a
la vigésima edición del mismo diccionario, del año 1984, y me encontré
con que la Real Academia Española definía a la inflación de este modo
hace veinte años: “Econ. Exceso de moneda circulante en relación con su
cobertura, lo que desencadena un alza general de precios”.
Advertí entonces que los conceptos vienen
siendo cambiados por la autoridad del lenguaje, del mismo modo que
ocurría con el decálogo de la “animalidad” en la granja o con la
neo-lengua de 1984, descriptos por Orwell.
Esta decisión del “dictador de la
lengua”, resulta curiosamente operativa para los dictadores de la
moneda, del mercado y del derecho, para usar los ejemplos traídos por
Ferguson hace más de dos siglos.
El nuevo concepto impuesto
arbitrariamente justifica que los gobernantes, como “dictadores
monetarios”, sigan emitiendo moneda sin pudor, desligando este proceso
de sus consecuencias inflacionarias; permite echarle la culpa del
aumento de los precios a los comerciantes y por lo tanto intervenir como
“dictador del mercado”, imponiendo “precios sugeridos”, cerrando la
exportación de productos, etc., y como “dictador de la ley”, amenazando
con la cárcel a quienes no acaten sus regulaciones, como ocurre con la
ley de Abastecimiento en Argentina.
El punto de partida de todo ello es
torcerle el sentido a las palabras, distorsionar los conceptos, y de ese
modo evitar una discusión razonable sobre la realidad.
Pero como decía Francis Bacon, “la
realidad, para ser comandada, debe ser obedecida”. Distorsionarla, sólo
puede conducir al caso general, incluso para quienes piensan que el
engaño es una forma aceptable de gobierno.
La causa de la inflación seguirá siendo
el aumento de la emisión monetaria, aunque filólogos y políticos
pretendan disponer otra cosa.
El autor es Vicepresidente de la Fundación Friedrich A. von Hayek de Buenos Aires.
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